Se calcula en un millón de ancianos los estafados por las preferentes. Por muchas vueltas que le den los especuladores de traje y corbata, el resumen de tales suscripciones, no es más que una estafa. A estos viejos españoles les han sustraído unos 30.000 millones de euros. Todos sus ahorros, los de toda una vida. La confianza es mala consejera cuando se trata de bancos o cajas de ahorro. Me pongo en la carne del empleado bancario que aprovechándose de la misma y del desconocimiento por no comunicado (quién de esos ancianos hubiera estampado su firma si se les hubiese dicho que no podrían disponer de su dinero hasta el año 2500) y se me retuercen las tripas. ¡Sinvergüenzas! ¡Cómplices necesarios para la comisión del crimen! ¿Suscribieron, ellos, a sus padres o abuelos en tales bicocas?
¿Alguien del Estado les defiende?
¡No!, todo es legal, es la lícita ingeniería financiera. ¿Qué sociedad es esta
donde lo criminal se confunde con lo legal? ¿A qué estado de depravación y
pillaje hemos llegado? Son sólo un millón de ciudadanos y que con su pan se lo
coman, dirán los respetables y adustos consejeros de administración (de
fabulosas remuneraciones y jubilaciones) de las entidades satánicas. ¿Para qué
nos sirve el Estado? ¿A quiénes sirve el Estado?
Una anciana desahuciada por haber
avalado la casa de un hijo (qué no hace una madre por sus hijos), que perdería
su puesto de trabajo contra su voluntad, va y se encadena en una sucursal
bancaria como único recurso para comunicar a los demás ciudadanos tanta tropelía.
Dos horas tardan los efectivos de la seguridad del Estado en desencadenarla,
que queda feo, ahí, justo en la entrada de ese local de especuladores
financieros, donde todo el mundo la ve. La poderosa entidad denuncia, hay
juicio. No ha habido riesgo a la integridad de los ejemplares y dignos
empleados, pero “encadenarse ante la puerta del templo de la usura” es
intolerable y además puede espantar a los incautos ciudadanos que nos traen su
dinero para nuestros negocios y enjuagues. Una multa de 20 euros y las costas
que de seguro serán de algunos cientos. ¡Bendita celeridad en resolver tan
escabroso e indigno hecho! ¡Que se sepa quién manda aquí! Mientras el o la
Gürtell lleva años y años y los que aún quedan. Al final nadie será condenado,
ni tan siquiera a las costas.
A ese Estado, que le importa un
bledo su ciudadanía, dirigido por la derecha más retrograda e insultante lo
están militarizando. Las reformas que pretenden salvarnos del déficit van a
acabar con la casi democracia que teníamos. Ese Estado que pretendía ser de
Derecho, lo van a transformar en un Estado sin Derechos. O, más claro, sin
derechos a la ciudadanía: Los ciudadanos están para pagar lo que nosotros
díganos y punto. Los ciudadanos están para guardar silencio y punto. Los
ciudadanos están para sufrir la pobreza y punto. Los ciudadanos están para
servirnos a nosotros y punto. Los ciudadanos no tienen ningún derecho y punto. Los
ciudadanos son ovejitas y nosotros los putos lobos del bosque. Y las ovejitas
no necesitan de estudio alguno y si alguna insiste que lo pague si puede. Al
igual si se ponen enfermas, que paguen, que paguen si pueden y si no, para
hacer el Soylent Green. Y a esos que se atrevieron a venir a trabajar, la mayoría
de las veces jugándose su vida, y ahora no laboran, ni cotizan; si enferman que
se busquen la vida que nuestros centros de salud y hospitales ya no son para
ellos.
El pulso se está dando. Vienen
jornadas importantes para la defensa de nuestra democracia y de nuestros
derechos. Las ovejitas tienen la palabra y han de demostrar lo que realmente
están dispuestos a luchar. Los lobos ya sabemos lo que quieren: volver a la
vida del cortijo y a la de los vales para el economato.
Nuestro presidente del gobierno
más inepto y despiadado que España ha tenido en estos años de falsa democracia,
y nada más saberse elegido dijo: “Nadie
tiene que sentir inquietud alguna” ¡Menos mal! Jamás nadie mintió tanto incluso
a quienes palurda y cándidamente le dieron su confianza.
Quizás, y sea una posibilidad, más
pronto que tarde tengan que presentar su dimisión todos los que son. Por
embusteros, por hipócritas, por ineptos, por clasistas, por prepotentes, por su
servidumbre a una política económica que nos conduce al abismo, por carecer de
las soluciones que prometieron tener…
Ganaría el Estado, ganaríamos las
ovejitas, ganaríamos los ciudadanos libres y honrados que no hemos provocado
esta crisis.
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