miércoles, 11 de enero de 2012

INCREÍBLE MARIANO

“Fuera perros, hechiceros, fornicarios, homicidas, idólatras y todos los que aman y practican la mentira…” (Epílogo, 15-Apocalipsis-)

¡Pobre Mariano, con la imagen de buena persona que ofrece y lo que esconde! Creo, sinceramente, que la credibilidad es una cualidad fundamental y muy importante en todas las facetas de nuestras vidas. Si alguien no es creíble, ¿Cuál es su valor? Para un hijo, sus padres han de ser del todo creíbles, no en vano, en ellos deposita el hijo su confianza en que le ayudará a crecer y a aprender las cosas más primarias y fundamentales. Él sabe que su seguridad depende de la credibilidad de sus padres. A los padres no los elegimos, eso es cierto; pero sus cuidados, atenciones, desvelos y renuncias nos anuncian credibilidad y algo que va más allá como es el amor.

Es verdad que a un político sería muy difícil pedirle que quisiera a sus administrados –aunque no estaría mal-, pero, pedirle credibilidad, es lo mínimo. Un político ha de ser creíble, si no, ¿para qué sirve? El problema es que se eligen para cuatro años y no hay forma civilizada de echarlos antes. La pérdida de la credibilidad debiera estar penada como lo están los delitos de prevaricación, cohecho y todos los demás, que lógicamente han de ser demostrados. La credibilidad no hace falta demostrarla, se la ve enseguida. De un día para otro, no más. Ni siete días pasaron para donde se dijo blanco, decir ahora que es negro y lógicamente echarle las culpas a otros. ¡En qué poco tiempo podemos perder la credibilidad, la mucha o la poca que pudiéramos tener! Y ¡Cuánta la inocencia y el desconocimiento de lo que se debiera saber!

Y me pregunto: perdida la fe que nos procura esa credibilidad, ¿Qué hacemos con el sujeto o sujetos? Sólo nos queda la calle y eso mientras no abusen de las fuerzas del orden público, que también pagamos nosotros. “Fuerzas del orden” que ellos utilizan para refugiarse de la pérdida de su credibilidad. Llegará el momento y lo veremos.

La cuestión es que cuando uno o muchos pierden la credibilidad ya no tienen nada más que perder. Y ya todo les importa un pimiento. Ellos van a lo suyo, que son cuatro años. Y sabemos que lo suyo no es precisamente lo nuestro.

Qué sentirán los mercados, si es que sienten algo, ante tan súbdito bandazo. O quizás este era el guión que le dieron y había que cumplir sin demora alguna. Al fin y al cabo esto les garantiza sus intereses, que no los nuestros y nosotros sólo somos meras marionetas de unos y otros.

En otros Lares, a los políticos de más alta responsabilidad les denominan “Padres de la Patria” Aún no han avanzado lo suficiente en sus democracias, cuando lo hagan, olvidarán la denominación. Se quedarán con lo del “primer ministro” o con lo de “Presidente de la Nación o del Estado” Es más aséptico y no compromete tanto. Ya sabemos que “ser padre” conlleva cosas mucho más serias y creíbles. Y hace tiempo que los ciudadanos dejaron de ser hijos y los países la madre patria. Cosas de la globalización. Porque si hubiéramos sido ascendidos a ser hijos de la Madre Tierra, que sería lo suyo, las 7000 millones de almas seríamos hermanos, pero, tristemente, no es así. Los mercados se han encargado de seamos sólo hijos de nuestros papás y eso quién tenga la suerte de conservarlos aún. ¡Si no fuera por ellos!  

De la derecha política de nuestro país, y en estos años de democracia consensuada, no tengo, a ninguno de sus políticos -presuntamente creíbles-, grabado en mi mente. Quizás sea por que ninguno lo ha sido. Y es una pena porque ellos si son fervientes fieles de su iglesia, que la tienen, y a la que manifiestan sumisión. (No les han rebajado ni un solo euro de los presupuestos generales, cuando todos sufrimos los recortes, las subidas de impuestos y los que nos aguardan tras el 25 de marzo) Cabe, también, la posibilidad de que aquella sea tan creíble como ellos y entre ambos tengan conformado un frente de puro engaño a las gentes más crédulas. Así me lo parece a mí. Por ahí podrían explicarse algunos resultados electorales que podrían ser considerados de locos.

Sí tengo, sin embargo, algunos como Matas, Camps, Fabra, Aguirre, Valcárcel, Cospedal, Arenas, Trillo, Barreiro y muchos más, que jamás alcanzaron credibilidad alguna. Alguien, en sus comentarios, no tardará en sacar otros nombres de otros políticos de la izquierda que tampoco han sido creíbles. De seguro que le daré la razón. La credibilidad no sabe de derechas ni de izquierdas. O se es creíble o no, simplemente.

Hay otra cosa que no me gustaría dejar en el tintero de este increíble Mariano: No hay que confundir la facilidad de palabra para no decir nada, con el conocimiento objetivo de los temas. Quizás sea el motivo de no dar mucho la cara y de no responder a preguntas que puedan poner en aprieto. Aquí es donde la falta de credibilidad se confunde con la mediocridad, y esto es ya insoportable. ¡Cuánto inútil gobernando, mis queridos miembros y miembras!

Y les digo más, para las escopetas cargadas –que ya andarán calentitas-, tampoco en otro lado veo la credibilidad ni el mérito.


La política ya no es política, es otra cosa.

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