Las pirámides, tanto las egipcias, como las latinoamericanas
y orientales, no fueron construidas ni por los egipcios, ni por los mayas, ni
por los aztecas, ni por ningún chino mandarín. Todos ellos, al conformar sus
civilizaciones, ya se encontraron con tan formidables y colosales
construcciones. Ni los egipcios tenían los conocimientos, ni las herramientas,
ni las máquinas y los sudamericanos no conocían ni la rueda.
Estas civilizaciones, como las primeras tras el diluvio, de Sumeria
y Babilonia, son posteriores al año 12.000 de nuestra Era, año arriba, año
abajo. Alguien con mucho poder hizo un borrón y cuenta nueva de lo que existía
con anterioridad a lo que hoy conocemos de estos 12 mil años, que, por otro
lado, bien poco es. Las literaturas más antiguas de todos los pueblos coinciden
en que hubo una gran inundación y que ésta acabó con prácticamente toda la vida
sobre la Tierra. El borrón y cuenta nueva.
Antes de esos 12 mil años ya existía una o varias civilizaciones
humanas repartidas a lo largo y ancho del planeta. Tenemos datos que confirman
actividad humana más allá de los 500.000 años y de las que solo conocemos indicios.
Poco o mucho antes de que tuviera lugar ese diluvio universal, nuestro planeta
fue visitado por seres inteligentes que bajaron del cielo. Dicen que fueron 200
los que bajaron y que, viendo la belleza de nuestras mujeres,
sucumbieron a sus encantos y en contra de la prohibición que tenían, las
tomaron para saciar sus apetitos carnales. De esa hibridación surgieron
gigantes que devoraban cuanto se les ponía a su alcance, llegando al punto en el que los humanos no
daban abasto para alimentarles. Aquellos, en su insaciable apetito, comenzaron
a comer a nuestros congéneres sin piedad ni remisión alguna, (Ya sabemos lo
mala que es el hambre y de lo que somos capaces de hacer para saciarla) Imagínese
seres muy similares a nosotros pero de 10 metros de altura o al equivalente de 6
hombres en un solo cuerpo.
Esos 200, sabedores como eran de la traición que habían hecho
a sus mandos y de su no retorno a su mundo de origen, no tuvieron reparo en
desvelar algunos secretos a los humanos: “Enseñaron a los hombres a fabricar
espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró cómo se extrae y trabaja el
oro hasta dejarlo listo y en lo que respecta a la plata a repujarla para
brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñaron sobre el antimonio, el
maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las tinturas”. La corrupción
estaba servida y en todas sus formas. Además, “Enseñaron sobre los
encantamientos y el corte de las raíces; a romper hechizos, brujería, magia y
habilidades afines; a entender el significado de los signos de los rayos y el
presagio de las estrellas y de los relámpagos; las señales de la propia tierra;
los presagios del sol y de la luna”.
Podríamos decir que, antes de todas estas enseñanzas, el ser
humano sería algo parecido a los miembros de una tribu amazónica que aún, hoy, no
haya tenido contacto con nuestra civilización. Cándidos y gentiles, buenos
hombres y mujeres en contacto directo y respetuoso con la Naturaleza que les
rodea y sustenta y los mantiene en igualdad social. Nada de cuanto les rodea les
conduce a tomar ninguna otra aptitud distinta hacia los otros, nada que procure
daño a los demás. Toda su relación es de cooperación y de colaboración, sin
otro interés que salvaguardar la vida mutua. Algo más parecido al paraíso. Pero,
en un momento de nuestra lejana historia, llegaron esos 200 vigilantes de otro
mundo que, contraviniendo las normas que tenían dadas, nos enseñaron justo todo
aquello que ha roto, desde entonces, nuestro sentimiento y nuestra natural
necesidad de colaboración y de respeto mutuo. Su conocimiento terminó con el
paraíso en el que estaban aquellas culturas. Crearon, a través de objetos
materiales, la desigualdad y la inferioridad. Y entre esta nueva situación de
poder y sus híbridos gigantes, nos podemos imaginar la que se montó. Entre
otras cosas porque aún nos dura esa maldad que nos esparcieron a diestro y
siniestro. O sea, que aquello de la manzana no fue tan simple.
