viernes, 26 de agosto de 2011

EL ESTADO, MEJOR PRIVADO


¿Cuál es el problema? Ante una sociedad totalmente complaciente, sumisa y aborregada, qué problema supondría la privatización del Estado. ¿De qué sirven ya los viejos principios que los alentaron? El “programado derrumbe” de sus estructuras está siendo un éxito. Las previsiones se van cumpliendo tal y como fueron planificadas. Es de esperar la consecución de los últimos hitos y la culminación final y total de su plan de dominación mundial.

Durante los últimos 50 años se ha ido tejiendo la desaparición de los Estados. Alcanzar sociedades igualitarias, democráticas y participativas no era el fin en sí mismo sino el medio. Enmascarar en esos logros sociales (educación, sanidad, trabajo y determinado grado de libertad) suponía los pasos necesarios para el posterior derrumbe de la estructura.

Qué poco ha durado el estado del bienestar. Tras este derrumbe siempre se hallan los mismos: los mercaderes y prestamistas. Son un grupo de señores que manejan a su antojo las mercancías y los dineros que no les pertenecen, pero que han sido lo suficientemente hábiles para disponer de su control.

A lo largo de la historia siempre han estado ocultos y tras las bambalinas tejían su entramado. Hoy son los dueños, no sólo del dinero en circulación y del atesorado; también de las semillas que procuran nuestros alimentos, del agua que las riega y bebemos y de los productos químicos que nos envenenan. De las medicinas que nos mantienen en la enfermedad y de todas las estructuras del poder emanado de los pueblos.

Nadie, de los depositarios de las voluntades de los pueblos, supo ver el final al que íbamos siendo conducidos. ¡Bastante tenían con ir en la listas! Todas las leyes que fueran necesarias se modificaban y modifican a su dictado. Hoy, éstas defienden a esos poderosos de las sombras. Y cuentan, siempre lo tuvieron, con el respaldo de las policías y ejércitos.

“¡Qué hay que globalizar!, ¡globalicemos! Qué más nos da a nosotros (mercaderes y prestamistas) que las deslocalizaciones de nuestras empresas suponga desempleo en algunos países. ¡El mundo ya es nuestro! El plan es todo un éxito. ¿Para qué haberlo hecho de otra forma y con otro orden? Hubiera supuesto demasiado tiempo y al fin y al cabo a nosotros nos la trae floja lo que le suceda a millones y millones de ciudadanos. ¿Ciudadanos?, ¡Uy! perdón, ¡Esclavos! Que siempre es lo que fueron estos miserables cretinos. Nuestra máxima fue siempre nuestro enriquecimiento. Y lo cumplimos.”

Nos hicieron endeudar, primero, a todos los esclavos y después a todos los Estados. Ahora quieren poner límites a esos endeudamientos. Limitar la única opción que le queda a los Estados para intervenir en la economía. Y lo quieren hacer modificando la Constitución. La máxima norma jurídica del Estado. Y sin consultarnos. ¡Van a por todas! Quieren dejar (si no lo son ya) a los Estados como meros recaudadores de impuestos y como los controladores de las fuerzas armadas. El trabajo sucio, que se llama.

El Nuevo Orden Mundial está a puntito. Pero no se confundan, no será para el bien de los esclavos porque será sólo para unos pocos, como siempre.

Y yo, ignorante de tanto, me pregunto: ¿Por qué no privatizamos a los Estados? Si los políticos obedecen a esos mercaderes y prestamistas y no a sus ciudadanos-esclavos, por qué no nos ahorramos este escalón de la pirámide. ¡Fuera los políticos! ¡Menudo gasto nos ahorraríamos! Y también los procesos electorales que son cada dos por tres. Y tras ellos los funcionarios. Daríamos cumplimiento a sus máximas.

Que se constituya un Consejo de Administración, sus consejeros delegados y que gobiernen ellos. Nosotros, ¡esclavos accionistas! No ha de ser muy difícil el cambio, digo yo. Políticos locales, regionales, nacionales y europeos, ¡total ná! Funcionarios locales, regionales, nacionales y europeos, ¡total ná! Todos al paro como los demás. ¡Al monte a coger esparto y a elaborar las alpargatas, que por lo menos tengamos algo en los pies! Siempre y cuando sea viable económicamente, que si no, vamos descalzos que millones de personas así van. Y no pasa ná.

Y no se preocupen, que si no tenemos qué comer pues no comemos. Lo importante es lo importante. Que sus balances no tengan pérdidas y que sus dispendios no sufran. ¡Todo sea por la causa¡ Ustedes sigan disfrutando que nosotros seguiremos muriendo poco a poco. No se sonrojen ni sufran, que esto no aparece en sus balances.

Antes de lo que parece nos pondrán una especie de reloj de pulsera que medirá las veces que insuflamos aire y nos harán pagar por ello. Y otro que mida las expiraciones y por contaminar el aire pagaremos el doble. El caso, siempre, es que paguemos. Que paguemos para que otros dispongan de la vida loca…

¿No es este el principio básico de este capitalismo salvaje? Pues ale, ale, que mañana es tarde.

¡Y que vivan los mercaderes y prestamistas por siempre y siempre! Amén.

¿O quizás haya otra forma? Se me ocurre una: prohibir la riqueza. Otra, instaurar la honestidad y la solidaridad. Educar y formar en la moralidad, en la ética, en la razón. Trabajar por un mundo sostenible y libre. Pensar en lo importante que somos como especie.
En el Universo habrán otros seres dotados de aquello que nos diferencia del resto de especies, pero nosotros somos únicos. Somos la Raza Humana.

Aunque, de momento, no lo parezca y sigamos siendo nuestro propio lobo. ¡Así nos va!



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