domingo, 27 de octubre de 2013

UN MICRORELATO DE UNA FICCIÓN MÁS QUE PROBABLE

Las más avanzadas tecnologías no fueron capaces de detectar su llegada, todos los sistemas de vigilancia de los cielos fueron inútiles y los centros que los albergan, hervían de militares, científicos y técnicos preguntándose cómo aquello había podido burlarse de todos sus controles, cómo nadie había detectado tal objeto. La realidad es que aquello se acercó a nuestros alrededores estratosféricos y atravesó nuestra atmósfera sin hacer el más mínimo de los ruidos, sin que los más sofisticados sistemas de detección lo descubrieran y ahí estaba, flotando a una altura de más de 700 metros sobre el suelo, sin nada que sostuviera tal enormidad. A su alrededor todo era silencio, un silencio profundo y abismal.

Todas las alarmas y protocolos se dispararon y los aviones más avanzados se dispusieron a sobrevolar sus inmediaciones. Fotografías, scanner y todas las técnicas de identificación se pusieron en marcha. Aquello tenía un diámetro colosal, las primeras mediciones apuntaban a unos 25 km., y su altura  rondaba los 15. Nadie antes había visto tal cosa, ni siquiera la hubiera podido imaginar, aquello sobrepasaba todo lo posible. Esas medidas escapaban a nuestras mentes acostumbradas a prodigios más modestos. La sombra proyectada entre el sol y el suelo era intensa y oscura, enorme. Los habitantes de esas kilométricas zonas ensombrecidas permanecían inmóviles en sus casas, presas del desconcierto más absoluto, acatando las recomendaciones que por televisión y radio ya comenzaban a efectuarse por las autoridades locales y nacionales, a las pocas horas de iniciada aquella aparición y superado el shock inicial que a todos, absolutamente a todos, produjo el suceso.

En la costa este del País, donde se encuentra el centro del poder político, económico y militar, no despertaban de su asombro ante las noticias y las impactantes imágenes, que continuamente recibían del otro lado de la Nación. Todos los protocolos para los casos de emergencias fueron activados rápidamente y el presidente de la Nación desplazado al refugio más cercano y todas las fuerzas armadas, terrestres, aéreas y navales, puestas en la máxima alerta. De momento sólo se trataba de crear un cordón de seguridad con una cobertura de 150 Km.  Nada más se podría hacer, nunca nadie pudo aventurar que tal cosa pudiera ocurrir, ni que tal enormidad pudiera ser una realidad, como aquella que tenían ante sus ojos.

El resto del País asistía, entre el asombro y el miedo, impávido al ver unas imágenes que ni la mejor película de ciencia ficción hubiera podido nunca imaginar. Toda actividad fue paralizada creando, a su vez, mayor desconcierto entre la población. Todos acudían a refugiarse a sus casas con sus familias hasta conocer más detalles sobre qué estaba realmente ocurriendo. Las calles quedaron totalmente desiertas y las carreteras y autovías vacías. El miedo inevitable ante todo lo desconocido, fue apoderándose de todas las gentes.

No había transcurrido ni una hora desde esa súbdita aparición en la costa oeste de aquel País, cuando comenzaron a recibirse cientos de mensajes y noticias anunciando que otras naves como aquella, se estaban estacionando en infinidad de países de todo el mundo. Alguna de estas naciones, presas del desconcierto y a falta de protocolos de actuación, cayeron influenciados por el miedo y no tuvieron más acierto que iniciar ataques contra aquello, fuera lo que fuera y que había invadido su espacio aéreo. A los primeros disparos por parte de sus aviones, fueron respondidos con haces de luz procedentes de las superestructuras, que abatían de forma certera a todas las aeronaves atacantes. Esa respuesta contundente e infalible por parte de aquellas naves, supuso la prudencia de todos los demás ejércitos del mundo, entendiendo y tomando consciencia de la supremacía armamentística de esas desconocidas aeronaves interestelares y de la inefectividad de cualquier acción militar contra ellas.

