A nuestro planeta y desde
hace unas décadas (3 ó 4), le están ocurriendo una serie de abundantes acontecimientos
físicos y geológicos que, para la mayoría de la gente, parecen tener la
actualidad y el valor del momento en el que los medios de comunicación se hacen
eco de ellos y, luego, van y se olvidan. Facultad ésta de la mayoría de los
seres humanos de olvidar el pasado como si, por olvidarlo, no estuviese en
nuestro presente y no fuera a repetirse en el futuro que siempre es el mañana.
Porque, no lo olviden, el futuro es el fruto del pasado. Pero lo cierto es que
a este planeta le están apareciendo todos los síntomas de que una enfermedad muy
grave lo está alterando. Aunque quizá no se trate de una enfermedad, sino, más
bien, de un vaivén cósmico. Pues, todo cuanto existe en el macrocosmos y en los
respectivos microcosmos, está en continuo movimiento, al margen de nuestra
micro apreciación del día a día y que, por su cortoplacismo, carece de valor
alguno. Súmese las infinitas transformaciones que nuestra actividad ha
significado a todo ecosistema en los últimos 150 años.
Desde temperaturas
inusuales, tanto de frío como de calor, como la reducción de las cuatro
estaciones a solo dos. La tierra lleva agrietándose en todos los continentes
con ranuras que van desde las pocas decenas de metros a miles de kilómetros y
que, en algunos continentes, amenazan con su rotura tal y como hoy conocemos.
De igual forma, también los suelos de todos los rincones del globo han sufrido
colosales deslizamientos de tierras y agujeros de gran profundidad y anchura
que han tragado todo cuanto había en su superficie, incluidos lagos y ríos
enteros. El continente de la Antártida no es ajeno a ninguno de estos hechos y,
consideran los científicos allí destacados, que parte de él se dividirá y que
el aumento en más de dos grados centígrados de los últimos cuarenta años
provocará, lo está provocando, el derretimiento de las montañas de hielo
existentes, con todas sus consecuencias. En el sureste del continente africano
varias grietas apuntan que toda esa zona terminará por separarse dando lugar a
nueva y gran isla. Sucede también en lo que podríamos entender como la frontera
de Europa con Asía. Y en las Américas sucede igual. Habrá rupturas de las masas
continentales, el mapamundi tendrá que volver a ser dibujado, sin duda.
Más de sesenta volcanes
están a fecha de hoy activos en el mundo y, algunos de ellos, con una
virulencia que asusta. Otros muchos se hayan con una menor actividad. La
mayoría de ellos en lo que se conoce como el cinturón de fuego del Pacífico. Como
consecuencia de esta actividad volcánica aumentará, lógicamente, la actividad
sísmica en todo el mundo. Ejemplo de ello el Kilauea que, tras semanas de
frenética actividad, no parece disminuir sino aumentar. Los expertos vulcanólogos
avisan de nuevas erupciones en aquellos considerados como los mayores volcanes
del mundo.
En muchos lugares del
planeta se oyen ruidos extraños que nadie atina saber cuál es su origen. Como
si fuesen el crujir desde las propias entrañas de nuestra tierra. El interno
magnético está siendo influenciado por fuerzas gravitacionales externas y su
ordenamiento, su devenir, alterado de forma significativa, como ocurre en otros
planetas de nuestro sistema solar. Los polos se mueven.
Hemos visto, y seguimos
viendo, huracanes y tifones en lugares donde antes no se producían y que van a
ir en aumento. Fuertísimas tormentas con enormes aparatos eléctricos nunca
antes vistos. Granizadas de un tamaño y abundancia extraordinarias.
Ha aumentado el avistamiento
de numerosos meteoritos, quizá también, por el tamaño de los mismos y los
grandes destellos que provocan, así como los pequeños temblores de tierra que
originan al caer.
Esto está sucediendo en
nuestro planeta y no podemos ignorarlo por que tengamos la suerte de no sufrir
directamente sus efectos o éstos sean de menor calibre. Que nos alcancen de una
u otra forma solo será cuestión de tiempo.
A todo ello súmele la situación
político-social y económica-financiera de nuestro sistema de vida en todo el
mundo: La miseria avanza con pasos agigantados. Súmele además la superpoblación
de una especie que arrasa con todo cuanto le rodea y sin el menor respeto por
una Naturaleza que ha perdido el control sobre el equilibrio de todo su orden.
Es más probable que improbable que todo cambie. Y será bueno para el planeta.
No para nosotros. Pero nosotros, ingenuos la inmensa mayoría, no somos dueños
sino meros arrendatarios por tiempo indefinido o no, según contemplemos los
años, las centurias o los milenios.
Una de las grandes verdades
ocultas a todas las civilizaciones va ser revelada muy pronto y todos seremos
partícipes.
Los ancestrales dioses están al llegar y apenas habrá tiempo para
entender. Su llegada coincide con la renovación de esta tierra. No desean que
su mayor obra sucumba. Necesitan mantenerla con vida, aunque sea en otro lugar,
en otra tierra parecida a esta. Serán los elegidos. Ni es la primera vez ni
será la última, pues todo es un puro y continúo proceso en el que el tiempo es
el gran maestro, y el olvido, obligado y cómplice, su mayor aliado.
Del resto, solo unos pocos podrán sobrevivir a lo que acontezca. Ellos serán los nuevos primitivos de una cuenta que volverá a comenzar por quinta vez.
Del resto, solo unos pocos podrán sobrevivir a lo que acontezca. Ellos serán los nuevos primitivos de una cuenta que volverá a comenzar por quinta vez.
Y, gracias a los espabilados sacerdotes y para su único beneficio,
volverán a resurgir los falsos dioses, engañando a las buenas gentes con falsas
promesas, amenazas y cuentos varios. De nuevo erigirán templos enormes donde esconder
lo que no les interese que las gentes sepan y montarán ritos según el momento y
la ocasión para profundizar en su engaño. Y la rueda volverá a ponerse en
marcha y, dentro, nosotros, como si de un hámster se tratara, dándole y dándole
a la rueda para que no pare. Ellos, fuera, disfrutando de la vida junto a sus
elegidos necesarios para mantener el control de toda su infamia.
¡Menudo Chapuz hicieron aquellos que nos forjaron a su imagen y
semejanza! Algo falla. Hemos superado cuatro Apocalipsis, vamos a por el quinto
y todo cuanto se nos revela queda en nada. Más de Cuatro mil cuatrocientos
millones (4.400.000.000) de años y de planeta Tierra para esto. ¿Hay quién de
más? Seguimos sin conocer el sentido, si lo tiene, de nuestra propia existencia.
De porqué y para qué somos la obra cumbre de la creación. Parece apuntar más a
un juego donde esos dioses se divierten y alimentan a nuestra costa. Como
tantos y tantos generales observan desde sus refugios cómo se matan los
soldados y a ellos les sube o baja la adrenalina. Miles de años guerreando.
Desconocemos las reglas del juego y por eso siempre nos va como nos va. No es
un juego lícito, no es un juego honrado. Unos tienen las cartas marcadas y
disfrutan tomándonos el pelo; viendo cómo nos matamos los unos a los otros;
viendo cómo no nos espabilamos a pesar de tanta pista que dejan suelta; viendo
cómo teniendo de todo para todos, unos pocos se apoderan de lo que no les
pertenece y que, a su vez, juegan como si fuesen los mismos dioses…
Dicen los herméticos que lo que es abajo es arriba. ¡Apañaos vamos!