Al terminar este caluroso mes de junio hay que dar a Pilar algunas
calificaciones sobre su gestión. No ha sido una alumna aplicada ni eficiente en
su trabajo, por lo menos, en cuanto a los beneficios resultantes para sus
administrados que, siendo sus principales accionistas, no han visto plusvalía
alguna, sino, más bien, todo lo contrario, todo son púas y más púas a su costa.
Esta, aptitud muy deficiente donde las haya, ha sido siempre
su disposición ante las asignaturas de todos sus cursos y los test psicológicos
no fallaban al apuntar una cierta tendencia al totalitarismo sobre aquellos que
la contradicen y al favoritismo para con aquellos de sus amigos que la
complacen en sus exigencias y ocurrencias. Nunca hizo algo por corregirlos.
Quizás por ciertos rasgos de paranoia que también afloraban en dichas pruebas
psicológicas y esas sus lastimosas arengas donde se presentaba como víctima de
oscuras estratagemas, que daban, más que pena, tristeza. Y que, a nadie ya,
produce efecto alguno.
Después de tantos y tantos cursos, sus problemas psicológicos
no han mejorado, sino, más bien, empeorado los síntomas. Su imputación por la
Justicia y dándole ésta una oportunidad, va y la rechaza y alargará, con ello,
todo lo que pueda su comparecencia ante el Tribunal que la ha de juzgar por el
delito de prevaricación.
Sabe que ya no le quedan amigos entre las filas de su
organización, sabe que ya nunca irá en lista alguna. Ya no tendrá los votos
suficientes como hasta ahora ha tenido, porque la verdad de su gestión está
alcanzando hasta el más tonto del barrio que ya ha despertado de su letargo. Su
vida política ha terminado. Ya le han fijado dos o tres de los posibles
sustitutos (Andrés Ayala, José Vicente
Albaladejo. Arreglaos van y vamos) y se irá a casa sin aforamientos que la
cuiden y puede que, incluso, sin la compañía de los amigos que pensaba tenía, a
no ser que vínculos más altos les unan.
En todas las infraestructuras que realizó siempre se le
disparaban los presupuestos iniciales. Daba igual que el presupuesto fuera
pequeño o grande, el caso es que todos aumentaban, disparándose algunos sin que
supiera ponerles coto. Auditorio y Palacio de Deportes, aún sin terminar.
Su unilateral decisión de trasladar la estación de Adif a los
terrenos de Mandarache, es sencillamente un caso más de prevaricación. Ella
quiere que sea así porque favorece con ello el desarrollo urbanístico de esos
terrenos que sus más íntimos amigos, hace años, cribaron en cuanto a los
propietarios originales para hacerse con las mejores propiedades y con la
gestión de los dos planes de urbanización resultantes. En un principio estaba
prevista la creación de la Ciudad de la Justicia, pero eso ya no será. Y sin
nada emblemático que ofrecer, quién querría comprar un piso allá. Recordemos
que Pilar desarrolló un centro comercial que jamás ha funcionado y que hoy está
prácticamente abandonado. Es necesario, pues, un hito que signifique un algo,
sino, apañados vamos en la venta de tantas miles de viviendas.
Con ese traslado, los cartageneros, además de más de 600.000€
(Ya pagamos otros tantos por el convenio del 2006) también aportamos, ahora,
los terrenos. 80.000 m2 que resultan del 10% de aprovechamiento del plan de
reparcelación. En la actual, los terrenos son propiedad de Adif. Craso negocio
para los cartageneros.
La urgencia de la llegada del AVE (Como muy pronto en 2020)
aún no está clara, pues en la propia Adif no se atreven a dar fecha alguna. Y,
sin modificar las curvas del Reguerón y
Sucina, jamás un AVE llegará con la velocidad de un AVE. Rectificar es
cosa de sabios, pero la sabiduría no fue nunca una de sus virtudes, más bien ha
sido la cuquería de beneficiar a sus amigos,
lo que la alentó todos estos años. Además, no ha sido capaz de dar
ningún argumento de peso que justifique, de verdad, ese traslado, ninguno.
Qué falta hacía en la Plaza de S. Francisco una cafetería que
rompe con toda la trama, qué falta hacía cuando la iniciativa privada,
subvencionada, para mayor inri, por el Ayto., está llenando todas las calles
del Centro Histórico. Que, encima, han fallado en la adjudicación del
destinatario preferido y tienen un recurso judicial que ha paralizado todo.
Pero ahí está, otro mamotreto más. 132.000€ de los impuestos de los
cartageneros destinados, de momento a la nada, y que ni la propia concesión,
cuando se dirima, pagará ni en los próximos 30 años. ¿No es esto también un
caso de prevaricación?
Ella, que con el caso del cierre del Rosell, siempre escudó
en que no era de su competencia, ¿Si lo es erigirse en promotora y constructora
de una cafetería para luego regalársela al amigo de turno? Casi igual que el
Auditorio. Esta sí que no es una función municipal, ni el dinero público está
para esas cosas, mi querida alcaldesa imputada.
Sin embargo olvidó reclamarle a sus amigos del gobierno
nacional, el Centro Nacional de Párkinson, que tanto demandaba cuando estaba
Zapatero. Ni una sola palabra a los suyos, ni una.
Son algunas notas sueltas sobre la imputada alcaldesa, que
estamos en junio.
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