Es curioso que esta palabra provenga del griego porque, en el
caso que nos ocupa, nadie como los griegos, nadie, sabe más sobre la enfermedad
que les está atacando, por lo menos dentro de este club europeo que pensábamos
estaría a salvo de sus ataques e infecciones. O igual sí, porque anda que no
hay ejemplos en este desgraciado y empobrecido mundo, endeudado como está más
arriba de las cejas.
El virus, cual humor maligno, que le está infectando no
necesita de grandes complejidades en sus estructuras, es simple. Posee una
herramienta letal per se y da igual quien parezca que la tenga, él controla sus
flujos y reflujos y no la mera apariencia. Lo llamamos dinero.
El sistema donde anida el virus no posee ninguna estructura
que le provea de inmunología. Nadie, hasta ahora, procuró la vacuna contra su
propio mal. Porque, para ellos, los que idearon la enfermedad, lo importante no
es la salvación del organismo, éste tan
solo es un medio más, el principal. No olvidemos que el objetivo es la creación
de la riqueza y de la abundancia, pero solo para unos cuantos elegidos por los
designios de los peores dioses. Y en ello y para ello, se aplican.
Creced y multiplicaos nos dijeron hace tiempo. Pero se
olvidaron de los condicionantes que nos serían impuestos, aunque fueran
contrarios al bienestar social, cultural y económico de la inmensa mayoría. Los
griegos, por ejemplo, ya han dejado eso de la procreación a un lado porque
traer a otro ser superior con cargas económicas y fiscales a ese suelo
infectado, no tiene mucho sentido ni coherencia alguna. Un bebe griego nacerá
hipotecado para toda su vida, mucho más que todos los demás nacionales de esta
Europa sin norte y con más de 200 millones de pobres extremos. Y, al hilo, ¿Qué
ocurriría con la deuda griega, si, de la noche a la mañana, desaparecieran
todos los griegos? Lo más seguro es que el virus migrara esa deuda a otros
organismos, necesita mantenerse vivo y cuerpos que lo alimenten, aunque
extenúen. Así es el sistema vírico que
nos ocupa y que más parece una sanguijuela insaciable.
Ese sistema vírico no es bueno para para el ser humano, no es
bueno para la Humanidad, es suicida por sí mismo y nos mantiene presos. A pesar
de ello, nadie lo cambia, nadie lo combate y, quizás por eso, se hace cada vez
más fuerte. Nadie tiene el poder suficiente para hacerlo. El virus es el puto
amo. O te conviertes en un fiel servidor, o pereces. Aunque, da igual, porque,
de una forma u otra, pereces, y, paradójicamente, ellos también. Solo unos
poquitos sobreviven a la infección utilizando los propios mecanismos de los que
se vale el bichito, incluidos juramentos y sacrificios sacramentales y que, de
seguro, comenten el mayor de los sacrilegios. ¡Allá ellos y lo que hagan con su
espíritu y con esta humanidad de la que se creen los dueños y señores!
La cuestión griega puede ser el principio de un trágico
final. Si la solución es más de lo mismo, solo es cuestión de tiempo hasta que
la última gota rebose el contenido del vaso de la paciencia. Quizás esto es lo
que el bichito busque porque, después de todo, él siempre gana. E incluso puede
ser que el final escrito del acto sea ese, el culmen, la apoteosis, la
detonación de la tragedia y que ya, no solo será griega. Las soluciones no
pueden provenir de quien mantiene vivo al bichito, ni de él mismo. Han de ser
otras y distintas. Solo así esta vieja Humanidad podrá dar el paso que le falta
para alcanzar las metas con las siempre ha soñado. Hemos de liberarnos del
chantaje al que nos tienen sometidos y que la verdadera justicia impere de una
vez.
No nos olvidemos, la infección está en el mundo entero. Un
virus suelto, alentado y justificado por aquellos que debieran combatirlo, se
hace más fuerte por momentos y su usura es insaciable. Si en la balanza no hay
el contrapeso correspondiente, ésta tiende al desequilibrio y cae
irremediablemente. ¿De qué sirven los estantes repletos si no hay dinero con el
que comprarlos? ¿De qué sirven los estantes vacíos si hay dinero con el que
comprarlos?
No vamos por buen camino. El presente y el futuro de
cualquier pueblo no pueden estar sujetos a los intereses particulares de unos
pocos y más cuando los intereses de quienes gobiernan, bien dando la cara o
tras las bambalinas, no son los intereses de la gente. No todo es una cuestión
mercantilista, ni ésta ha de ser el centro de ninguna política cuando sus fines
no son los de procurar el bienestar de todos los seres humanos hechos a imagen
y semejanza de sus creadores. Porque dudo mucho que éstos, nuestros creadores,
se manejen bajo las premisas economicistas en las que estamos nosotros anclados,
ni cuenten con la interesada obsolescencia programada.
Sencillamente es imposible imaginar que lleven cartera con
billetes, monedas o tarjetas en esas naves. Es absurdo.
Tan absurdo como seguir como estamos, sin darle a esto una
vuelta y descubrir otras posibilidades y realidades más favorables a nuestra
evolución como seres superiores que somos en verdad y rompamos con tanta
mediocridad y complacencia obligadas y cómodas de unos para otros.