lunes, 11 de abril de 2016

POBRES, LOS GORRIONES

Hasta este pequeño pajarito está dando muestras de cómo está la cosa en este perdido mundo. Su número está disminuyendo. Ya ven, el gorrión, ese pequeño pajarito, tan fuerte y que tan bien supo adaptarse a todos los climas y a todas las latitudes (Como nosotros), también está sufriendo las consecuencias de este preámbulo a la mayor de las  incertidumbres y locuras en las que nos encontramos todas las especies ya sean éstas acuáticas, terrestres o áreas.

De ese preámbulo somos nosotros, la especie más inteligente, los autores, que no quepa duda alguna. Hasta aquí hemos sido los publicistas de este prólogo que vaticina el peor de los desenlaces para esta tragedia en que hemos convertido LA VIDA. A cada efecto le corresponde una causa anterior y es por ello, por los efectos presentes que estamos viendo y sufriendo, que sabemos de las causas  que fueron y de las nuevos efectos inducidos que nos han de venir y siempre dirigidos por unos pocos locos. No es nada difícil y necesitado de sesudos análisis ni conjeturas, es, tan solo aplicar el sentido común.

Por cierto, en ese pino donde mi calle termina, los gorriones están alborotados y sus piares no cesan. Será cosa de esta primavera y de este excelente día de primeros de abril. La brisa se oye al rozar las hojas de los árboles y, de repente, surge  sobre sus cánticos, majestuoso y potente, el trino de un mirlo negro y brillante que parece avergonzar a esos pobres gorriones pues, al poco, acallan todos sus estridentes piares. No ha habido que pagar entrada para disfrutar de esos minutos de vida, cosa que agradezco a unos y al otro, porque en esta vida que nos ha tocado todo ha de pagarse, todo tiene un precio y si no pagas, mueres. Y si no trabajas, no cobras y si no cobras, mueres. Todo ello se fue construyendo en nombre de un dios porque, no habiendo justificación natural alguna, el hombre acudió a él para justificar lo injustificable y frenar así toda disputa de los sensatos.

Estarán contentos esos dioses con tanto como se ha hecho en su nombre. Y eso, lógicamente, si existe algo parecido a ese concepto de dios que nos fueron inoculando siglo tras siglo y que, de haberlo, nada tendrá que ver con la realidad que se esconde más allá de este cielo que hoy es tan azul, tan claro y tan inmensamente bello y que otros tanto se molestan en hacerlo oscuro y opaco. Porque, estoy seguro, nos habría ido mejor a todos de no contar con esa figura tan divina y nefasta. Nos habríamos preocupado más de lo que nos rodea y, no conociendo de todas esas parafernalias y cuentos chinos, nos habríamos preocupado más de nosotros mismos y de cuanto con nosotros forma parte de este planeta. Nadie hubiera podido utilizar ese falso “salva conducto divino” para cometer los mayores crímenes contra esta única y bellísima NATURALEZA y contra nosotros mismos. Porque no otra cosa hemos estado haciendo desde nuestros principios más lejanos: Jodernos los unos a los otros. Eso es lo único que sabemos hacer bien, pues nos lo enseñan desde niños. Y esa jodienda está alcanzando unos niveles tales que se están tornando insoportables e intolerables para la inmensa mayoría y, como ésta no cuenta, los pocos que son arquitectos de esta mal lograda civilización, procederán, directa o indirectamente, al mayor de los genocidios. Les sobramos y nos achucharán aún más entre nosotros para que les hagamos el trabajo sucio de nuestro propio exterminio. Están trabajando en ello a destajo. Así que el fin de las  especies no se quedará limitado a aquellas que consideramos inferiores –gravísimo error esta consideración hacia quienes han contribuido con su existencia a que este mundo sea lo que aún es- si no que nos alcanzará a todos, a ellos también aunque crean que no. Tal es la degeneración a la que hemos llegado que, al igual que en las últimas grandes civilizaciones de nuestra historia, nuestro fin se acerca de forma inexorable. El equilibrio ya fue roto y solo nos quedan los bandazos a diestro y siniestro antes de la inexorable caída.

Mires hacia donde mires solo ves engaño, fraude y una insoportable manipulación de todo lo cierto. Te roban hasta lo que no tienes: tu futuro y el de tus hijos. Nos han robado todo y como no les queda nada más que robarnos, nos borraran de la existencia. Así de simple. Una vez más, esa silenciosa y laboriosa Naturaleza será la encargada de poner cada cosa y cada especie en el lugar que le corresponde. Hasta ahora así ha sido y lo seguirá siendo mientras el planeta que nos acoge siga dando vueltas. Una especie, la nuestra, con una inteligencia superior es incapaz de respetar la vida tal y como se le entrega, rompe todas las reglas que la hacen posible y, por lógica, termina por sucumbir a su propia destrucción. Otra vez más.

Los cimientos sobre los cuales pivotan todos nuestros anhelos y buenos deseos están putrefactos. Demasiada maldad. Las estructuras que compartimentan nuestras vidas no dejan resquicio ni a la verdad ni a la libertad, nos mantienen presos e impotentes, totalmente condicionados a unos parámetros inamovibles y estancos. Ya no queda aire ni para respirar. Los techos de toda esta deplorable, penosa y triste arquitectura oprimen en tal extremo que todo se limita a una mera supervivencia, a un sálvese quien pueda y caiga quien caiga.

Me resta una pregunta:
¿Dónde están aquellos dioses buenos que salven a los gorriones?

No hay otra, solo ellos pueden ser nuestra última esperanza. Es lo que hay.

No hay comentarios:

Publicar un comentario