A tan solo tres horas de la primera aparición, los puntos de localización de nuevas aeronaves se multiplicaban por cientos, llenando los mapas mundi de las grandes pantallas de los centros de seguimiento. Ya no cabía ninguna duda, era una invasión planetaria efectuada por toda una súper flota de aeronaves de origen desconocido y que indudablemente respondían a una tecnología manifiesta y altamente superior. El tamaño de las demás naves variaba con respecto de la primera, no eran tan colosales, pero, todas ellas, mantenían unos tamaños no permitidos a nuestro desarrollo tecnológico. Era evidente y quedaron despejadas las posibilidades de que todo aquello fuera un intento por parte de alguna nación terrestre; eso ya no era, sencillamente, posible. Así, ante lo evidente, no tuvieron más remedio que reconocer las autoridades militares y políticas que nuestro planeta estaba siendo objeto de una invasión desconocida por parte de seres inteligentes no terrestres. Y que las intenciones eran del todo desconocidas. Así lo manifestaron todos los jefes de gobierno que lo anunciaron a todos sus ciudadanos en sus comparecencias públicas: “Que hasta ese preciso momento desconocían cuál o cuales eran sus intenciones y que estaban intentando ponerse en contacto con ellos”. Pedían, eso sí, y de forma insistente, “La permanencia en sus hogares de todo el personal que no fuera requerido por las autoridades y que la colaboración, la calma y la confianza en sus fuerzas armadas y de orden público, eran esenciales para el buen desarrollo de todas las operaciones iniciadas. Que permanecieran conectados a los medios de comunicación”.

Nada más debía ni podía hacerse, pues la evidencia de una superioridad técnica era aplastante y sólo quedaba esperar a que desde esos cientos de naves algo o alguien explicaran quiénes eran, a qué habían venido y cuales eran sus intenciones.

Todos los centros de mando aguardaban a que, de alguna de esas naves, saliera la respuesta esperada. Todos los sistemas de comunicación del tipo que fuera quedaron abiertos en espera de recibir algún tipo de señal que todos ansiaban, no sin las ciertas y altas dosis de angustia que toda incertidumbre y desconocimiento producen. Los hombres y mujeres más preparados técnicamente disimulaban a la perfección su particular desconcierto y asombro. Eran del todo conscientes de que absolutamente nada terrestre podría enfrentarse a esta realidad que tenían ante sus ojos. Que jamás, en la historia conocida, tuvo el hombre que enfrentarse con algo parecido.

En aquel silencio sepulcral que embargaba ya a todo el planeta, muchos optaron por rezar a sus ancestrales dioses, sin alcanzar a entender que todo aquello en lo que les habían hecho creer siglo tras siglo, ahora estaba siendo desmontado en cuestión de unas pocas horas. La consciencia de una nueva realidad inteligente y no terrestre se impuso sin necesidad de palabra alguna. No hay nada mejor que aquello que sobrepasa todo lo conocido para elaborar una nueva doctrina. Se habían desmoronado las bases más antiguas de nuestra civilización y que durante siglos sirvieron de tapón o, cuando menos, de válvula de escape para la explicación de lo que resultaba inexplicable. La Humanidad, que hasta ahora había permanecido directamente unida a la idea de un Dios sin intermediarios, se encontraba ahora confusa y desolada. Todos sus principios filosóficos y religiosos se fueron abajo.

Las horas continuaban su paso haciéndose eterna una espera que parecía no tener fin. Las imágenes recibidas a través de la televisión y de la Internet mostraban el gran número de naves situadas en todos los continentes, sus distintos tamaños y diseños, así como aquella tenue esfera de un tono blanquecino que a todas envolvía.

