Cuando los dirigentes políticos
de todos los ámbitos demuestran, día tras día, su inquebrantable honorabilidad,
honradez e imperturbable credibilidad, el País al que sirven sólo puede recoger
los beneficios de tan ejemplares actitudes. Sus ciudadanos encuentran en ellos,
y en sus intachables conductas, los modelos a imitar, los espejos donde
reflejarse llenos de tan altas virtudes humanas. Los espíritus mundanos dejan
de serlo y se convierten en aquellas musas inspiradoras de las más altas
empresas y de las almas puras y leales al desarrollo de una verdadera Humanidad.
No es fácil alcanzar ese grado de
perfección en las instituciones públicas y privadas y, no por ello, imposible.
Es el caso que nos ocupa. Una nación tan vieja como la española ha sabido, por
fin, elegir a los más excelentes para la mejor gobernación. Es un placer oírles
en el día a día y cuando, por aquellas circunstancias de los silencios
obligados, enmudecen, nos asoma el mono, como si de la más poderosa droga se
tratara. Un derroche de preparación, de inteligencia, de saber explicar la
complejidad diaria. ¡Cerebros!
Da encanto ver cómo, incluso en
los colegios e institutos, ya todos privatizados, se ensalzan esas figuras de
la política y de la economía. Los alumnos babean cuando los educandos, tras los
preceptivos rezos, cuentan los logros y las hazañas que sus líderes consiguen
para el bien estar de su pueblo. De cómo las más altas virtudes son los únicos
faros que les iluminan y guían. De cómo la más mínima duda que pueda surgir en
las aguas turbulentas de la siempre difícil tarea de la gestión de lo público,
es rápidamente disipada y debidamente apartada para evitar que aquellas manzanas
podridas, siempre atentas al descuido, puedan contaminar a esa élite dirigente,
con los viejos y depravados intereses partidistas. Esos jóvenes alumnos se
imaginan ya inmersos en la defensa de lo colectivo y lo social, combatiendo a
la inmundicia acechante y privativa que siempre hay en todos los ámbitos donde
el dinero se mueve. El orgullo patrio se les amontona en sus jóvenes corazones
y desean llegar pronto a la edad de poder servir a su País y a su Dios, como éstos
que ahora son ensalzados en sus aulas. Pero saben que ahora su misión es
aprender de ésa ética y de esa moralidad social y catecúmena, para mañana poder
servir a ese noble fin del bien común.
España nunca estuvo tan bien en
su Historia. Somos testigos afortunados de estar viviendo y beneficiándonos
directamente de tanta virtud y rectitud y de tanto reparto de la riqueza
nacional.
Porque es en ese reparto de la
riqueza nacional donde estuvieron todos los secretos de cualquier sociedad
cohesionada y fraternizada. Aquellas orgías privatizadoras, aquellos saqueos de
las cuentas públicas y privadas promovidos por el afán de la codicia y de la
avaricia, fueron superadas por estos nuevos dirigentes, que supieron anteponer
los intereses de la Nación por encima de los suyos propios. Así podemos ver
cómo uno de esos presidentes autonómicos sólo disponía de una cuenta corriente
con 122 euros a mitad del mes. Como tantos y tantos millones de conciudadanos
que no llegaban a fin de mes. Tal es su actitud cartujana. Su generosidad para
con los demás, su renuncia a la riqueza personal. Sólo su servicio al público
que lo elige como ejemplo. Verdaderos cartujanos de la vida. Sus estatuas lo
recuerdan en cada ciudad, en cada pueblo.
Atrás quedó tanto robo y expolio,
por fin. Hoy, los dirigentes que tenemos la suerte de tener, son los más
transparentes y no pasan ni una. Al menor aviso, al más mínimo atisbo de que
alguien puede no estar haciendo lo correcto, corren veloces a taponar esa
mácula. No quedó inmune la más alta instancia del Estado en aquellos tiempos
del todo vale. También fue mancillada, o es que nunca se supo de cuáles eran
sus artes y negocios.
El pueblo cortó por lo sano y los
echó como a sus antepasados. Su hipocresía y falso patriotismo fue descubierto
en Suiza, al igual que aquellos miles de esas familias modélicas y ricachonas,
tan respetuosas e intocables que colaboraban con el chino Gao Ping para que
éste les blanqueara o deslocalizara sus ahorritos.
