A un pueblo hay muchas maneras de hacerle el mayor de los daños,
solo depende de la maldad y perversión
de quien cometa el delito. Un asesinato, un crimen, se puede cometer de muchas
formas, a sangre fría o caliente, siendo, cualquiera de ellas, igual de execrable
y repugnante. Arrebatar a un pueblo todo cuanto le pertenecía y conducirlo a la
miseria y ruina más absoluta y hacerlo en un lento y premeditado proceder, es
un crimen que en esta región dura 18 años.
La alevosía, que no es otra cosa que la cautela para asegurar la
comisión de un delito contra las personas, sin riesgo del delincuente, junto a
la necesaria premeditación, siempre ha sido hábilmente enmascarada en señuelos
y artimañas que distraían de las aviesas intenciones de sus legales criminales.
Las mentiras, una tras otra y hasta lo infinito, se han ido sucediendo y,
siempre, la última superaba a la anterior, de tal manera que la paranoia y psicopatía
de sus creadores se ha ido tornando en mayor ofuscación propia, llegando a
anidar la complacencia en todos los
demás inocentes y crédulos miembros de ese cuerpo social.
Un criminal exento de responsabilidades administrativas, políticas e
incluso penales, es un engendro, que se hace y crece junto a su inmaculado y
omnímodo proceder. Quien consigue alcanzar tales cotas de inmunidad se tiene
ganado, sin duda, el puesto en algún museo del crimen y del horror en la
gestión pública.
Legislatura tras legislatura, con trampas o sin ellas, revalidar sus
mentiras y profundizar en las infinitas heridas provocadas a toda la
ciudadanía, no es una conjunción fácil de hacer, a no ser, que aquellas partes
de ese cuerpo social que debieron cumplir con su función de vigilantes del
sistema, sean parte interesada en el crimen. Solo así sería comprensible tal
cantidad de despropósitos llevados a cabo contra los intereses de toda la
población de esta mal llamada región de Murcia. Complicidad necesaria,
silenciada y, seguramente hasta chantajeada. Cobardía e hipocresía, al fin y al
cabo y que, de una u otra forma, también son o serán víctimas de tanto y tanto
sin sentido.
Es, ha sido necesaria, la colaboración interesada de unos cuantos para
que tal crimen, además de quedar impune, haya tenido las consecuencias tan
terribles en tantos y tantos cientos de miles de damnificados. Así, una
paranoia compartida entre unos pocos, deviene en la destrucción de las vidas de
muchos inocentes y víctimas de estos procesos mafiosos, que difícilmente
levantarán cabeza y que sus descendientes continuarán sufriendo en sus propias
carnes y bolsillos.
El tejedor, el psicópata de este film de pesadillas lleno, se marcha,
se quiere ir, parapetado en la inmunidad de un nuevo cargo que le blinde cuatro
años más –las prescripciones siempre juegan a favor de estos criminales-. Eso,
sí, se va antes de que el buque fantasma que abandona, cual cobarde, se hunda.
Porque este buque hace aguas por todas las vías y su línea de flotación ya está
sobrepasada, a punto de la zozobra que durante cuatrienios se fue gestando por
su proceder reiteradamente equivocado y criminal. Mientras, el pasaje asiste
impasible al predecible hundimiento, del que serán las únicas y verdaderas
víctimas y , también, cómplices necesarios del naufragio y en nada beneficiarios
del expolio del que han sido objeto continuado.
A este barco, sin puerto y a la deriva y, por cuestiones de todos ya
conocidas y sufridas, será un aeropuerto quien lo termine de hundir, es el
puyazo final y definitivo, la herida de muerte a la región de Murcia.
Pero él se va, feliz y contento al retiro dorado…
… Si ustedes así lo quieren, que no olviden que le tendrán que votar.
En sus manos está que consiga el premio, que dice tener ganado, a costa de la
ruina de Murcia.
¡Habrá más cinismo!
Por Dios y por la Virgen bendita.
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