Siempre parece haber sucedido en nuestra historia conocida que, un fenómeno climático de grandísimas consecuencias o un gran movimiento social o, quizás ambos, son los impulsores de una transformación total de las consciencias humanas, que despiertan de su ceguera. Más también ha ocurrido que el hombre es dado a olvidar de forma rápida y vuelve a caer en las mismas miserias y sonrojos que producen su enardecido egoísmo.
Así, me parece a mí y a otros
muchos, también, de que andamos al final del tiempo de nuestro último olvido
más reciente y aquí, los tiempos, no se miden en lo que dura una vida.
Observamos una civilización infinitamente más desarrollada que las anteriores
conocidas. Sólo nos bastó un siglo y pico para hacer ese esfuerzo que pudiera,
ahora, ser inútil.
Una civilización que, a pesar de
tanto y tanto desarrollo, se halla perdida y sin rumbo, con miles de millones
de personas en la pobreza más extrema y con las miserias colgando de sus
narices infantiles, adultas y ancianas. En estos últimos años el axioma entre
los pobres y los ricos es infinito. Son, cada vez más, los pobres los que
crecen. La riqueza siempre estuvo en pocas manos, cuantas menos, mejor. Además
de todo lo que la riqueza ofrece, hay algo que sobresale de ella y es el poder.
Un hombre rico es un hombre poderoso, aunque un hombre solo, por muy rico que
sea, no es capaz de expandir todo su poder. Para hacerlo necesita de otros
hombres ricos y, juntos, sus riquezas y poderes parecen no tener rivales. Esta
es una gran razón para el ejercicio del poder omnímodo: pocos hombres ricos se
unen y pactan sus poderes. El resto, miríadas de hombres pobres, sueltos y sin
capacidad alguna del trato ni del acuerdo. Más centrados en disputas con su
igual de clase y haciéndole el centro de todas sus desgracias y al que combate
por el trozo de pan en juego. Mientras, los ricos quedan exentos de disputas,
de responsabilidades; quedan liberados para continuar con nuestro saqueo. Son
ellos los que manejan las informaciones y los datos y los manejan a su antojo y
beneficio, quedan siempre libres.
Aquellos, los hombres sin cobijo
o, acaso, en templos a la estulticia donde son vilmente engañados, señoreados y
modelados, adormecidos con promesas para la otra vida; estos pobres parias de
toda índole, encima, son los que más se procrean. Quizás sea por ello que son
tantos y tan pobres.
Y aquellos hombres, pocos, ricos
y poderosos se preguntan: “¿Para qué tanta gente? Hoy ya no son necesarios, que
así no hay quien viva. Tanta gente pidiendo comer, tanta gente pidiendo esos
derechos que creen suyos. Tanta gente hablando de nosotros y de nuestro dinero
y de nuestro poder. ¿Qué se habrán creído estos inútiles? ¿No son conscientes
de que este planeta ya no es sostenible? ¿No llegan a tomar conciencia de que
ya son demasiados? Y para todos, no hay. Son las reglas de la propia
Naturaleza, el más fuerte se come al más débil; el más poderoso mantiene el
equilibrio del ecosistema
El sistema que nuestros
antepasados y que nosotros hemos ido continuando no puede ponerse en riesgo por
estos menesterosos. Son demasiados. Es nuestra obligación salvar a la especie y
es mejor, para su supervivencia, que desaparezcan en las cantidades adecuadas.
Antes de que el sistema se vea en riesgo total, hemos de poner los medios
necesarios para que el equilibrio perdido sea restablecido. En eso estamos. Ya
toca. Es nuestro sistema”.
Así tras más de cuatro años de
una crisis financiera y bancaria que está acabando con la poca riqueza
repartida en décadas atrás, resulta que están preparando la estocada que nos
conducirá y parece que será irremediable, al mayor conflicto armado de la Historia. En la última década,
crisis incluida, los gastos de armamento han crecido en un 59%. ¿Por qué y para
qué será?
La crisis alimentaria que hasta
ahora han padecido lo más pobres de los pobres está muy cercana a alcanzar a
los, aún, no tan pobres.
El derrumbe financiero está
siendo ultimado. Centenares de adustos dirigentes bancarios han presentado sus
dimisiones y comprado tierras lejos de los que fueron sus centros de poder. No
sin antes hacer líquidas sus posiciones accionariales reconvirtiéndolas en el
siempre seguro oro y volviendo a los refugios de invierno bien pertrechados y a
verlas venir. La deuda generada en el mundo es impagable y eso no es más que
otra burbuja de un sistema condenado desde su inicio. Burbuja a punto de la
explosión más incontrolable jamás vista. Por que los Estados, las Naciones ya
están exhaustas, en todos los sentidos, de tanto desatino. No permitirán ni harán
tabla rasa y no resetearán el sistema, prefieren el caos y la destrucción.
Es triste, muy triste, pero así
veo las cosas. Fíjese que hasta en Europa, la sorpresa impensable hasta ahora,
sería que la propia Alemania decidiera salirse del Euro. Si en estos años de
crisis económica han conseguido reponer sus posiciones financieras a costa del
resto de los países del sur, y con lo que se avecina, ¿para qué quiere seguir
en un club que se viene a bajo? ¡Ahí os quedáis!
Siete empresas controlan el 70%
de los medios de comunicación en el mundo. Controlan la Tv , los satélites, las
agencias, las redes de cable, las revistas, las radios, los periódicos, las
editoriales, la producción cinematográfica, la conexión a Internet, la
distribución de películas…todos los medios. Fox News/Time Warner/Disney/Sony/Bertelsmann/Viacom/General Electric. (Jerry
Mander, Pte. Internacional Forum sobre globalización)
Harán todo lo posible e imposible
para que el sistema sobreviva, el sistema está por encima de las gentes. Este
es el gran error, colaborar con un sistema que, más temprano que tarde,
termina, siempre, engulléndose así mismo y que se piensa estar por encima de
aquellos a quienes tiene que servir.
Apelo a ese gran movimiento
social que acabe con los errores y los egoísmos de este sistema, por que, o lo
hacemos nosotros y ya, o nos destruirán como a conejos. Poner los contadores a
cero, modificar aquello que nos ha conducido a esta situación, regular la
economía, limitar la riqueza, liberalizar la energía y acabar con el
especulador. Otro mundo es posible.
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