Estos últimos, los del trabajo, son una especie casi a
extinguir porque, cada vez más, son sustituidos por máquinas más complejas y
eficientes. Ya no quedan trabajos en los que los trabajadores sean
imprescindibles. Cualquier máquina, hoy, es capaz de realizar las tareas más
difíciles. Y ya no se trata de tan solo una máquina, porque, a esa una, se le
pueden ir añadiendo todas las necesarias para que la totalidad del proceso
productivo sea realizado. Y, así, es.
Hasta aquellas operaciones más sensibles como puedan ser las
intervenciones quirúrgicas, son, cada vez más, realizadas por sistemas
informáticos y brazos robotizados de una precisión y exactitud muy superiores a
las propias de los mejores cirujanos. Además la aplicación de los nuevos
descubrimientos médicos son interconectados a esas máquinas que llegan,
incluso, a elaborar nuevas propuestas y soluciones. Y, como en todos los casos,
estas máquinas no necesitan desconectarse para descansar ni tomarse una cerveza
con aperitivos.
Recientemente idearon la impresora capaz de construir lo que
usted necesite. Incluso se ha llegado a construir una para la edificación de
viviendas. Y no olvidemos de que no es necesaria nuestra presencia para la
realización de cualquier tarea, sea esta la que sea.
La aviación comercial y de pasajeros pronto prescindirá de sus
pilotos y controladores aéreos. La navegación marítima, sea la que sea, igual.
Y el desplazamiento terrestre, ni siquiera el propio, necesitará de nuestra
atención. Ya los ejércitos destinados a matar, matan en diferido, sin bajas, ni
hospitalizaciones, ni pérdidas materiales en sus filas y desde miles de
kilómetros.
Tan solo falta la eliminación de la obsolescencia y entonces
esas mismas máquinas pasarán a ser prácticamente eternas y jamás necesitarán de
reparaciones. Como mucho, alguna que otra actualización, que, por supuesto,
llevarán a cabo otras máquinas.
Los métodos de enseñanza serán diseñados por las propias
máquinas y la enseñanza, como hasta ahora la hemos entendido, será modificada
en su totalidad. No necesitaremos de guarderías, ni colegios, ni institutos, ni
universidades. Todo lo tendremos en casa.
Así la transformación social, política, empresarial, laboral
y cultural en la que estamos inmersos nadie sabrá a qué destino nos llevará.
La primera consecuencia de todo esto y hoy, lo llamamos paro,
desempleo; y pronto exceso de población ociosa que consume más de lo que
produce –no produce nada-. En los actuales parámetros, el factor “Capital” dirá
que tantos y tantos trabajadores no le son necesarios y que algo habrá que
hacer, que ellos no estarán, ya no lo están, dispuestos a mantener a tantas
personas por la jeta. Que alguien tendrá que tomar medidas aunque éstas no sean
entendidas por las masas, que el equilibrio ha de ser el adecuado y que si el “Capital”
ha posibilitado tanto y tanto progreso técnico, el “Trabajo” no va a vivir a su
costa, sin dar palo al agua. Si aquellos del “Trabajo” no son necesarios en las
cantidades pasadas, hoy habrá que tomar las correcciones adecuadas al nuevo
paradigma. La sostenibilidad del planeta depende de ellas.
O sea, queramos o no, hay que hacer un reajuste poblacional. Si
hoy no son necesarios tantos profesionales, ni tanta gente para producir lo que
necesitamos –o lo que dicen que necesitamos-, mañana, esas necesidades de mano
de obra, será menos necesaria. En Inglaterra están desarrollando el proyecto de
una isla totalmente autónoma y autosuficiente. Pero claro, será solo para los del
“Capital”, para aquellos que tengan el suficiente dinero para pagar lo que
cueste vivir en tan maravillosa isla. Porque es claro que el reajuste
poblacional será por abajo, para aquellos que no dispongan del “Capital”
necesario.
Qué mal lo tenemos los que pertenecemos a la masa, al “Trabajo”.
Nos harán ajustes para que tan solo los necesarios vivan, el resto, a la
morgue.
Por lo tanto, no se ilusione con un mundo parecido al edén
biblíco, pues, ese espejismo tan solo pertenece a los del “Capital”, que para
eso tienen la pasta y las máquinas. La Humanidad cambiará a Capitalidad. Es más exacto y real.
¡Que les dure!
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