Hoy he tenido la ocasión de leer una entrevista realizada al Dr., Juan José Rufilanchas, cirujano cardiovascular del hospital Ruber Internacional de Madrid. Cuenta que es un disparate beber más de 2 ó 3 litros de agua diarios. Que debemos de beber cuando tengamos sed y no más. Así evitaremos la ingesta de diuréticos y el exceso de trabajo a nuestros ya sufridos riñones. No por tomar más agua, limpiamos más nuestro organismo. Que tales creencias nacen de los intereses de las empresas embotelladoras y así, ven aumentados sus beneficios de forma exponencial.
Si le soy sincero, me ha sentado mal esta lectura. Soy de los que intentaban seguir esas recomendaciones de los 2 ó 3 litros de agua diarios. Mucho leído y escuchado me convirtieron en un buen consumidor de agua embotellada. (Aprovecho para indicar a los responsables
municipales, que el agua que sale de nuestros grifos es imbebible, que si la pueden mejorar, hagánlo) Este hecho me ha llevado a reflexionar sobre la mentira y la verdad.
La mentira y la verdad existen desde que el hombre es hombre. Primero, digo yo, que sería la verdad. En nuestros orígenes todo cuanto nos rodeaba era nuestra verdad, todo era cierto ante nuestros ojos. A algunos se les ocurrió que podrían obtener beneficios de los demás si cambiaban esa realidad. Así es como creo que nace la mentira. Al engañarte, me apropio de la verdad, de tu verdad y puedo emprender la tarea de manipularte como yo desee.
¿En qué momento dice el niño su primera mentira? ¿No está, en su intención, conseguir algo que bajo la verdad no le sería dado o consentido? ¿Es consciente de que la dice? ¿Cómo ha aprendido a decir su primera mentira? ¿Es innata la mentira? De bien pequeño me enseñaron a no mentir, a decir siempre la verdad. Es lo que siempre he procurado. Además para mentir hay que saber, yo no se mentir y si lo hiciere, se me nota un montón. De lo que deduzco que la mentira necesita de cierto aprendizaje, es consciente, todos sabemos cuándo mentimos. A pesar de ello, mentimos. ¿También ha desaparecido la conciencia?
En lo que si convendrá conmigo, estimado lector, es que la mentira es de lo más común en el ser humano, si no en todos, en la gran mayoría y así nos va. Mentimos más de lo que hablamos y escribimos. De lo que podemos inferir que todo cuanto hagamos responde a una gran mentira que se propaga y transmite de unos a otros. Dónde empieza y dónde acaba, ¿quién lo sabe?
En lo que si convendrá conmigo, estimado lector, es que la mentira es de lo más común en el ser humano, si no en todos, en la gran mayoría y así nos va. Mentimos más de lo que hablamos y escribimos. De lo que podemos inferir que todo cuanto hagamos responde a una gran mentira que se propaga y transmite de unos a otros. Dónde empieza y dónde acaba, ¿quién lo sabe?
De lo que conocemos de nuestro pasado, ¿qué es verdad y qué mentira? Los registros escritos antiguos ¿respondían a la verdad? ¿Se dijo la verdad sobre ellos? O, por el contrario, ¿se modificaron los textos según los intereses del contexto imperante? El hombre (algunos) siempre ha mentido porque a través de la mentira obtiene beneficios. De esto no nos cabe duda.
En un juicio, la libertad o la condena, puede depender de que la mentira sea aceptada como verdad o de los subterfugios que aquella sea capaz de construir.
El sistema económico, por el que somos gobernados, es una de las grandes mentiras de los últimos siglos. Es tan gorda esta mentira que está a punto de explotar. Ya no es sostenible por más tiempo y la pescadilla se va a comer la cola, se va a devorar a sí misma y a nosotros con ella.
Hay serias dudas de que el hombre pisara la luna allá por julio del 69. Técnicamente los ordenadores de esa época apenas tenían memoria o requerían de edificios enteros para tenerla. ¿Por qué no se ha vuelto a pisar el suelo lunar? Si fue verdad, ¿se mostraron todas la evidencias? o, por el contrario, sólo aquellas que nos dejaban indiferentes. ¿Habían, hay, construcciones hechas por algún ser inteligente?