El pueblo, por primera vez en su
larga y triste Historia, se puso en píe y pidió y exigió lo que, en verdad, le
corresponde. Al fin y al cabo es siempre el pueblo el que provee, el que trabaja,
al que se esclaviza para que el 10% de los que son como ellos, vivan a cuerpo
de Rey. Por fin tuvo conciencia que lo que habían estado haciendo con ellos y
sus antepasados y, después de más de 500 años, supo hacer la Revolución que
nunca hizo. No fue fácil, es lógico pensarlo, pero se consiguió echar a tanto
corrupto y tantas y tantas instituciones que amparaban el latrocinio de sus
semejantes y conciudadanos.
Todo presupuesto y por pequeño
que fuera es debatido y aprobado por el pueblo al que ha de servir. Hasta ahí
han llegado en su transparencia y eficiencia.
La banca fue nacionalizada
totalmente y son sus depositantes los que también supervisan y autorizan los
gastos y las inversiones. Fueron eliminados aquellos consejos de administración
de las grandes empresas que más bien eran consejos para repartirse, entre ellos,
los dineros ajenos. Ahora son los propios trabajadores y ciudadanos los que
deciden.
Otra de las primeras medidas fue
también la nacionalización de todas aquellas empresas que fueron consideradas
estratégicas o de interés social y ciudadano. Se acabaron los intereses
espurios de aquellas que robaban a la gente gracias a la impunidad y al
compadreo político.
Junto a las anteriores, la
educación y la sanidad fueron nacionalizadas totalmente. Así, incluso se puede
ir a un dentista sin temor a tener que suscribir un préstamo personal. De igual
modo fueron nacionalizadas aquellas empresas y agencias de seguros que
estafaban hasta los muertos. Amparadas en sus monopolios y engaños.
Las iglesias y credos fueron
expropiados de cuantos bienes muebles e inmuebles tuvieran y nacionalizados sus
templos reconvertidos en museos, salas de exposiciones y de representaciones
culturales. Acabando con una de la mayores mentiras de la Humanidad o, cuando
menos, una de las mayores usurpaciones y tergiversación de la Verdad, que tan
buenos réditos produjo a sus sumos sacerdotes durante milenios.
Fue conseguido que todos
dispusieran de la energía libre, no contaminante y gratuita. Eliminando la
súper hipoteca que para todos suponía el pago de tal recurso.
Nuestra sociedad también supo
liberarse del yugo que nos impusieron otras nacionalidades del norte, con la
complicidad de aquellos pusilánimes politicuchos. Supieron esclarecer la estafa
que nos idearon para robarnos nuestro dinero y toda nuestra riqueza, a través
de una deuda obligada por sus propias normativas y errores y que nos produjo la
mayor de las pobrezas que sufrió nunca nuestra Nación.
Hoy, España es otra España. No
existen crímenes de ninguna índole. Todo el mundo tiene trabajo y todos ganan
lo suficiente para incluso poder ahorrar, todos cuentan con superávit en sus
cuentas domésticas. Ya la “movilidad exterior” no es para buscarse un trabajo,
es para hacer turismo y ampliar nuestros conocimientos de otras culturas y
lugares. La educación y la sanidad son totalmente gratuitas y los más ancianos
cuentan con todos los recursos necesarios para que sus últimos años de vida
sean lo más confortable posible.
La Justicia apenas si tienen
casos que resolver y ser abogado, hoy, no es ninguna panacea, si no más bien
todo lo contrario. Las leyes se redujeron sólo a 10…
Los científicos e investigadores
cuentan con todos los medios para que sus logros sean repercutidos en el bien
estar de todos nosotros y del mundo entero.
Las universidades imparten los
conocimientos más actualizamos y aquellos otros que siempre fueron objeto de
censura en sus aulas. Son universidades libres de pensamiento y verdaderas
fábricas del saber, de todo el saber.
Los ejércitos fueron
desmantelados y las fábricas de armamento reconvertidas en la fabricación de
máquinas y enseres mucho más duraderos, sin obsolescencias programadas.
El transporte público, tanto el
urbano, como el de cercanías como el de larga distancia son gratuitos. El agua,
la recogida de basuras y el saneamiento son también gratuitos. Así, todos los
servicios considerados públicos y de interés general son gratuitos. La vivienda
y el suelo están garantizados por el control sobre el suelo y los precios. Un
reparto equitativo de los impuestos y la nacionalización de la mayor parte de
los sectores productivos, lo hacen posible. No hay cabida a la especulación, ni
al robo, ni al enriquecimiento por parte de unos pocos avispados. Los nuevos
gestores públicos, incorruptos y leales al servicio público y a su interés
general lo hacen posible. Y sin ningún Dios falseado ni manipulado.
Hoy, España es otra España. Póngale
usted el año.
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