Epicuro de Samos se preguntaba allá por el año 200 antes de Cristo,
-
¿Está dispuesto
Dios a prevenir la maldad, pero no puede?
-
Entonces no es
omnipotente.
-
¿Puede hacerlo,
pero no está dispuesto?
-
Entonces es
malévolo.
-
¿Es capaz y
además está dispuesto?
-
Entonces, ¿de
donde viene la maldad?
-
¿No es capaz ni
tampoco está dispuesto?
-
Entonces ¿Por
qué llamarlo Dios?
Quizás Epicuro tuviera razón y más parece que no exista tal cosa más
allá de nuestra necesidad de consolarnos. Que a todos nos han contado unos
cuentos que a base de palos y sangre hemos tomado por ciertos. Y que jamás nos
contaron la verdad de nuestra existencia ni de a quiénes les debemos nuestro
aliento…
La gente es buena por naturaleza, lo decía Rousseau y también apuntaba
que “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado” ¿Qué diría, si
pudiera vernos, de la sociedad actual?
Rousseau escribió, entre otras muchas obras, “El Contrato Social” donde exponía
que “Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la
suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro es considerado como
parte indivisible del todo” ¡Lo que ha llovido desde entonces! Y, en qué han
quedado tan bellas y sabias palabras. Ahí están la gran mayoría de los
políticos de este mundo, haciendo sus negocios a costa del individuo separado
del todo.
Algunos hombres tienen una facilidad pasmosa para cambiar las cosas,
los mandatos y las necesidades de los demás y ni saben ni quieren saber nada de
“El Contrato Social”. Algunos hombres tienen una facilidad genial para hacer
ver que lo blanco no es blanco. Algunos hombres se han servido del conocimiento
y confianza adquirida para tergiversar y enmarañar cualquier proceso y quedarse
con los cuartos de los demás. Otros te mandan al frente de batalla para que te
maten o mates y todo por la patria; ellos nunca van. Tampoco los busques cuando
la penuria llega, tampoco están. Este es el sistema y si protestas, ante tanta
tomadura de pelo, te llaman antisistema, como si eso fuera malo, y te
encarcelan.
Aunque parezca contradictorio, esos hombres caínitas nacieron también
buenos. ¿Entonces? ¿Quién fue antes, la gallina o el huevo? ¿O es que existe
libertad para elegir? Debe ser esto, hay quien elige convertirse en demonio y
quien es incapaz de hacer daño al otro y no necesariamente ha de ser físico,
puede ser moral, ético y económico. Alguien enseña a alguien las tretas y los
atajos para el apoderamiento de lo que no le corresponde, de lo que no es
estrictamente suyo. Alguien enseña pronto al retoño a privatizar los beneficios
y socializar las pérdidas. Viene de antiguo y persisten y perduran. Modifican
las leyes, las amplían a lo indecible
(acuérdese que empezamos sólo con diez mandamientos) y encima te dicen que “el
desconocimiento de la Ley no exime su cumplimiento” y se quedan tan panchos.
Luego se dedican a su conocimiento y estudio y buscan los tres píes al gato
para dispensar a otros o a sí mismos y para sacar el máximo provecho de esas
¿Leyes?
Pero, y Dios, ¿Dónde está? ¿Qué culpa tienen los otros, los abeles, la
humanidad entera? Con lo fácil que sería si el castigo fuera inmediato, cuántos
se guardarían de joder al prójimo. Pero no. Nos cuentan que el castigo es para cuando
te mueras. ¡Mangas verdes! El caso es que en esta vida estamos totalmente a
expensas de lo que los caínitas y demonios quieran. Dios nunca nos amparó, ni
siquiera nos dio el cobijo que tanto y tanto se le ha pedido, implorado, en
tantos y tantos siglos.
Quizás por ello, los banqueros, financieros y grandes corporativistas
sean los más avezados en esta carrera hacia el mal del ajeno. Ellos sí que
tienen claro de quién es Dios y le sirven y le rinden verdadera adoración. A ellos
nadie les ataca, nadie osa meterse en sus asuntos, tanto es su poder. Y así
está la cosa como está, a punto de dar un reventón y nos culparan a las gentes
por ir a sacar lo que es nuestro…
…Encima habrá que pedirles perdón por nuestra osadía. Además habría que
preguntarse, ¿En qué ha quedado aquello de la suprema dirección de la voluntad
general?
- Reducido a otro tipo de mercaderes disfrazados de políticos.
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