jueves, 9 de enero de 2020

DEL ANTIGUO AL NUEVO RÉGIMEN

A España ha vuelto la vieja esperanza de acabar con ese ancestral régimen que tan hipotecados nos ha mantenido y mantiene desde hace siglos. Esas hipotecas que aún arrastramos sobre nuestras espaldas nos fueron impuestas, siempre, por la fuerza de las armas. Nunca el pueblo (siempre desarmado)  fue capaz de liberalizarse de ellas. Incluso llegaron a montarnos una guerra civil –entre hermanos- bendecida como una nueva cruzada, aunque de éstas hubieran transcurrido siglos y siglos, en concreto desde el XIII. Y su vencedor paseado bajo los palios más sagrados de esa fe hipócrita y falsa, más preocupada de sus negocios que de mantenerse fiel a los principios de su principal figura y de la que tan lejos están.

La cuestión es nuestra reciente historia, desde la vuelta del verdadero y único felón –el rey Fernando VII- que no ha sido más que una continuidad con los regímenes feudales y que nos han impedido sacudirnos del Medievo más oscuro y retrógrado. Nos siguen gobernando esas viejas castas, aunque ahora lleven trajes y corbatas y coches de alta gama. Más de doscientos años de penas y tristezas para un pueblo que no lo merece.

Así, este viejo y cansado País no conoce del respeto sino del miedo, como tampoco conoce del bienestar de una sociedad moderna, ni de la libertad, ni del esfuerzo, ni de la responsabilidad común, pues se sabe chantajeado, esquilmado, robado y en completa desigualdad, donde aquellos que mantienen verdaderamente el poder solo se ocupan de mantener sus privilegios, regalías, prebendas y derechos auto otorgados por la gracia de un dios que nadie ha visto ni conoce y de las armas. Son rápidos y ágiles en socializar las pérdidas y en privatizar para ellos las ganancias, en hacer que la justicia les sea del todo favorable y en que el perdón solo les alcance a ellos. Y así han pretendido hacer Nación, por la fuerza de las armas, nunca por la solidaridad ni el esfuerzo común ni el respeto a sus iguales, siempre marcando su superioridad de clase, su designio por la gracia de ese dios. Ellos arriba y el pueblo agachando el lomo y a callar, sin rechistar. Su bienestar a costa del malestar de la mayoría. Su máxima secular.

El caso es que ya va siendo hora de poner a este viejo y cansado País y a sus gentes a la altura que se merecen. Por dignidad y por respeto. Hay que revisar todo aquello que huela a naftalina y a cerrado. Hay que abrir las ventanas y que el aire limpio circule fácilmente. El trabajo de los españoles, las ganancias, las plusvalías de su esfuerzo no han de ir a las mismas manos de siempre. Que subir el SMI de 745 a 900€ no ha supuesto la quiebra económica del País, como tampoco lo supondrá subirlo a 1.200 en esta legislatura porque, aunque largo es el plazo, nadie puede vivir decentemente con esa cantidad, nuestros jóvenes no pueden independizarse ni crear sus propias familias con esos salarios. Que los trabajadores de la función pública no pueden ser los únicos trabajadores privilegiados porque tengan unos sindicatos muy buenos y unos políticos temporales que entran y salen y necesitan de sus votos. Que los trabajadores de las empresas concesionarias sean unos sucedáneos de aquellos y que la gran masa laboral de este viejo y cansado País sea la que apechugue con todos los pagos y todos los débitos. Que la máxima aspiración de nuestros jóvenes sea acceder a la función pública dice mucho de nuestra realidad. Que así no se hace ni País ni Nación, que así no seremos competitivos en la vida y vendrán otros a engullirnos desde los pies a la cabeza y, además, nuestra irrelevancia mundial será nuestra desaparición como Nación, como País e incluso como Estado.

Es necesaria una catarsis del funcionamiento de nuestro País. Hay que revisar nuestras instituciones públicas, nuestras empresas, nuestros modelos, nuestros sistemas, nuestras universidades, colegios y organismos privados. Es del todo necesario sacudir las caspas que solo han sabido crear una capa mugrienta, que son inoperantes y, además, extractivas sin coherencia ni sentido, más allá del interés propio para mantener un status que no merecen y que es decimonónico y contrario al espíritu que una Nación ha de defender.


No será fácil, eso es verdad. Pero es del todo necesario el comienzo de ese nuevo orden, de ese Nuevo Régimen, donde las generaciones futuras puedan tener este espacio común donde respirar y disfrutar de su vida, de su esfuerzo y de su responsabilidad, de su libertad y de su sentido de pertenecer a una Nación que los respete, considere y aliente y no lo que hasta ahora hemos tenido nosotros. Que se guarden las armas para siempre los privilegiados y vean las cosas con una mayor amplitud de miras, sin falsas dádivas divinas. Es mi sincero deseo para un País, para una Nación que necesita de un futuro en igualdad y generosidad, donde todos, sin excepción, se sientan protagonistas. Y si no somos capaces de revertir ese viejo régimen que nos mantiene asfixiados e impotentes, cierren y apaguen, que este País, que esta Nación llega a su fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario