La abdicación del monarca supone una oportunidad histórica
que los españoles han de valorar en su justa medida. Llevamos más de 600 años
gobernados con el régimen monárquico y los últimos 39 con un rey que nos impuso
el dictador, tras 40 años de dictadura. La monarquía moderna no difiere en
mucho de las anteriores, se rodean de sus aristócratas, servidores y
ensotanados púrpuras y morados que fagocitan con el poder de la corona,
colapsando toda posibilidad de vida en el resto de los seres del Estado o
Nación, a los que tan solo se les permite ver cómo ellos, solo ellos, se
convierten en lo más granado, exclusivo y elitista de una sociedad a la que se
le despoja de todos sus derechos y libertades, manteniéndoles en el viejo
status de vasallos y plebeyos. “A ellos la pobreza y la miseria y que no
levanten la cabeza del suelo. A ellos con la ignorancia y con la angustia y la
necesidad. A ellos nuestra mejor policía y que los aporree y los detenga y los
multe una y mil veces. Que sepan cuál fue, es y será su lugar.”
Así hemos comprobado cómo nos trata, al pueblo, la derecha
decimonónica de este País cuando alcanza todos los poderes. Cómo nos despoja de
todo cuanto hayamos conseguido con nuestro esfuerzo y dinero. Ellos son el
brazo armado de esa monarquía.
Está, después o incluso antes, esa iglesia católica –que no
cristiana- que se encarga de calmar los ánimos y voluntades con cuentos
repletos de hipocresía y falsedades. Un espía en cada pueblo, siempre en las
torres más altas y que bendicen, si llega el caso, como llegó, los fusiles y
cañones que mataran a todos aquellos que pretendan subvertir “Su orden”. Son
los encargados de domesticar a los sencillos e ignorantes que no ansían más que
el mendrugo de las sobras y de acallarlos con “Que dios te lo pague, hno.” Son
los mayores terratenientes del Estado y no pagan ni el IBI y, encima, les
pagamos todos sus costes vía impuestos.
No voy a entrar en contar cosas que todos sabemos. No voy a
entrar en las mezquindades ni en los boatos, ni en las cacerías, ni en las
fortunas comisionadas amasadas, ni tan siquiera en su participación en las
reuniones secretas del club Bilderberg. Tampoco en lo que tan solo parece que
hizo bien, ni en los silencios obligados de tantos y tantos.
Tan solo pretendo reflexionar en voz alta y decir que “Ya
está bien”. Que este viejo pueblo tiene derecho a ser mayor de edad y que no
quiere seguir viviendo por aquellos que jamás les han permitido vivir en
libertad, ni le han permitido desarrollarse con todas sus potencialidades. Como
tampoco a que sigamos sufriendo las injusticias de una justicia aristocrática, monárquica,
católica y de derechas rancias, que perdona a cuatro banqueros que roban 30
millones y sentencian a 3 años a quien roba dos sacos de almendras o mata un
par de gallinas para comer. Esa oligarquía de empresas que parece haber hallado
la levitación y a nada se hayan sujetas ni obligadas. O tan solo con aquellos
reales y con aquellos de los que tanto beneficio mutuo obtienen de sus sedes
blanqueantes.
Mucha impunidad existe en este reino para unos pocos,
demasiada. El peso de la Ley solo existe para ese desgraciado pueblo que lleva
siglos y siglos soportando tanto oprobio y tanta vejación. Así estamos. Así
pesamos en el concierto internacional de las naciones libres, justas y dignas,
donde 100 euros de taxi son suficientes para derribar a ministros y
presidentes. Aquí siempre se encontraron arropados, que bien que se defienden
todos los que son, que bien que se saben todo de todos y que más les vale el
silencio.
Un reino donde para ganarte algo más que el pan, debes de
conocer a alguien que te abra la puerta, y si no es así, has de abandonarlo y
buscar en otros países verdaderos donde el mérito, el valor y el esfuerzo
personal están por encima de las sectas de todo tipo que querrán, incluso,
aprovecharse de ti y de tus cualidades. Un reino donde reina la mediocridad y
la mezquindad. Todo en él se hereda.
Y puedo hacer un acto de generosidad hacia mi propio partido
y perdonarles por su mimetismo cuando se planteó el Consenso y el paso a la
Democracia. Pero han pasado 39 años y ya son muchos para seguir con tanto
esfuerzo de mimetismo, hemos visto lo que nos ha costado y, quizás, sea la hora
de retomar nuestros principios ideológicos. Esos que las bases nunca olvidaron
y que ahora demandan. Rubalcaba es el último que queda de aquel mimetismo y se
va en julio. El Rey se ha dado mucha prisa, justo cuando aquel anunció su
salida y, es muy posible, que no pueda convencer a nadie de la imperiosa
necesidad que tiene este País de abrazar la libertad, la igualdad y la
fraternidad que la III República ha de traernos.
Nadie tiene porqué besar la mano a nadie, ni nadie tiene
porqué hacer genuflexión alguna ante nadie. Nadie es libre si lo hace. LA SOBERANÍA ES DEL PUEBLO Y RESIDE EN EL
PUEBLO, EL PUEBLO ES EL ÚNICO SOBERANO.
Este País, esta Nación necesita de una limpieza a fondo y
aquellos que se aferran al status deben de ser generosos y permitir –no como
hicieron en el 33- que el pueblo, al menos, decida ahora, qué sistema considera
el mejor para conseguir sus intereses. Si continuar con la monarquía y todo
cuanto conlleva o cambiar, de forma pacífica y sin palos en las ruedas, a la III
República.
Este País necesita respirar por sí mismo y no gracias a la
respiración asistida. Este País necesita aires frescos y limpios y, como los
antiguos griegos, la purificación ritual de personas o cosas afectadas de
alguna impureza. Necesita urgentemente realizar la CATARSIS que lleva siglos
esperando para la expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al
organismo llamado ESPAÑA. Solo así la desinfección será total.
Dejen, cuanto menos, que el pueblo hable. Es el principio de
cualquier democracia que se precie de serlo.
Y ya estamos perdiendo el tiempo.
¡VIVA LA III REPÚBLICA ESPAÑOLA!
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