Decía Buda que el conflicto no es entre el bien y el mal,
sino entre el conocimiento y la ignorancia.
Partiendo de tal premisa, hemos de convenir que hoy somos más
ignorantes que nunca y prueba de ello es la situación descontrolada y sin rumbo
alguno de este mundo. Si tuviéramos algo de ese conocimiento no sucederían las
cosas que suceden y sobre todo aquellas que van en contra, no solo ya de
nosotros mismos, sino de las que destruyen cuanto nos rodea y que pertenecen
más a eso que llamamos Naturaleza y que es, no lo olvidemos, la base de cuanto
existe en este privilegiado orbe que nos fue dado. Solo la ignorancia es capaz
de jugar con la viabilidad o no de este mundo llamado tierra y de cuanto lo compone.
Aplicando tan solo un poco de conocimiento, apartados de ese
mal uso que hacemos de las redes y de la infinidad de distracciones que nos
inoculan y que tan absortos nos tienen de todo lo real, llegaríamos a entender
que, si tras 35 años de políticas neoconservadoras y neoliberales hemos llegado
a la peor situación posible en este globo, se hace necesario otro cambio y este
ha de ser en una dirección totalmente contraria y que ya fue practicada tras la
II Guerra Mundial y hasta 1980 y que, por cierto, fueron décadas de prosperidad
compartida entre todos. Que no hay nada nuevo bajo este sol que tan
generosamente se porta con nosotros. Y no es otra cosa que recomponer la socialdemocracia,
su conocimiento y su espíritu.
Jeremy Corbyn, líder del partido laborista, ya ha apuntado
cual debería ser el inicio de ese cambio: Si la salida propugnada hace 35 años
fue la privatización de la economía y la liberalización de las finanzas, hoy,
la solución pasa por revertir todo eso que nos ha situado a día de hoy en el
borde del abismo en el que estamos. Es lo más coherente y sensato.
Renacionalizar aquellas empresas que sean consideradas
estratégicas para el Estado, sus ciudadanos y sus empresas y una eficaz
regulación, tanto de los mercados, como de las finanzas. Romper con todo lo que
huela a corrupción, monopolios y oligarquías. Hay que decir alto y de forma
contundente que ¡Basta de mentiras y engaños!
Si un Estado no es el árbitro en el terreno de juego, ¿Para
qué nos sirve? Y si un Estado no legisla en beneficio de todos sus ciudadanos,
¿Para qué lo queremos? El que una empresa sea capaz –ya veríamos cómo lo consigue-
de tener un poder superior al del propio Estado no es admisible en una
democracia. La empresa, una empresa, no ha de ser el fin sino el medio para
garantizar los recursos –incluidos los salariales- que hagan que la ciudadanía
pueda disfrutar y vivir en paz y tranquilidad su corta vida. Sentirse
orgullosos del esfuerzo que se hace y compartir entre todos, pues no ha de ser otra la cuestión.
Subvertir, sustituir los roles que la ciudadanía ha otorgado
en favor de su Estado por otros privatizados es poner en manos ajenas toda la
riqueza y todo el bagaje de una Nación. Así los intereses dejan de ser
nacionales, de todos, para pasar a ser los intereses de tan solo unos pocos.
Acabar con la infame letanía de que lo privado es mejor que lo público. Estamos
sufriendo las consecuencias de tal infamia y a las puertas nos anuncian la
llegada de un nuevo tratado llamado ITTP que es a Europa lo que el estoque al
toro.
Que un señor gane 40.000€ diarios –cuando hay gente sufriendo
la falta de lo más elemental- es un verdadero insulto a la inteligencia,
además, de inadmisible. Es un vil atentado a la Democracia Social.
Sencillamente porque no es justo. Y este malversado sistema lo ha hecho posible
con todos los subterfugios necesarios y sin dar jamás la cara.
No cabe otra que cambiar este malévolo sistema que unos pocos
han sabido instaurar con el desconocimiento -las más de las veces a través del
engaño y de la mentira- de la mayoría. El que quiera el poder de la ciudadanía
que lo obtenga en las urnas y no gracias a lobbies y oscuras e inconfesables
componendas tras el escenario que, por otro lado, se están cargando.
Comparto lo dicho por Corbyn, es lo más sensato y es una alternativa al caos al que nos han conducido. Y aquellos
que intentan guardar la ropa y nadar, déjense de experimentos buscando tan solo
la flotabilidad y apliquen más valor a sus ideas y mójense. Recuperen sus
discursos y pongan los intereses ciudadanos por encima de economías
especulativas y de las estafadoras finanzas.
Esta Europa, este pretendido Estado Europeo, ya no hace
aguas, se está hundiendo en la miseria. Así que o los socialdemócratas se
aplican en defender todo aquello de lo que no tenían que haberse apartado, o,
simplemente, nos vamos todos a hundir en un naufragio anunciado y que, por otra
parte, es fácilmente reversible si se aplica tan solo el sentido común. Actúen,
rompan con esta cadena de esclavitud, eleven sus voces como Corbyn y legislen
en favor de la ciudadanía, no en su contra. Reviertan cuanto ha sido expoliado
y robado. Permitan la puesta en marcha de aquellos logros técnicos que, esos
pocos sinvergüenzas, no dejan que vean la luz, sencillamente porque no les
conviene a sus intereses oligárquicos.
Utilicen todos los mecanismos de los que disponen, deroguen
leyes, abolan cuanto vaya en contra de la redistribución social y limiten por
arriba lo que siempre fue impuesto a los de abajo. Un reloj de un millón de
euros es un atentado a los principios básicos de la vida, va contra ella misma,
va contra la esencia de nuestro universo. Mejor darle un millón de cocotazos
bien dados, a ver si así entienden lo que es importante, lo que es necesario de
lo que no. Que es un verdadero sarcasmo utilizar una vida tan corta y única
para tener un reloj de un millón de euros, o un cuadro colgado de una pared de
cuarenta.
Impidan que esta sin razón consumista del usar y tirar
termine con hacer fracasar el proyecto Humano. Únanse pues esas voluntades y
háganlo, hagámoslo rápido, que el tiempo juega en contra y, eso sí, todos
sabemos que es implacable.
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