martes, 15 de abril de 2014

TRES CUERPOS Y UN ESPÍRITU

Dos cuerpos sobre el polvo de una tierra dura, seca y ardiente; dos cuerpos con polio en sus piernas; dos cuerpos casi inertes por el hambre que los mata lentamente; dos cuerpos que otros contemplan sin darles importancia alguna, son solo dos cuerpos más y no son autosuficientes. Ojos vacíos, sin mirada más allá del suelo de una tierra desgraciada.

Dos cuerpos olvidados incapaces de moverse, dependientes de la ayuda ajena; dos cuerpos que se mueren y apenas alcanzan los diez; dos cuerpos negros reducidos a la nada. Una hermana, no mucho mayor, que les trae el agua desde kilómetros y los lava y los tiende sobre una estera y los tapa. Dos cuerpos que alcanzan unas galletas que unos turistas dieron a la hermana Jane. Apenas fuerzas para masticarlas. Sam y Esther son sus nombres. Dos cuerpos, dos seres humanos, dos seres hechos a imagen y semejanza de un dios falso, que se regocija con el sufrimiento de sus creados. Creados, más entretenidos en su hipócrita adoración que en la salvación de sus iguales. Incapaces de romper esa maléfica unión con quien se nutre de su sufrimiento y de su sangre. Dios de guerras y de separaciones, de egoísmos, de esclavitudes, de mentiras y falsedades inoculadas en los siglos que impiden saber de la verdad. Le adoran, le permitimos que continúe con sus maldades sobre nosotros y le vitoreamos.

Semana santa y de pasión, semana de autosatisfacción, semana de fiesta y jarana, semana de dilapidación de los recursos financieros, semana de boatos, trajes y corbatas, de las mejores y más caras galas, semana de hipocresías y mentiras, semana de flores cortadas, de platas y oros, de sedas y rasos. Semana santa de imágenes blasfemas a las que les rinden cultos y pleitesías como si fuesen representaciones de algo más allá de la materia con la que fueron hechas. Ignorancia pretendida, deseada para calmar las propias sin razones. Fe, dicen, y con ella se auto vanaglorian y auto convencen. Si el Cristo volviera, que volverá, se espantaría de lo que, de sus enseñanzas, hicimos. Nada ha quedado del amor al prójimo. Mientras, cuerpos como los de Sam y Esther yacen en la tierra, enfermos, con hambre, sin fuerzas, esperando la muerte antes de los diez.

Pero aquellos, todos aquellos, están felices y satisfechos con su fe, que, siendo ciega de principios y razones, es fácil de seguir.

Jane, aunque pueda andar y valerse por sí misma, no se olvida de sus hermanos. Hace lo que puede por ellos, con las pocas fuerzas y recursos con los que cuenta. Jane si rinde culto al buen dios, al verdadero y no lo sabe, ni falta que le hace, ni hace ostentación alguna de su hazaña diaria. Jane es capaz de cuidarse a sí misma, pero no olvida a sus hermanos. No tiene nada más que a ellos y siendo una carga para ella, los cuida como puede, nunca les hará daño, son sus hermanos.

Sigan desfilando, procesionando, disfrazándose, sigan siendo felices con su teatro de marionetas, mientras, no lo olviden, hay miles de millones de hermanos sufriendo su despilfarro.

Muchos de ellos, incluso, muy cerca de ustedes.


Pero, que por nada, se alteren sus espíritus satisfechos, calmados y sosegados, sigan el camino que les indicaron, que, quizás, les salve. Que eso les contaron los suplantadores de la verdad, sigan.

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