El encierro, ayer, de Willy
Toledo por haberse cagado en dios y no sé cuántas blasfemias más y por ser
denunciado por un grupo de abogados muy católicos, no deja de ser la imagen del
País que tenemos. Un País medieval que aún permanece bajo los auspicios y leyes
del régimen de aquel golpista que con su cruzada obtuvo el privilegio de
caminar bajo el santo palio y, además, ser nombrado caudillo por la gracia de
dios, cosa que no es, en nada, algo baladí, si no fuera porque más que la
gracia de dios fue la gracia de aquellos ensotanados que tanto ganaron y ganan
cuando se arriman a los poderes terrenales y que, a través de cualquier tipo de
violencia, imponen sus santos cojones, el miedo y el terror más cruel. Todo por
mantener sus privilegios y riquezas, la mayor de las veces arrebatadas de forma
no muy lícita, ni muy ética y encomendándote al “Que dios te lo pague hermano”, que ya nos encargamos
nosotros de inscribir todo lo inscribible.
El caso es que en este mundo
hay una inmensa variedad de lo que llaman religión y cada una de ellas posee su
propio dios y cohorte. Siendo esto así, qué de cierto hay en ese ente. No son
tres, son muchos más dioses. Y si por encima de las diferencias particulares de
cada uno de ellos se confluyera en la existencia de uno solo, qué sentido
tendrían entonces esas religiones y sus diferentes ortodoxias. No cuadra. Las
creencias más antiguas creo que eran más acertadas, tenían un dios para cada
una de las actividades, para cada uno de los hechos, para cada una de las
situaciones y, además, eran como más humanos o, mejor dicho, antropomorfos. A
todo ello le llamaron mitología para seguir despistando al personal.
Lo cierto es que todas
fueron y son un perfecto vehículo de distracción; de alejamiento de la
realidad; de ignorancia; de hipocresía y como definiera Karl Marx son el opio
del pueblo, drogan al personal y, a cambio de promesas para después de muerto,
te arrebatan, de las formas más sibilinas, directas e indirectas, hasta el
último céntimo. Son un compendio de rituales y costumbres –que cambian según convenga- para conformar y aplacar las
naturales exigencias de bienestar y felicidad a la que todo hombre y mujer
tienen derecho en esta bendita tierra mientras vive y no las que prometen en la
otra vida de la que nadie, absolutamente nadie, sabe algo. Desde niños te
educan en esos preceptos para que los adquieras como naturales cuando no lo son,
delimitando tu libre desarrollo humano. Sus representantes si saben disfrutar
del bienestar y felicidad, nada más hay que verles, gozan de perfecta salud y
alcanzan una vejez larga y placentera. Poseen enormes riquezas, no pagan
impuestos, son los propietarios de las mejores edificaciones en todas las
ciudades, de las mejores y más numerosas fincas de todo tipo en todo lugar.
Poseen sus propios hospitales, residencias, zonas de veraneo, sus propias
universidades y todo cuanto les haga una feliz vida terrenal en todos los
países que conforman este mundo. Poseen sus propios tribunales y son laxos, muy
laxos con sus ovejitas descarriadas, aunque éstas hayan cometido de los peores
crímenes abusando de su status y preeminencia. Grandes empresas multinacionales
son suyas –ellos son la gran multinacional, la más antigua- y todo el sistema
económico está controlado por ellos. Les han sacado un enorme y colosal
rendimiento a esa historia que, por otro lado, es del todo falsa. Por ello
tuvieron que emplearse a fondo en los siglos pretéritos y actuales. Guerras y
más guerras, inquisiciones, oscurantismo, mantener ignorantes y analfabetas a
las gentes y muchas inoculaciones de miedo y pavor en sus desgraciadas mentes y
ponerse siempre del lado del más poderoso. Nunca han permitido poner en riesgo
su grandísima bicoca, jamás lo permitirán. Por ello mantienen secretos los
libros más antiguos y todo cuanto pudiera desenmascararles. Les va bien así. Y
mienten, mienten más que hablan. Y luego te cuentan eso que llaman “Tener fe” y
se quedan tan panchos… La mejor y más grande estafa al ser humano.
Pero enlazando con el segundo
párrafo de este escrito, la cuestión, es que todo apunta a otra cosa muy
diferente de la que nos han estado contado durante milenios. Puede que nuestra
existencia no se deba a ningún ente de esas características, sino más bien a lo
que en el propio Génesis (26) se dice: “Hagamos al hombre a nuestra semejanza…”
Quien nos creara –de la forma que fuere- no fue uno, sino varios y además
poseen una imagen, un cuerpo como nosotros. Así que todo escribe, desde el
inicio, a que nuestros creadores fueron
otra raza de seres inteligentes –mucho más adelantada que nosotros y con muchos
más de cientos de miles de años de existencia- Hasta es posible que aquellos,
nuestros verdaderos creadores, sean los autores de tal entramado y
desconozcamos cuál o cuáles son los beneficios que obtienen a cambio de nuestro pesar y
sufrimiento Qué sentido tiene mantener tanta ignorancia obligada y tanto daño
en nombre de algo que no es, en absoluto, verdad, sino el de perseverar en
mantener tanto privilegio y buen vivir de una élite que vive del cuento. ¡Dejen ya de encarcelar, de engañar, de meter
tanto miedo y de tanto parasitar!
Ustedes pueden seguir con su
adoración a las miles de vírgenes, a los miles de cristos y a los miles de
santos hechos de barro, madera o mármol, pueden asistir a las miles de romerías
y a los miles de templos y santuarios dorados y disfrutar de la fiesta,
contemplar las joyas, los increíbles mantos y coronas, los tronos y toda la
parafernalia de la que se han rodeado para procurar su distracción y control.
Pero han de saber que los toman por tontos, que todo eso les distrae de la
verdadera verdad y de su derecho a vivir y disfrutar de este paraíso que aún es
nuestra tierra y que solo unos pocos pretenden destruir esos que se
autodenominan la élite, lleven o no sotana (Siempre negra, por favor, que
impone más), sayo, túnica o un traje de miles de euros… ¡Ángeles caídos! ¡Por
Dios!
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