lunes, 18 de junio de 2018

SATURACIÓN DE LOS TIEMPOS

A nuestro planeta y desde hace unas décadas (3 ó 4), le están ocurriendo una serie de abundantes acontecimientos físicos y geológicos que, para la mayoría de la gente, parecen tener la actualidad y el valor del momento en el que los medios de comunicación se hacen eco de ellos y, luego, van y se olvidan. Facultad ésta de la mayoría de los seres humanos de olvidar el pasado como si, por olvidarlo, no estuviese en nuestro presente y no fuera a repetirse en el futuro que siempre es el mañana. Porque, no lo olviden, el futuro es el fruto del pasado. Pero lo cierto es que a este planeta le están apareciendo todos los síntomas de que una enfermedad muy grave lo está alterando. Aunque quizá no se trate de una enfermedad, sino, más bien, de un vaivén cósmico. Pues, todo cuanto existe en el macrocosmos y en los respectivos microcosmos, está en continuo movimiento, al margen de nuestra micro apreciación del día a día y que, por su cortoplacismo, carece de valor alguno. Súmese las infinitas transformaciones que nuestra actividad ha significado a todo ecosistema en los últimos 150 años.  

Desde temperaturas inusuales, tanto de frío como de calor, como la reducción de las cuatro estaciones a solo dos. La tierra lleva agrietándose en todos los continentes con ranuras que van desde las pocas decenas de metros a miles de kilómetros y que, en algunos continentes, amenazan con su rotura tal y como hoy conocemos. De igual forma, también los suelos de todos los rincones del globo han sufrido colosales deslizamientos de tierras y agujeros de gran profundidad y anchura que han tragado todo cuanto había en su superficie, incluidos lagos y ríos enteros. El continente de la Antártida no es ajeno a ninguno de estos hechos y, consideran los científicos allí destacados, que parte de él se dividirá y que el aumento en más de dos grados centígrados de los últimos cuarenta años provocará, lo está provocando, el derretimiento de las montañas de hielo existentes, con todas sus consecuencias. En el sureste del continente africano varias grietas apuntan que toda esa zona terminará por separarse dando lugar a nueva y gran isla. Sucede también en lo que podríamos entender como la frontera de Europa con Asía. Y en las Américas sucede igual. Habrá rupturas de las masas continentales, el mapamundi tendrá que volver a ser dibujado, sin duda.

Más de sesenta volcanes están a fecha de hoy activos en el mundo y, algunos de ellos, con una virulencia que asusta. Otros muchos se hayan con una menor actividad. La mayoría de ellos en lo que se conoce como el cinturón de fuego del Pacífico. Como consecuencia de esta actividad volcánica aumentará, lógicamente, la actividad sísmica en todo el mundo. Ejemplo de ello el Kilauea que, tras semanas de frenética actividad, no parece disminuir sino aumentar. Los expertos vulcanólogos avisan de nuevas erupciones en aquellos considerados como los mayores volcanes del mundo.

En muchos lugares del planeta se oyen ruidos extraños que nadie atina saber cuál es su origen. Como si fuesen el crujir desde las propias entrañas de nuestra tierra. El interno magnético está siendo influenciado por fuerzas gravitacionales externas y su ordenamiento, su devenir, alterado de forma significativa, como ocurre en otros planetas de nuestro sistema solar. Los polos se mueven.

Hemos visto, y seguimos viendo, huracanes y tifones en lugares donde antes no se producían y que van a ir en aumento. Fuertísimas tormentas con enormes aparatos eléctricos nunca antes vistos. Granizadas de un tamaño y abundancia extraordinarias.

Ha aumentado el avistamiento de numerosos meteoritos, quizá también, por el tamaño de los mismos y los grandes destellos que provocan, así como los pequeños temblores de tierra que originan al caer.

Esto está sucediendo en nuestro planeta y no podemos ignorarlo por que tengamos la suerte de no sufrir directamente sus efectos o éstos sean de menor calibre. Que nos alcancen de una u otra forma solo será cuestión de tiempo.

A todo ello súmele la situación político-social y económica-financiera de nuestro sistema de vida en todo el mundo: La miseria avanza con pasos agigantados. Súmele además la superpoblación de una especie que arrasa con todo cuanto le rodea y sin el menor respeto por una Naturaleza que ha perdido el control sobre el equilibrio de todo su orden. Es más probable que improbable que todo cambie. Y será bueno para el planeta. No para nosotros. Pero nosotros, ingenuos la inmensa mayoría, no somos dueños sino meros arrendatarios por tiempo indefinido o no, según contemplemos los años, las centurias o los milenios.

Una de las grandes verdades ocultas a todas las civilizaciones va ser revelada muy pronto y todos seremos partícipes.

Los ancestrales dioses están al llegar y apenas habrá tiempo para entender. Su llegada coincide con la renovación de esta tierra. No desean que su mayor obra sucumba. Necesitan mantenerla con vida, aunque sea en otro lugar, en otra tierra parecida a esta. Serán los elegidos. Ni es la primera vez ni será la última, pues todo es un puro y continúo proceso en el que el tiempo es el gran maestro, y el olvido, obligado y cómplice, su mayor aliado.
Del resto, solo unos pocos podrán sobrevivir a lo que acontezca. Ellos serán los nuevos primitivos de una cuenta que volverá a comenzar por quinta vez.

Y, gracias a los espabilados sacerdotes y para su único beneficio, volverán a resurgir los falsos dioses, engañando a las buenas gentes con falsas promesas, amenazas y cuentos varios. De nuevo erigirán templos enormes donde esconder lo que no les interese que las gentes sepan y montarán ritos según el momento y la ocasión para profundizar en su engaño. Y la rueda volverá a ponerse en marcha y, dentro, nosotros, como si de un hámster se tratara, dándole y dándole a la rueda para que no pare. Ellos, fuera, disfrutando de la vida junto a sus elegidos necesarios para mantener el control de toda su infamia.

¡Menudo Chapuz hicieron aquellos que nos forjaron a su imagen y semejanza! Algo falla. Hemos superado cuatro Apocalipsis, vamos a por el quinto y todo cuanto se nos revela queda en nada. Más de Cuatro mil cuatrocientos millones (4.400.000.000) de años y de planeta Tierra para esto. ¿Hay quién de más? Seguimos sin conocer el sentido, si lo tiene, de nuestra propia existencia. De porqué y para qué somos la obra cumbre de la creación. Parece apuntar más a un juego donde esos dioses se divierten y alimentan a nuestra costa. Como tantos y tantos generales observan desde sus refugios cómo se matan los soldados y a ellos les sube o baja la adrenalina. Miles de años guerreando. Desconocemos las reglas del juego y por eso siempre nos va como nos va. No es un juego lícito, no es un juego honrado. Unos tienen las cartas marcadas y disfrutan tomándonos el pelo; viendo cómo nos matamos los unos a los otros; viendo cómo no nos espabilamos a pesar de tanta pista que dejan suelta; viendo cómo teniendo de todo para todos, unos pocos se apoderan de lo que no les pertenece y que, a su vez, juegan como si fuesen los mismos dioses…


Dicen los herméticos que lo que es abajo es arriba. ¡Apañaos vamos!