Cuántos fueron los siglos de estos hechos, los desconozco,
pero tuvo que ser muy gorda, porque a billones o a trillones (O los que usted
quiera) de kilómetros galácticos llegó la noticia: “Como parte de los hombres
estaban siendo aniquilados, su grito subía hasta el cielo”
Entonces, “Miguel, Sariel, Rafael y Gabriel” observaron la
tierra desde el santuario de los cielos y vieron mucha sangre derramada sobre
la tierra y estaba toda llena de la injusticia y de la violencia que se cometía
sobre ella”. Así que fueron a contárselo
al superior de los superiores y pedirle qué debían hacer.
El superior de los superiores ordenó a Sariel “Ve
hacia Noé y dile en mi nombre, “escóndete”, y revélale la consumación que
viene, pues la tierra entera va a perecer, un diluvio está por venir sobre toda
la tierra y todo lo que se encuentre sobre ella perecerá” “A Rafael le
ordenó encadenar de pies y manos al que enseñó a fabricar espadas y escudos”; “A
Gabriel que procediera contra los bastardos y réprobos hijos de la
fornicación y que hiciera desaparecer a los hijos de los Vigilantes (Los 200)
de entre los humanos”; “A Miguel le encargo anunciar al jefe de los
vigilantes que sus hijos perecerán y ellos verán su destrucción y que los
encadene. También le dice a Miguel, que destruya todos los espíritus de los
bastardos y de los hijos de los Vigilantes porque han hecho obrar mal a los
humanos. Que destruya la opresión de la faz de la tierra, que haga perecer toda
obra de impiedad y que haga aparecer la planta de la justicia. Que todos los
árboles de la tierra que deseen serán plantados en ella y sembrarán allí viñas
y cada una de ellas producirá mil jarras de vino y cada semilla producirá mil
medidas por una, y una medida de aceitunas producirá diez lagares de aceite. Le
sigue encargando a Miguel que limpie la tierra de toda opresión, de toda
violencia, de todo pecado, de toda impiedad y de toda maldad que ocurre en ella
y que las haga desaparecer”
El superior de los superiores reconoce que: “Así todos los
hijos de los hombres llegarán a ser justos y todas las naciones me adorarán, se
dirigirán en oración a mí y me alabarán. Que la tierra estará limpia de toda
corrupción, de todo pecado, de todo castigo y de todo dolor y yo no enviaré más
plagas sobre la tierra, hasta las generaciones de las generaciones ni por toda
la eternidad. Que en esos días abrirá los tesoros de bendición que están en el
cielo, para hacerlos descender sobre la tierra, sobre las obras y el trabajo de
los hijos de los hombres y la paz y la verdad estarán unidas todos los días del
mundo y por todas las generaciones”
Recopilando: Antes de esos 12.000 años hubo otras
civilizaciones de las que no conocemos nada. Tan solo eso que llaman ooparts y
en español, “Artefactos fuera de lugar”. Que, antes de esos 12.000 años, nos
visitan 200 vigilantes, seres inteligentes muy avanzados que llegan a nuestro
planeta y no se les ocurre otra cosa que aparearse con nuestras mujeres y de la
hibridación nacen gigantes que están a punto de aniquilarnos como especie
terrícola. Para evitarlo el jefe superior de todos los superiores ordena ese
diluvio para acabar con esos híbridos gigantes y salvaguarda a Noé y familia. Y
promete una suerte de segundo paraíso para la nueva civilización superviviente
al diluvio.
Pero hay algo que no cuadra en esta historia, porque desde
entonces, los gigantes-ogros habrían desaparecido (Solo han quedado para los
cuentos infantiles y para el subconsciente colectivo de la Humanidad), pero no
se consiguió lo ordenado a Miguel “que
limpie la tierra de toda opresión, de toda violencia, de todo pecado, de toda
impiedad y de toda maldad que ocurre en ella y que las haga desaparecer” Nuestro
mundo, desde entonces, ha continuado presa de la maldad, de la corrupción y de
la mentira.
