Hasta
este pequeño pajarito está dando muestras de cómo está la cosa en este perdido
mundo. Su número está disminuyendo. Ya ven, el gorrión, ese pequeño pajarito,
tan fuerte y que tan bien supo adaptarse a todos los climas y a todas las latitudes
(Como nosotros), también está sufriendo las consecuencias de este preámbulo a
la mayor de las incertidumbres y locuras
en las que nos encontramos todas las especies ya sean éstas acuáticas,
terrestres o áreas.
De
ese preámbulo somos nosotros, la especie más inteligente, los autores, que no
quepa duda alguna. Hasta aquí hemos sido los publicistas de este prólogo que
vaticina el peor de los desenlaces para esta tragedia en que hemos convertido
LA VIDA. A cada efecto le corresponde una causa anterior y es por ello, por los
efectos presentes que estamos viendo y sufriendo, que sabemos de las causas que fueron y de las nuevos efectos inducidos
que nos han de venir y siempre dirigidos por unos pocos locos. No es nada
difícil y necesitado de sesudos análisis ni conjeturas, es, tan solo aplicar el
sentido común.
Por
cierto, en ese pino donde mi calle termina, los gorriones están alborotados y
sus piares no cesan. Será cosa de esta primavera y de este excelente día de
primeros de abril. La brisa se oye al rozar las hojas de los árboles y, de
repente, surge sobre sus cánticos,
majestuoso y potente, el trino de un mirlo negro y brillante que parece
avergonzar a esos pobres gorriones pues, al poco, acallan todos sus estridentes
piares. No ha habido que pagar entrada para disfrutar de esos minutos de vida,
cosa que agradezco a unos y al otro, porque en esta vida que nos ha tocado todo
ha de pagarse, todo tiene un precio y si no pagas, mueres. Y si no trabajas, no
cobras y si no cobras, mueres. Todo ello se fue construyendo en nombre de un dios
porque, no habiendo justificación natural alguna, el hombre acudió a él para
justificar lo injustificable y frenar así toda disputa de los sensatos.
Estarán
contentos esos dioses con tanto como se ha hecho en su nombre. Y eso,
lógicamente, si existe algo parecido a ese concepto de dios que nos fueron
inoculando siglo tras siglo y que, de haberlo, nada tendrá que ver con la
realidad que se esconde más allá de este cielo que hoy es tan azul, tan claro y
tan inmensamente bello y que otros tanto se molestan en hacerlo oscuro y opaco.
Porque, estoy seguro, nos habría ido mejor a todos de no contar con esa figura
tan divina y nefasta. Nos habríamos preocupado más de lo que nos rodea y, no
conociendo de todas esas parafernalias y cuentos chinos, nos habríamos preocupado
más de nosotros mismos y de cuanto con nosotros forma parte de este planeta.
Nadie hubiera podido utilizar ese falso “salva conducto divino” para cometer
los mayores crímenes contra esta única y bellísima NATURALEZA y contra nosotros
mismos. Porque no otra cosa hemos estado haciendo desde nuestros principios más
lejanos: Jodernos los unos a los otros. Eso es lo único que sabemos hacer bien,
pues nos lo enseñan desde niños. Y esa jodienda está alcanzando unos niveles
tales que se están tornando insoportables e intolerables para la inmensa
mayoría y, como ésta no cuenta, los pocos que son arquitectos de esta mal
lograda civilización, procederán, directa o indirectamente, al mayor de los
genocidios. Les sobramos y nos achucharán aún más entre nosotros para que les hagamos
el trabajo sucio de nuestro propio exterminio. Están trabajando en ello a
destajo. Así que el fin de las especies
no se quedará limitado a aquellas que consideramos inferiores –gravísimo error
esta consideración hacia quienes han contribuido con su existencia a que este
mundo sea lo que aún es- si no que nos alcanzará a todos, a ellos también
aunque crean que no. Tal es la degeneración a la que hemos llegado que, al
igual que en las últimas grandes civilizaciones de nuestra historia, nuestro
fin se acerca de forma inexorable. El equilibrio ya fue roto y solo nos quedan
los bandazos a diestro y siniestro antes de la inexorable caída.
Mires
hacia donde mires solo ves engaño, fraude y una insoportable manipulación de
todo lo cierto. Te roban hasta lo que no tienes: tu futuro y el de tus hijos.
Nos han robado todo y como no les queda nada más que robarnos, nos borraran de
la existencia. Así de simple. Una vez más, esa silenciosa y laboriosa
Naturaleza será la encargada de poner cada cosa y cada especie en el lugar que
le corresponde. Hasta ahora así ha sido y lo seguirá siendo mientras el planeta
que nos acoge siga dando vueltas. Una especie, la nuestra, con una inteligencia
superior es incapaz de respetar la vida tal y como se le entrega, rompe todas
las reglas que la hacen posible y, por lógica, termina por sucumbir a su propia
destrucción. Otra vez más.
Los
cimientos sobre los cuales pivotan todos nuestros anhelos y buenos deseos están
putrefactos. Demasiada maldad. Las estructuras que compartimentan nuestras vidas
no dejan resquicio ni a la verdad ni a la libertad, nos mantienen presos e
impotentes, totalmente condicionados a unos parámetros inamovibles y estancos.
Ya no queda aire ni para respirar. Los techos de toda esta deplorable, penosa y
triste arquitectura oprimen en tal extremo que todo se limita a una mera
supervivencia, a un sálvese quien pueda y caiga quien caiga.
Me
resta una pregunta:
¿Dónde
están aquellos dioses buenos que salven a los gorriones?
No
hay otra, solo ellos pueden ser nuestra última esperanza. Es lo que hay.
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