Este es el nombre de un departamento de la Hacienda Pública –somos todos- que intenta –si lo dejan- que esos grandes contribuyentes cumplan con sus obligaciones fiscales para con el Estado, que también es cosa de todos. Ya sabrán lo ocurrido con uno de estos grandes contribuyentes o habría que decir, mejor, “Grandes delincuentes” y yo no les voy a repetir lo que los medios de comunicación ya se han encargado de informar.
Pero, hechos como este de la cementera, nos abren los ojos sobre lo que
ocurre en las altas esferas de las grandes empresas y fortunas y su estrecho
vínculo con los poderes políticos: Altos funcionarios y políticos que son
“retirados” para el servicio de estas grandes empresas, ya que “sus conocimientos”
de la cosa pública les serán de inestimable ayuda para soslayar toda chinita
que se cuele dentro del zapato empresarial. También para que les instruyan de
los recovecos que las leyes siempre dejan abiertos para ser incumplidas dentro
de la legalidad más retorcida. Nunca entendí y siempre rechace que funcionarios
–de todos los niveles de la administración pública- entren y salgan, mediante
las eternas y oportunas excedencias, de su funcionariado, para servir, también
fielmente, a la siempre “pujante iniciativa privada”. Con ventajas de este tipo
ni la Hacienda Pública, ni el Estado que la cobija, son cosas de todos.
Todo ese entramado solo tiene un objetivo: Que la mercantil pague lo
menos posible y gane el máximo imposible; aunque eso suponga dimisiones propias
u obligadas de los pocos íntegros que van quedando por acullá. Así, lo eludido
y perdido por tan grandes estructuras de mercantiles y de fortunas personales,
se divide entre los de abajo y que lo paguen en cómodos plazos.
De esta forma, toda gran empresa o fortuna que se precie cuenta con
Lobbys propios –los funcionarios y políticos en excedencia o ya retirados- y
otros externos de abogados, ex jueces, economistas, ingenieros informáticos,
sociólogos, psicólogos y toda una ristra de excelentes profesionales que no
dudaran en indicar los mejores caminos para que esa gran empresa –que buen
dinero va a pagarles- no colabore con el resto de la sociedad a sufragar los
gastos del Estado.
El buen político, el buen partido que gobierna, debieran ejercer como
bisagras y amortiguadores de aquellas aviesas intenciones de esos
conglomerados, que nada tienen de sociales. Sin embargo, a ellos, a
determinados políticos nada les importa la sociedad y a los ejecutivos de esos
conglomerados empresariales, eso de la
sociedad, como que no va con ellos. Ellos ya tienen su propio mundo ajeno al de
esa sociedad tan mísera y mal educada, ¡vamos que les importa un rábano! ¿Qué
necesitan de ella? Si a ellos no les falta de nada y cuentan con todos los
recursos posibles. Bien resueltas que tienen sus necesidades personales: Dinero
en abundancia; seguros y primas de las más altas; urbanizaciones privadas y
seguras; los mejores autos con chófer o sin él; los comercios más exclusivos,
los mejores Liceos para sus hijos-as; las mejores clínicas con habitación suite
individual o doble; las mejores entradas de palcos para presenciar los
espectáculos que más les guste o no, según quien vaya. En fin a ellos la
sociedad no les hace mucha falta, más bien es un poco molesto, exasperante y
hasta mal oliente, porque, a veces, te cortan las calles con manifestaciones
–siempre se está quejando esta pobre gente que vive en sociedad-, o hacen
huelgas y dejan de trabajar y la basura no se recoge y da mal aspecto esas
calles tan sucias. “Será cuestión de pasar unos días de vacaciones lejos de
tanta inmundicia hasta que lo arreglen” Todas las cosas de ese mundo privado
que ellos manejan tienen un alto coste que lógicamente no pueden eludir tan
fácilmente como eluden el gasto social, pues una parte de trabajadores de esa
sociedad, que les trabajan directamente, podrían hacer de brazos caídos y
entonces, ¡Oh!, entonces la desesperación y el caos se apoderaría de su
particular edén. Por eso necesitan de esos buenos profesionales, para que les
indiquen cómo pagar lo menos posible e incluso la nada más absoluta a la
Hacienda Pública, al Estado, a la Sociedad. Y cuando no hay políticos buenos
que hagan de bisagra y amortiguación, la cosa se dispara terriblemente a su
favor. Así, cada año aparecen miles de nuevos millonarios, porque ellos saben
bien cómo aprovecharse incluso cuando una gran crisis está amenazando a toda la
sociedad. Saben y conocen cómo trasvasar el dinero de unas manos –de la
sociedad-, a otras, –las suyas-
Llegado al poder un partido, un gobierno que ideológicamente parte de
que no todos somos iguales y de que el ser el más listo (Por lo que le estoy
contando) tiene sus privilegios y recompensas, entonces, la sociedad sufre lo
indecible, como está hoy sucediendo. Y, si además, resulta que ese partido es
más corrupto que todos esos de los conglomerados empresariales y eclesiásticos
–también muy peligrosos para cualquier sociedad cohesionada-, resulta más que
peligroso para la propia supervivencia de los desgraciados seres que conforman
las bases más amplias de lo que entendemos por sociedad. En estos años lo
estamos sufriendo: nos roban todo lo que conseguimos con mucho esfuerzo en
décadas pasadas y se lo meten en sus bolsillos.
Su obcecación ideológica es tal, que cambian todas las leyes que vayan
contra sus intereses y hacen las nuevas para que les beneficien aún más. Pronto
veremos las cuchillas no solo en la frontera con Marruecos, si no en nuestras
propias ciudades y pueblos. ¿Quién se lo va a impedir? Si ellos han instaurado
el miedo y las multas supermillonarias como medios de disuasión social.
Para ellos lo único válido es aquello que es privado porque siendo
privado el control es solo suyo. Así quieren que todo lo que era social sea
privado y trabajan con denuedo en su consecución. A ellos nunca les interesó
tener que dar cuentas de lo que hacen o de lo que dejan de hacer, son como los
señoritos de antaño, los feudales de la historia que nunca desaparecieron.
Aunque la cuestión fundamental, ya en estos tiempos, es que la culpa no
es suya, es de aquellos sociales que les votan porque no tienen ni la más
remota idea de lo que se está tramando por ser tanta su ignorancia política y
social. Caen en sus mentiras y engaños como inocentes ovejitas y, como tales,
son incapaces de reacción alguna. Todos ellos son los verdaderos conseguidores
de esas mayorías absolutas y absolutistas que gobernaran, siempre, en su
contra.
Les aventuro un trágico final, porque no hay ninguna luz al final de
este espantoso túnel, solo una narcisista concepción de la vida por parte de
unos pocos enfermos mentales, que arrastran a todo el “Cuerpo social” hacia la
destrucción.
Y la vida,
la de todos, no es eso…