Alguien no hizo bien el trabajo que el superior de los
superiores le encargó y lo que él reconoce será la vida de los nuevos
hombres y mujeres, pues nada tiene que
ver con nuestra historia más reciente en estos 12.000 años, ni con el presente.
El mundo continúa guerreando y muriendo de hambre y de enfermedades.
Algún gigante o alguno de esos vigilantes quedó con vida o
sus enseñanzas no fueron eliminadas con ellos y nos han seguido haciendo la
puñeta todos estos miles de años. Y contándonos una cantidad de sandeces y cuentos
chinos que no hay por dónde cogerlos. Hemos sido vilmente engañados y nuestro
pasado tergiversado, manipulado soezmente. Somos el residuo de una gran mentira
y lo consentimos. Los sistemas que nos hemos ido dando como civilización son
producto de una estafa. Cómo podemos pretender salir del pozo en el que estamos,
si desconocemos que estamos sumergidos en él.
Lo que yo me pregunto es dónde están Sariel, Rafael, Miguel y
Gabriel y el superior de sus superiores. ¿Se olvidaron de nosotros?
¿Qué tuvo que pasar para que estos seres súper avanzados nos
dejaran abandonados? Al fracasar en su intento, ¿Fueron superados por otros
seres tan avanzados como ellos? ¿Cuántos
son los seres inteligentes que pueblan ese Universo que desconocemos? ¿Qué
ganan estos depravados con hacernos lo que nos hacen? ¿Es un juego, una prueba
de su poder contra otros de su misma especie y capacidad? ¿Se tienen, acaso,
repartido el Cosmos y todo cuanto en él pueda desarrollarse, como un botín de
guerra? ¿Quién nos contará algún día la verdad de todo este tinglao? ¿No
tenemos derecho a saber la verdad? ¿A quién no interesa que la sepamos? Nuestro
futuro como especie, ¿Está garantizado de seguir el camino que llevamos? ¿Está
nuestro planeta Tierra seguro? Las trece familias que dicen que gobiernan este
mundo, ¿Son descendientes biológicos o ideológicos de estos vigilantes?
¿Dónde está el superior de los superiores?
Saber la verdad, ¿Será peor que mantenernos en esta mentira?
Nuestro mundo está poseído por el mal, por los corruptos, por lo codiciosos y
ávaros, por los malvados de todas las
especies; pero la mayor parte de la gente no es mala, no nace mala. Las malvan
esos pocos depositarios del conocimiento de aquellos vigilantes renegados. Por
eso hay sufrimiento, tanto o más que cuando los gigantes-ogros nos devoraban.
Quizás no son suficientes nuestros lamentos, como lo fueron
entonces, y no llegan a tanta distancia. Quizás, incluso, es que tras tantos
miles de años infructuosos, nos hayamos resignado y aceptado el sufrimiento
como algo sustancial con nuestra naturaleza o ya no tengamos ni fuerzas, ni
ánimo o que las mentiras que nos han contado se hayan convertido en una falsa
verdad que nos mantiene encarcelados en ese pozo.
¿Bajarán de nuevo Sariel, Rafael, Miguel y Gabriel y
cumplirán con lo que les ordenaron?
Pues que sea pronto, porque esto cada día se está poniendo
peor y no parece que vaya a terminar felizmente, porque ahora, somos nosotros
nuestros propios ogros.
Quiero elevar a los cielos mi más profundo lamento y por ello
escribo esto. A ver si les llega.
José María Hernández
http://amplituddemiras.blogspot.com
Nota: Los entrecomillados pertenecen al Libro de Enoc. Enoc
fue llevado a los cielos para que escribiera todo cuanto se le dijo y eso hizo.
Enoc desapareció cuando tenía más de trescientos años, el Génesis cuenta que
fue dios quien se lo llevó. En el concilio de Nicea, junto a otros libros
antiguos, el de Enoc fue eliminado de la Biblia.
Como decía Sagan: “Hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta de una triste estrella perdida en una galaxia metida en una esquina olvidada de un universo en el que hay muchas más galaxias que personas”. Es realmente asombroso dimensionar la inmensidad del cosmos, y a la vez, ese pensamiento me conduce a todo lo malo que acontece en nuestra casa. Tanta guerra, tanta injusticia metida en un diminuto punto.
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