Allá, a los finales de los
70 y comienzos de los ochenta, los anglosajones representados por Reagan (EE.UU.)
y Thatcher (G.B.), y ante lo que intuían como un precipitado declive nacional
en sus respectivos países, introdujeron, mal alentados, una nueva filosofía
política y económica que consistía en apoyar la privatización de las empresas
estatales, de la educación y de los medios de ayuda social. Con tal fin
hicieron especial hincapié en la desregulación del sector financiero, la flexibilización
en el mercado laboral, la privatización de empresas públicas y la reducción del
poder de los sindicatos. Paralelamente surgió lo que conocemos como
“Globalización” o “Mundialización” y todo lo que ello ha conllevado.
Cuarenta años después lo que
tenemos es que los Estados están hasta las cejas de endeudamiento, algunos,
incluso, por encima del 100% de sus propios PIB. La deuda mundial sobrepasa el
400% del PIB y no cesa en su ascenso hacia ningún lugar. En esos mismos Estados
la precarización laboral ha escalado posiciones de verdadero escándalo y los modelos
que conocíamos como del bienestar se hacen insostenibles ya en los países que
lo venían disfrutando e imposibles de desarrollar en aquellos otros que
aspiraban alcanzarlos. Por otro lado, las desigualdades sociales aumentan de
forma alarmante en todo el mundo. En estos cuarenta años los Estados han pasado
a ser meros recaudadores de impuestos, apenas cuentan con instrumentos para
intervenir en la economía y son las clases populares las que soportan mayor
peso, sobre todo en aquellos países como España en los que las oligarquías
económicas lastran situaciones de privilegio desde la dictadura franquista y
sus, también, cuarenta años de imposiciones y beneficios libres de gravámenes
alguno.
A todo ello habría que
añadir la situación medioambiental y ecológica del planeta. Exhausto y repleto
de los desperdicios de esas sociedades del consumo que nos impusieron como
paradigma de ese bienestar social, económico y cultural.
El sistema económico y
financiero ha fracasado pues es falsa la apariencia de bienestar en las
sociedades humanas porque, aunque usted esté libre de deudas personales, debe
más de lo que se pueda imaginar. Ese sistema despojó a los Estados de su
capacidad de regulación y su único interés ha radicado siempre en ganar y ganar
dinero sin importarle, para nada, el coste futuro que conllevara. Todo porque
al frente de ese sistema extractivo de cuanto se le cruza por el camino, solo
están mentes maquiavélicas y malignas, avaras y codiciosas. En esa cúspide
social están los pocos, que creando un sistema insostenible, han dispuesto de
todo cuanto el dinero ha sido capaz de proporcionarles, sin reparar, ni por un
momento, del planeta que dejaban tras su pillaje, su camino sin sentido y el
mal que procuraban a sus semejantes. Esos Estados buscaron la agrupación de
otros con la única intención de contener sus derrumbes, aunque eso lo único que
ha demostrado es retrasar el desmoronamiento y que ya, en ese punto, será el de
todos los agrupados.
Decía José Luis Sampedro
mucho mejor que yo: “Constelación de centros con fuerte poder económico y fines
lucrativos, unidos por intereses paralelos, cuyas decisiones dominan los
mercados mundiales, especialmente los financieros, usando la más avanzada
tecnología y aprovechando la ausencia o debilidad de medidas reguladoras y de
controles públicos.”
El sistema es así de nocivo
porque a él nunca le interesó el verdadero significado de la economía, porque
quienes crearon ese sistema no lo hacían para los otros, para la gente, para la
Humanidad, para la supervivencia del Planeta. Lo hacían exclusivamente para sus
intereses particulares y privativos y el de sus sumos sacerdotes, tan
necesarios éstos para que el engaño y la treta tuvieran el éxito unilateral
esperado.
Una sola Tierra, con sus
recursos limitados y sus frágiles equilibrios medioambientales comenzó a ser
corroída a destajo por esas élites extractivas sin reparar en que solo tenemos
esta Tierra, con sus recursos limitados y sus frágiles equilibrios
medioambientales. Lo único importante es ganar dinero o lo que es lo mismo,
estampitas de colores en papel impreso, con todas las seguridades posibles para
impedir su copia por parte de todos nosotros.
De nada valen las
conferencias mundiales sobre el cambio climático –que van ya tropecientas mil-,
ni las agendas 15-30, ni los intentos unilaterales de algunos Países
voluntariosos porque perseveramos en el error sin las correcciones adecuadas y por
la sencilla razón de que quienes aún mantienen el poder político continúan al
servicio de los verdaderos dueños del sistema, muñidores del mismo a su antojo
y semejanza. Y, como siempre fue hasta ahora, no van a permitir perder ni un
euro, aunque la paradoja loca está en que ya es tanto lo que se les debe, que
no hay quien se lo pueda pagar ni ahora ni en los próximos siglos si los hay y,
al final (porque siempre habrá un final) porque nadie podrá cobrar de lo que no hay.
Sin solución amigos, o una
tabla rasa (Ya se hizo antes), ¡pero ya! Borren los apuntes contables y pongan
a cero el contador que…
…Eso sería una nueva
oportunidad para todo el Planeta, una nueva ocasión para no caer en los mismos
errores y paradojas que nos han conducido al callejón sin salida en el que nos
encontramos y no ya como sistema, o como Estado, o como agrupación de Estados,
si no como HUMANIDAD. Porque, al fin y al cabo, solo somos uno: El género
HUMANO. Sean retiradas esas élites maquiavélicas de este sistema extractivo y
cruel con el planeta y con el ser humano. Sean despojados y olvidados. Sea
recuperado el sentido común y el valor de la vida.
Además, es inconcebible
pensar en que si somos la máxima creación de Dios y somos únicos en el inmenso
Cosmos, seamos tan NECIOS y estemos tan paradójicamente locos, o… (Segunda
Paradoja Loca, próximamente)