Así se encuentra ese barco que llaman PP: descubierto, tocado
y hundido. Ese conglomerado de la verdadera y única casta nacional está a punto
de hacer aguas gracias a las tantas y tantas vías que ellos mismos han ido
abriendo en el falso e hipócrita casco que les hacía flotar.
Después de muchos años, han sido descubiertos en cuáles
fueron y son sus verdaderos intereses en este maltrecho, por ellos, País llamado España.
Solo ellos fueron y son los que siempre vivieron por encima de sus
posibilidades y a costa, siempre, de las nuestras. Nos han hundido los Ayuntamientos;
las Diputaciones; las Comunidades Autónomas el Estado; el País; la Nación
entera. Hasta nuestro prestigio internacional han echado por tierra.
Han demostrado lo que siempre fueron: las sanguijuelas
insaciables del españolito de a píe. Jamás, ese españolito de toros, procesiones,
romerías y fútbol, fue de su interés, ni esa España de la que tanto se les
llenaba la boca. Tan solo fuimos y somos aún el instrumento a través del cual
ejercían el saqueo contra todos nosotros y contra el suelo que nos da cobijo.
Tan solo ellos, sus familiares y amiguetes fueron siempre los únicos
beneficiados de nuestra ruina como personas y ciudadanos.
Su propia usura y codicia, insaciables ambas, se han
convertido en sus propios verdugos. La mentira, su desfachatez y prepotencia
los arietes con los nos golpeaban una y otra vez con la intención, la malvada
intención, de crear toda la confusión posible que les hiciera parecer lo que
nunca fueron y arrebatar, cual trileros, la voluntad real de nuestra decisión y
condición.
Ellos representan todo lo viejo de la Historia que tanto
benefició a sus ascendientes y a ellos mismos. Nunca ejercieron el gobierno con
la finalidad del bien general de los españoles y de España. Lo ejercieron, y
otras veces lo usurparon, con la única y sola intención de hacerse más
poderosos y más ricos. Siempre nos despreciaron en la oscuridad de sus
conciliábulos donde urdían todas sus insidias hacia nosotros, el pueblo.
Han sido, por fin, descubiertos en todos sus latrocinios.
Están a punto de hundirse y para ello necesitan un último agujero en su infame
casco: Que nadie les vote, que nadie del pueblo les crea ya, que nadie les
confié más su soberanía.
Solo cuando sean hundidos, este País, esta Nación podrá
respirar y ver un amanecer nítido y claro. La purificación y la liberación de
nuestro verdadero sentir, de quijotes y sanchos; de escritores y pintores; de
científicos e investigadores; de filósofos y pensadores; de atletas; de
innovadores e inventores; de artistas y de músicos; de aventureros y de
eruditos, podrán salir a la superficie y otra forma de convivencia y de
desarrollo de nuestras potencialidades verán la luz que nos han negado durante
tantos y tantos siglos.
Hundir esa vieja nave ha de convertirse en una clave
nacional. Es el lastre que nos ha mantenido ignorantes y silentes, varados a un
muelle del que nada, ni nadie, era capaz de partir, anclados para ser sus sirvientes
y lacayos. Con ellos jamás hicimos avance alguno, nos volvían a anclar a ese
muelle que tanto les agrada. Sin ellos, y lo que siempre representaron y representan, tendremos futuro para nuestros
hijos y esta Nación se hará grande y dejaremos los complejos y los prejuicios
que nos inocularon para adormecernos y manejarnos a su antojo. ¡Que
desaparezcan de nuestras vidas todos ellos! ¡Ni un solo voto del pueblo! ¡Esa
es la justicia que debemos esperar! ¡La que los españoles ejerzan con toda su
inteligencia y saber!
¡Despierta España!
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