“Acaso el origen de tanta tiniebla española esté en la
religiosidad con antojeras que nos separó de todos los demás. El catolicismo
rígido –con sus penitencias, sus sacrificios y sus valles de lágrimas-
consiguió que amargásemos a medio mundo y procurásemos quemar al otro medio;
pero, más que a nadie, nos amargó a nosotros. A nuestro concepto de la religión
como trampa infinita, como desdén de esta vida en función de la otra, unas
veces fomentado por la Iglesia, y otras por los gobernantes, le debemos
habernos pasado guerreando toda la Historia: la vida como una milicia. Contra
los arrianos, contra los moros, contra los judíos, contra los herejes, contra
los turcos, contra los indios… (Y contra nuestros propios hermanos en la última
cruzada del 36, añado) Un espanto… Sin libertad aquí, no hay ni cielo ni
infierno ni gloria que las valga en otra parte. Si no se cumple el primer
compromiso –vivir en donde estamos- difícilmente se nos ofrecerá otra oportunidad
después. Y los españoles somos propensos a huir de la realidad hostil en lugar
de cambiarla. Por abajo, huimos con la picaresca; por arriba, con la mística.
La solución es no ser como somos. Porque, más que a vivir, aspiramos a
sobrevivir, en el sentido material o en el espiritual. Y eso no es nada bueno.”
“Todo lo que se alaba de los Reyes Católicos es un broma
histórica. La unidad nacional no es algo que se proponga ni se imponga: es algo
que se deduce y se consigue con un Estado inteligente y fuerte, que acierta a
convertir un ideal político en la aspiración de los ciudadanos de todos los
niveles. En España, hasta el presente, no ha habido nada de eso.” (Antonio Gala,
El Pedestal de las Estatuas)
Sirvan las dos citas anteriores para remontarnos al origen de
nuestros ancestrales males. Entre el catolicismo más hipócrita y falso que,
sirviéndose de la figura de un ser excepcional, solo ha sabido llenarse de
riquezas y tesoros y los gobernantes necesarios y cómplices, a los españoles no
nos han dejado levantar cabeza en los últimos 600 años, que no son pocos.
A través de las dictaduras de toda índole que nos han
impuesto nos han convertido en ovejitas que siempre son sacrificadas para que
aquellos nunca pierdan sus status llenos de privilegios y boatos. No hay País
en el mundo con mayor número de iglesias, una por pueblo, cuando menos y
siempre, sus torres, las más altas. Un espía en cada pueblo hasta no hace mucho.
El mejor servicio de información para
que iglesia y gobernadores supieran siempre de la ovejita u ovejitas díscolas y
con pretensiones libertarias.
No hemos cambiado a pesar de tanto siglo y, quizás sea,
porque las fuerzas de las armas en manos de la aristocracia política, económica
y eclesiástica, nunca lo han permitido. De las armas y del camelo que cuentan a
diario en esos templos a la estulticia y al engaño de las mentes más simples. Y
también de la economía como estamos siendo víctimas en los tiempos actuales,
donde esas mismas oligarquías de todos los siglos nos han y están asestando los
mayores índices de pobreza y miseria junto a un recomponer los cánones de esa
iglesia que se niega a perder los excesivos privilegios acumulados en cada uno
de los años de esos siglos, Inquisición incluida. Pero también es posible que
algo hayan tenido que ver los traidores que, a cambio de unos duros,
traicionaban hasta a sus madres y padres. No digamos, entonces, a sus vecinos y
compatriotas. Y de estos, estas tierras están llenas.
Quizás por ello, cuando uno ve a hombres como el juez Silva,
se le renueva la esperanza de que es posible que cambiemos, de que es posible
que veamos la luz; pero no esa que nos están vendiendo, que es falsa y
engañosa, sino la luz que nos haga ver la verdad de lo que nos han estado
infligiendo durante siglos.
