Rajoy, presidente del peor gobierno español de esta pseudo
democracia que tan mal nos gobierna, se va a China en busca de cash. Antes,
deja un cadáver político en figura de ministro de justicia. El dimitido Sr. Gallardón
deja la política y no creo que ésta lo note mucho, más bien al contrario, agradecerá
su salida.
Me ahorraré los motivos de tal dimisión porque, de seguro,
los conocerá usted perfectamente. Aquí, lo que nos demuestra este potaje es la
forma de gobernar de una casta que aún se mantiene en las antípodas de la
modernidad, de la evolución y del progreso. Son, todos ellos, decimonónicos y
esperpénticos. Criaturas medievales y feudales, donde el señor es el amo y los
demás, tan solo sus siervos y lacayos.
Rajoy y sus secuaces lograron La Moncloa no por propios
motivos, sino por los muchos engaños y mentiras que sembraron por todo el suelo
hispano.
Rajoy castigó a la inmensa mayoría de españoles como si ellos
fueran los causantes de una crisis económica, que nos vino desde los EE.UU., y,
la parte propia, consecuencia de las políticas económicas de su mentor J. Mª
Aznar y su Ley del Suelo. Porque no nos olvidemos, fueron los ayuntamientos y
las comunidades autónomas, por ellos gobernadas, los causantes de tanto
desatino y de tanta y tanta ruina.
Ahí tienen los miles y miles de imputados, alcaldes-as,
consejeros y altos cargos de gobiernos peperos.
Estos tres años que llevamos de peperismo solo han servido
para que una parte de esta sociedad española se separe más de la otra parte.
Los ricos y pudientes se han hecho más ricos y pudientes. Los que no eran
necesitados y pobres se han hecho más necesitados y más pobres. Rajoy castigó a
la inmensa mayoría de españoles subiéndoles los impuestos y las tasas, disminuyéndoles
sus salarios, restándoles derechos laborales, judiciales, educativos y
sanitarios. Y libertad, con sus leyes represivas y cargadas con grandes dosis
del miedo que un poder degenerado y antiguo es capaz de inocular en sus gobernados.
Recortes para todos menos para ellos, esa fue y es, siempre, su filosofía.
Todos aquellos datos negativos de la economía española por
los que tanto defenestraron a los socialistas, son hoy, y a pesar de todo lo
anterior, peores que aquellos. La deuda ha superado el 100% del PIB, el déficit
es superior al 7%, las exportaciones se resienten y el dinero no circula. Lo
inyectado en las cajas y bancos rescatados lo han dado por perdido. La
industria nacional no crece, sino todo lo contrario. Nuestro peso internacional
ha caído a borbotones y se ríen de nuestros ministros y diplomáticos. No
contamos, para nada, en el concierto internacional. España, y a trozos, la han
están vendiendo al mejor postor.
Esta antigua y vieja derecha española debe desaparecer de
nuestros pueblos, ciudades y regiones.
Bastante, demasiada la vergüenza que arrastra esta vieja
Nación con estos elementos de la más rancia política. No son ellos los dueños,
ni los amos. Esto es lo que necesitan saber, que el pueblo español ya es mayor
de edad para mantener tutelas ancestrales. Que ya no es suyo el cortijo de
antaño.
Rajoy, si tuviera la más mínima de las dignidades y
honestidades presentaría la disolución de su gobierno y convocaría elecciones
generales mañana, mejor que pasado. Lo podría, incluso, hacer a través del
plasma que tan bien maneja. El pueblo español no tendría que esperar al próximo
año, ni perder más tiempo en echarlos a la calle, ni acumular más repulsa.
Que despierten los dormidos, que no se dejen engañar los
cándidos y crédulos. Hay que echarlos de todo poder y que permanezcan, siglos,
en el ostracismo político. Que no nos hacen ninguna falta ni sus mentiras, ni
su despotismo, ni su desprecio a quienes sí somos más españoles que ellos. No
les permitamos que hagan más negocios con lo que es nuestro.
¡Despertad!, y echarlos en las urnas. Ni un voto del pueblo.
Es lo que merecen. Elecciones generales, ¡Ya!
Que no Jose, que no, que no se vayan, todavía hay mucho por joder en esta santísima España.
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