La industria farmacéutica ¿busca realmente nuestra salud o, por el contrario, busca el mantener las enfermedades vivas y hacernos asiduos a sus medicamentos? Si nos sanaran, ¿dónde quedarían sus beneficios?
¿Es cierto que nos fumigan –chemtrails- desde el aíre? Lo que si sabemos es que nuestro aire cada vez es menos respirable y, cada vez más, causante de mayores enfermedades respiratorias y alérgicas.
¿Es cierto que están utilizando el electromagnetismo –Haarp- con fines bélicos? Los conocimientos puestos a disposición de la destrucción, una vez más. Un terremoto por aquí, un tifón o tsunami por allá o una buena tunda de lluvia por allí. De este modo no tendrán que gastar mucho en bombitas y sale mucho más barato.
Quizás el ensayo de Wikileaks haya sido la puesta en escena del peligro que supone para la mentira, Internet. Nada puede ir contra la seguridad nacional, ésta será la bandera que se enarbole para cortocircuitar las posibles verdades que todo el mundo y, de forma inmediata, puede conocer con sólo darle a la tecla. Nada ha de ir contra la mentira, eso es lo que parece que se pretende. Que la mentira siga su curso.
Convendremos en que no hemos avanzado mucho en este juego de la verdad y la mentira. Todas las mañanas sale el sol para continuar mintiendo. A este mundo lo dirige y gobierna la mentira. Aquello que se dice de que las mentiras tienen las patas muy cortas, habría que matizarlo. Hay mentiras que ya duran muchos siglos. Y si fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro creador, ¿también miente él?
Pensemos que la verdad y la mentira pueden, perfectamente, identificarse con el bien y el mal. Y si lo que predomina en este mundo, desde los máximos dirigentes elegidos o no, desde los máximos jerarcas de la economía y del comercio y desde nuestras más cotidianas relaciones, es la mentira; es el mal el que gana, el que ha ganado nuestras vidas desde hace miles y miles de años.
Siempre hemos pensado que este mundo es demasiado complicado y quizás sea por la mentira y el mal, suponen, ambos, de una elaboración compleja, consciente y mucho más complicada que la verdad.
En otra ocasión les hablaré de la obsolescencia programada, pero no quiero dejar de comentarle que días atrás tuve la ocasión de ver un programa sobre el tema. Lo esencial es la existencia de una bombilla en un parque de bomberos de una ciudad norteamericana que continúa encendida más de 100 años, de forma ininterrumpida las 24 horas de cada día. Todas las bombillas que desde entonces hasta ahora se han fabricado son una perfecta mentira y una estafa, no ya a nosotros como consumidores, sino a todas las materias primas necesarias para su fabricación. No se pretenda excusar esta mentira con la cuestión del empleo que no se hubiera generado. Sólo respondía a los intereses económicos de quién, con la mentira, se hizo oligarca de ese mercado.
Y así han hecho y hacemos que funcione este mundo, con la mentira. Una tras otra.
La mentira es la que ha ganado la batalla hasta ahora, con la obsolescencia indebida, entre otras.
Lo cierto es que la verdad no teme a la mentira, ¡si es la mentira quien teme a la verdad! Si el mal teme al bien, ¿seremos capaces de desenmascarar a tanta mentira, a tanta maldad? La mentira dura mientras llega la verdad. ¿No será ya el momento para exigir que sea la verdad y el bien quienes empiecen su mandato?
Seamos inteligentes, sensatos y exijamos que no nos den más el gato por liebre. Que la vida es demasiado bella para desperdiciarla en favor de la mentira.
Nuestro más inmediato hacedor, el amigo helios, parece dispuesto (ya ha comenzado) a depararnos más de una sorpresa, sorpresas a las que todos hemos ayudado: ensuciando nuestra atmósfera, la hemos hecho más vulnerable y no haber profundizado, continuado, los estudios de nuestros ancestros en él, también. Pero ¡claro!, era más importante la fabricación, innecesaria, de las bombillas. ¡Insensatos!
Eso es lo que, además de mentirosos, somos: unos incautos insensatos y no los reyes de la creación. Así nos va…
Eso es lo que, además de mentirosos, somos: unos incautos insensatos y no los reyes de la creación. Así nos va…
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