“Los españoles tienen el derecho a saber lo que ha pasado
aquí porque a diferencia de los otros relatos… éste relato está costando que
ancianos no tengan asistencia médica, que estudiantes no puedan estudiar, que
la gente no tenga esperanza… miles de personas que se quieren ir de España,
gentes importantes para el País. Que ya no creen en esto. Ese daño moral,
emocional, genera tristeza, inquietud, falta de paz, falta de sosiego, eso va a
ser difícil restaurarlo…” (El Juez Silva, La Sexta Noche, 11-01-14)
Y para saber de la verdad necesitamos de gentes como ese
juez, como esos periodistas y como todos
esos ciudadanos que reclaman en las calles el final de tanto despropósito y que
todos dan muestras de valor y rebeldía ante el crimen del que estamos siendo
objeto. El caso de Caja Madrid, después Bankia, es el buque insignia de esta
flota de sinvergüenzas que han acabado con la fe y la esperanza de millones y
millones de españoles y con sus posibilidades de realizar una vida digna. Pero
no han sido ellos los únicos, han habido muchos más, demasiados, los necesarios
para acabar con todo un País, con toda una ciudadanía a la que hoy se le ha
negado lo más importante que una persona posee: La Vida.
Y todos, los unos y los otros, han de ser descubiertos por
imperativo de los tiempos. España ya no puede permitirse ser expoliada ni
pisoteada una vez más, que lo está siendo. La rabia y la impotencia de un
pueblo desarmado pueden ser más fuertes que todas las armas y todos los
templos.
Anuncian que un nuevo rescate, esta vez a la CAM, puede
rondar los 17.000 millones de euros. Sería inaceptable que a estas alturas de
esta deplorable e injusta película, estén pensando en volver a rescatar, otra
vez con nuestro dinero, a otra entidad de ladrones y que éstos estén en la
calle y con sus cuentas bien llenas. Mientras, los españoles empujados desde lo alto de la escalera en caída libre.
Ya no es que nos hayan obligado a pagar sus latrocinios, ya
no es que nos hayan arrebatado nuestros derechos sociales, ya no es que nos
hayan arrebatado nuestras casas, ya no es que nos hayan arrebatado nuestros
trabajos, ya no es que nos hayan pisoteado como si fuéramos escarabajos, es
que están acabando, vendiendo nuestro País, nuestra Nación entera. Aquellos
mercaderes foráneos más avispados están comprando nuestro País a precio de
ganga, estamos de saldo. Mientras, nuestros actuales gobernantes, fieles
defensores del mercadeo, nos hacen responsables de lo que otros –incluidos
ellos- han mal gestionado y nos intentan confundir con sus mentiras de falsas
recuperaciones que son, visto lo visto, imposibles.
“El precio de desentenderse de la política, es el ser
gobernado por los peores hombres.” (Platón)
Así las elecciones del 2011 dieron una mayoría absoluta con
el 31% de los votos. Millones de ciudadanos se desentendieron de la política,
dando el resultado de la cita de Platón. Nos gobiernan los peores hombres y
mujeres, que además, son fieles servidores de una iglesia católica –que no
cristiana- que pagamos todos por la gracia de dios. O sea, como siempre en
estos últimos 600 años.
Así, un País privilegiado por la Naturaleza y con unas gentes
buenas, se encuentra hoy en los puestos más bajos de cualquier estadística que
mida la pobreza, no solo económica, sino moral y ética. Se hace del todo
necesario la ruptura de esas cadenas ancestrales. No huyamos de la realidad
hostil, cambiémosla sin picarescas ni misticismos. Cambiemos, aprendamos a
VIVIR. Y para ello, acabemos con la oligarquía económica y política, acabemos
con los falsos credos y reinos, acabemos con tanto engaño y comencemos a sentir
la libertad, la igualdad y la solidaridad que todos llevamos dentro y
comencemos a construir un País digno y liberado de tanto sanedrín.
Un gobierno del pueblo para el pueblo, la III República como
elemento disolvente de tanto vicio económico y eclesiástico seculares que jamás
nos han dejado levantar cabeza, ni ¡VIVIR!
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