Cuando un pueblo asiste impasible al sepelio de su exiguo estado del
bienestar, cuando permite que le roben su dinero y su trabajo, cuando permite
que le cambien leyes por otras nada democráticas, ese pueblo es, cuando menos,
el tonto del bote.
A este pueblo desde 1998, con la reforma de la Ley del Suelo, se le
sometió a un expolio sin precedentes. Políticos y funcionarios sin escrúpulos,
promotores, constructores y comisionistas, banqueros todo poderosos. Ellos han
sido las tres patas de una mafia que nos han robado el presente y el futuro.
Llenaron sus bolsillos y las seguras cajas blindadas de los bancos en los
paraísos fiscales y locales con nuestro dinero físico en billetes de 500, de
200, de 100 y también de 50€. Ahora les estamos pagando, a otros, el dinero digital
que aquellos también, se llevaron. Nadie ha sido culpabilizado excepto el
pueblo. No existe justicia de semanas marbellís para tantos y complejos casos y
de algunos tan amigos del alma. El pueblo ha sido el tonto del bote de esta
trágica historia, el único tonto del bote. Aunque seamos millones.
A ese tonto del bote le han limpiao hasta los empastes dentales y ni se
ha enterado. Y como buen tonto del bote que es, sigue sin dar muestras
exponenciales del cabreo que, cosa tan grave, debiera acompañar. Por si le
fuera en poco le hacen culpable, ¿cómo no? de una crisis global de otros
depredadores de lo ajeno sin control y de mercadeos internacionales. El tonto
del bote puede con todo, no sólo con su tontuna, también con el saber y la
diligencia de aquellos guantes blancos que le han robado y roban a sacas
llenas.
Un poco de indignación camuflada en la culpabilidad de unos gestores
anteriores que lo único que demostraron fue su incapacidad de parar tal alud o,
incluso, de verlo. A caso, muy bien engañados por un banca siempre recelosa de
sus activos y pasivos. Aquí, los listos, si se ocupan de alentar al tonto del
bote para conseguir su voto. Así las cosas, el tonto del bote, vuelve su
confianza a quien más le engaña, a quien, de verdad, se ríe de él en todas las
plazas de todas las ciudades. Y por las noches, a la hora de intentar conciliar
el sueño ya no cuentan ovejitas, ahora cuentan a los tontos del bote.
Los nuevos gestores allanan el terreno para que los suyos queden
eximidos de culpas anteriores y sigan libres en su saqueo al tonto del bote. Los
nuevos gestores suben los impuestos y tasas que siempre dijeron no subir. Los
nuevos gestores rebajan las indemnizaciones por despido a los trabajadores y
para que sus amigos de la empresa ganen más y que éstos puedan bajar el sueldo
al resto de los tontos del bote que aún trabajan y subirles las horas de curro
y, además, bajarles su parte de la cotización.
Los nuevos gestores modifican las leyes que les estorban para conseguir
la máxima ignorancia del tonto del bote. ¿Universidades? ¿Becas? El que pueda
que pague, el tonto del bote nunca tendrá el dinero suficiente, siempre se lo
quitan los listos. ¿Comedores? ¿Autobuses? ¿Quiénes necesitan de eso?
Los nuevos gestores atacan y asaltan a los viejos y viejas, que también
fueron objeto de promesas rotas, y con míseras pensiones del tonto del bote,
les roban sus escasos euros. Que vuelvan a morir en sus casas, si aún las
tienen, que ya irán los bomberos a sacarlos cuando el olor los delate.
¿Dependencia? ¿Quiénes necesitan de eso?
Los menos tontos del bote manifiestan su indignación y salen a calles
con todas sus buenas intenciones. Les coartan, les limitan, les intimidan, les
provocan. Modifican más leyes y les meten el miedo en la sangre y las multas
por esto y por aquello. Todo en aras de la paz obligada en las calles de todos.
¿Democracia? Ya la ejercieron el 20 de noviembre, ahora a esperar al 2015; eso
es lo que quieren, ese es el orden establecido. Mientras a callar aunque te
desmantelen la exigua democracia y tus bolsillos si aún se sujetan al pantalón.
Un pueblo que escasamente participa de las manifestaciones que otros
valientes y comprometidos organizan, ese pueblo está muerto. No saben a
alcanzar la sarta de mentiras que les cuentan día tras día. Y cuando las
manifestaciones y protestas son ninguneadas, los tontos del bote siguen con el
cartelito puesto. Esta España es un país lleno de TONTOS DEL BOTE.
¿Qué no hacerle a un pueblo tonto del bote? ¡Si no se enteran, si son
tontos! Harán todo aquello que se les ocurra y como ovejitas seguiremos balando,
somos los tontos del bote.
Te desmontan la mejor sanidad del mundo y la privatizan a sus amigos y
el tonto del bote a pagar si puede y si no que se muera, ¡un tonto del bote
menos! ¿Algún problema? Ellos son los que mandan y los tontos del boten les ríen
las gracias. ¿Salud? ¿Quiénes necesitan tal cosa? Si eso es cuestión de genes y
de una buena tarjeta médica, ambas cosas le son ajenas al tonto del bote. Que
pague, que pague más el tonto del bote, que no se entera, que no se entera.
El pobre tonto del bote sigue asistiendo a las misas de la esperanza de
otra vida mejor por que en esta ya sabe que todo lo tiene perdido, son
demasiados, millones, los tontos del bote. Mientras, coronas e iglesias sin
pagar y viviendo la vida loca, que son cuatro días.
Estamos pagando lo que otros se llevaron y que aún siguen llevándose y
el tonto del bote, como tonto, paga. Pero el tonto del bote es feliz, está
contento con su rol de tonto del bote. Otra cosa no consigo a entender porque
yo también soy un tonto del bote.
¿Por qué cambiarlo?
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