lunes, 9 de marzo de 2015

LOS DÍAS MÁS TRISTES DE CARTAGENA

Cartagena vive las más tristes horas de su historia, Cartagena sufre la mayor de las afrentas y la mayor de las vergüenzas. “Cartagena, la muy noble, muy leal y siempre heroica”, está siendo mancillada en todos sus honores por una señora que ni es de aquí. Y a pesar de ello, todos callan. O algunos, yo no.

Al amenazar a todo cristo para intentar salvar su pellejo, Pilar Barreiro se está descubriendo de lo que realmente ha sido y es. Un engendro de la madre Naturaleza, un fallido proyecto de ser humano digno y honrado, que se ha servido del engaño y de la buena fe de todos los cartageneros-as que con sus votos y sus ausencias la apoyaron. Caer más bajo no es posible.

Su soberbia y prepotencia se están convirtiendo en su propio aguijón, cual escorpión herido y sabedor de que su tiempo ha terminado, mal terminado. Toda su farsa ha llegado a su final. Su desprecio hacia todo y todos queda al descubierto con la soez pretensión de salvarse de lo que ya es una pira incendiada por todos sus costados. Y no habrá nadie que apague tal fuego, pues, si sus propios concejales, si sus propios correligionarios, no son capaces de ponerla de patitas en la calle, estarán siendo cómplices conscientes, de tales desmanes que solo tienen parangón con los de la peor calaña. Cartagena y los cartageneros no se merecen nada de esto.

Pero, también es verdad que no nos extrañaría en lo más mínimo que continuaran amparándola, visto a nivel Regional y Nacional, de lo que son capaces estas gentes del partido popular.

No les voy a repetir ni a relacionar la infinidad de casos en los que este partido putrefacto está inmerso, pero sí les diré que a todos ellos lo único que les ha preocupado ha sido el mentir lo mejor posible para que la gente los diera por honorables y buenos. Pero no lo son, nunca lo fueron. Ellos inventaron la crispación, para, a través de la exageración y del engaño,  acabar con un enemigo que nunca merecieron, pues a tal dignidad ellos jamás sabrán llegar. Crispar a la población más insensata por alcanzar el poder nunca les dignificó, sino más bien lo contrario, porque eso no es jugar ni limpio ni en el mismo campo. Avanza el País tres pasos y ellos lo hacen retroceder cuatro o cinco. ¡Así nos ha ido y va! Ya veremos cómo salimos de esta en la que nos metieron hace tres largos años.

Nunca creyeron en la Democracia, ni en las Libertades, ni en los Derechos de la gente. A ellos tan solo les preocupaba y preocupa sus cuentas corrientes de las que, encima, no necesitan sacar ni un euro durante años. De pagar en negro sus sedes, de repartirse en “Sobres barcenarios”, sobresueldos y estipendios varios. Solo les preocupaba y preocupa exprimir los recursos de todos nosotros para su goce y disfrute y el de los allegados cómplices más cercanos.

Tampoco de cómo interfieren en jueces, fiscales y demás servidores públicos y los echan o cambian, o jubilan, para evitar que éstos los enjuicien y culpen o digan, simplemente, las verdades de para quienes gobiernan ellos.

Pilar es un prototipo más de estos elementos. Todos fueron alumbrados por la misma luz. Una luz falsa e hipócrita donde el cinismo les carcome también a ellos y solo el interés económico les une. De grandes caballeros y damas siempre presumieron, falsos todos los que son. Boatos y blasfemias inconfesables ajenos a la miseria que crean a su alrededor. No creen en la igualdad y prefieren la desigualdad, no quieren unidad, sino desunión. En todos esos frentes navegan pescando a placer y por la ignorancia y la confusión que fomentan en los demás, además de su íntima relación eclesiástica y que tanto colabora con ellos y su trama. Nunca desearon una Nación sino un cortijo al que gobernar con mano dura y lleno de menesterosos a los que aplicar la caridad de su hipócrita benevolencia y que repliquen las campanas y sepan quién manda aquí, ahora y hace mil años.

Solo nos queda la palabra y su significado. Aquellos que sean dignos hablen y callen aquellos que no merecen decir ni pío.


DIMITE, Pilar. ¡DIMITIRLA!, ¡POR LA HONRA DE CARTAGENA!, ¡DIMITIRLA!