Desde hace unos cuarenta años, cuando la banca y el sistema financiero
consiguieron hacerse autónomos y libres al mil por cien, para poder hacer lo que más les conviniera, hemos
venido asistiendo al declive paulatino y sin freno de la clase política. Pasadas
esas cuatro décadas, las clases políticas son solo cortafuegos entre aquellos
potentados y los, cada vez, más empobrecidos ciudadanos.
Así las cosas, esa clase pseudo política ya no se encuentra disponible
para satisfacer las necesidades y progresos de los pueblos, ahora son los más
serviles siervos del poder bancario, financiero y empresarial. Son estos los
que deciden qué, cuándo, dónde y qué hacer. Las normas y Leyes que ejecutan no
buscan el desarrollo y bien estar de la gente, ya solo buscan el
enriquecimiento –que ya es obsceno- de esas clases de oligarquías endemoniadas
y poseídas por los malos espíritus (Que haberlos, haylos)
Europa, y dentro de ella España, es un claro ejemplo de lo dicho. Los
psicópatas han tomado el poder por el camino corto del engaño y defienden a
quien le paga, no hay otra. Porque, eso de que es el ciudadano el que a través
de sus impuestos paga los costes de esa clase, solo es cosa del imperativo
legal. Otra cuestión es el futuro tras su paso por la política que bien se
aseguran en graciosas y generosas concesiones de lo que es, exclusivamente, de
todos.
Hoy esa clase política, la más mediocre y ruin, está centrada de forma exclusiva
en trasvasar todos los recursos de la Nación a la clase económica. A esa clase
económica que ha hecho de la especulación, el soborno y la corrupción sus armas
más certeras e infalibles. De tal forma, que todo lo conseguido por el trabajo
de todos los hombres y mujeres, pasados y aún presentes, ha sido y está siendo
dilapidado en un pís-pas. Esa clase política ya dejó de mirar por la gente. Sólo
mantiene los ojos fijos en el resultado económico-financiero de la empresa y
del banco amigo. Lo demás les resbala. ¡Ándeme yo caliente y ríase la gente!
Ni siquiera tienen un plan para enderezar la economía nacional, ni
saben qué es eso. Hoy ya no se llevan esas cosas. Ahora es más fácil arrebatar
los recursos a la masa y en eso están y no pararán hasta que la pobreza vomite
cerca de ellos y eso nunca será posible, que ya se encargan de mantener las
distancias. ¡Faltaría más!
Esa clase económico-financiera-empresarial, hoy, no tiene fronteras y
lo mismo hoy están aquí que mañana se van allí. Ocurre igual con su dinero,
nadie sabe dónde está, o, sabiéndolo, mejor ni preguntan. Pero, nosotros, la
gente y por el contrario, siempre estamos en el mismo sitio y no podemos
movernos con tanta soltura y desenfado. Y menos cuando los años se acumulan y
los posibles ya nos obligaron a gastarlos. Esta es una parte de la globalización
que nos vendieron, otra mentira más del sistema que estas oligarquías
endemoniadas y posesas nos impusieron con el beneplácito de los políticos más
cutres y traidores para quienes los auparon a las altas instancias del poder
político.
Uno mira hacia todos los lados, a la izquierda, a la derecha, al
centro, atrás y no ve nada bueno, nada que atisbe esperanza alguna. Hay un
camino ya trazado al que todos parecen seguir con la mayor de la resignación. Porque
cuando se dice que el rico le roba al pobre, se llama negocio y cuando el pobre
pelea por recuperarlo, se llama violencia. Hasta este punto hemos llegado y nos
han hecho entender que es así, sin más. Recordemos que todo empezó por la
necesidad de que cada uno tuviera su dinero bien guardado, lejos de los
asaltantes de caminos y ladrones. Fue de esta necesidad la aparición del
monstruo que hoy nos está devorando hasta los calcetines.
Además, decía Wright Patman (1928-1976) que: “Todavía no he encontrado
a nadie que pudiera justificar, de una manera lógica y racional, que el Estado
tenga que pedir prestado a los bancos el uso de su propio dinero. Creo que
llegará el día en que el pueblo exija que esto cambie. Llegará el día en que
nos echaran la culpa a nosotros, el Congreso, por permitir que este estúpido
sistema continuara” Esta es la cruda
realidad y hasta donde se ha llegado por la omisión y la depravación de la
clase política.
Por ello, es lícito pedir acabar con esa disciplinada clase política
que sólo tiene ojos ante los poderosos y se ciega ante la cruda y, cada vez más
denostada, realidad social a la que nos están conduciendo. En pocos meses habrá
una convocatoria para las elecciones europeas. Sería un buen momento de no
pasar por las urnas y dejarles sin los instrumentos que les damos y que ellos utilizan,
traidoramente, en nuestra contra.
Mientras llega mayo se pueden hacer más cosas ¡Hagásmoslas!
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