Jamás en la Historia hubo conocimiento de un hecho como este, tan colosal y enorme, tan enigmático como del todo increíble; o, por lo menos, que hubiera sido recogido y difundido en su literatura. El caso es que la Humanidad se enfrentaba a algo totalmente desconocido y enigmático que escapaba a su comprensión y a su capacidad de reacción. La respuesta natural y consecuente fue la aparición de un miedo horrible en toda la población mundial. Un terror que aún se mantenía en un estado como de hibernación y que aún no había sido detonado. La espera continuaba transcurridas las primeras 24 horas del día más largo de cualquier hombre o mujer. En los hemisferios donde la noche ocupaba ya su espacio natural, aquellas naves permanecían en la más completa de las oscuridades y nada indicaba actividad alguna en sus interiores, y, en aquellos hemisferios donde la luz solar incidía, ocurría algo inusual pues no se obtenía reflejo solar alguno en aquellas estructuras nunca antes vistas. Eso sí, permanecían tal cual llegaron, en un completo y majestuoso silencio, acompañado solo por aquella blanquecina neblina, como si de la gasa más fina jamás tejida se tratara y que, de forma tan sutil, las rodeaba.

Al inicio del segundo día para unos y de la noche para otros, el mundo entero quedó de nuevo sobrecogido al escuchar aquella música procedente del interior de todas las naves. Todas al unísono emitían la misma melodía sin que nadie antes hubiera escuchado nunca nada igual. Aquella composición rompía con el silencio aplastante de todas las horas anteriores y procuraba una sensación de paz que todos pensaban ya haber perdido. Esa música llegaba a todos y a cada uno, estuviera donde estuviera y reconfortaba el ánimo y hacía perder el miedo acumulado y la total incertidumbre que tan rápido ocupó a todas las gentes. Era como una sensación de serenidad, de sensatez y de entereza, un bienestar que hasta podría decirse que placentero. Sonidos armónicos que jamás nadie antes pudo escuchar. Música que, como una bebida reconfortante, hacía recuperar los ánimos y la seguridad perdidos.

Los máximos gobernantes de todas las naciones convocaron a todos los que hasta entonces habían sido proscritos por sus adivinaciones e interpretaciones del pasado y habían aventurado profecías basadas en ese propio pretérito y que voluntariamente siempre había sido menospreciado y olvidado. Todos ellos necesitaban saber a qué se podían estar enfrentando y cuáles podrían ser las soluciones a todo aquello que escapaba a sus análisis más empíricos y que sus científicos y más sesudos intelectos no conseguían dar explicación alguna. Conocer si en los libros más antiguos había alguna referencia que pudiera explicar lo que estaba ocurriendo. Y en eso estaban cuando, al tercer día de la aparición de aquellos cientos de naves, aquella música más que celestial dejó de sonar y un gran silencio volvió a inundar el mundo entero.

Ese ensordecedor silencio fue roto por una voz contundente y clara que todos los hombres y mujeres de la tierra entendían, hablaran la lengua que hablaran:

“No debéis tener miedo alguno de nosotros y de nuestras naves, no es nuestra intención haceros el menor de los daños. Nuestra misión, precisamente, es salvar vuestra especie. Vuestro planeta tierra está sujeto, como todos lo están, a un orden cósmico y vuestro tiempo está a punto de un nuevo final. Vuestro mundo cuenta con un ciclo de 13.525 años de vuestro tiempo planetario y están a punto de cumplirse.  Es por ello que las fuerzas de otros astros y del propio centro de vuestra galaxia cumplen con su inexorable ritmo y una nueva renovación planetaria ha de tener lugar. Un gigantesco planeta-cometa, 840 veces más grande que Júpiter, está a punto de acercarse a vuestro sistema solar y provocará la mayor destrucción jamás vista en vuestro mundo actual.

Otras civilizaciones anteriores ya sufrieron los mismos efectos y prácticamente desaparecieron como tales. Es verdad que los vestigios arqueológicos dejados no supusieron, para vosotros, ninguna inquietud y los omitisteis de vuestros estudios e investigaciones que no supisteis aprovechar, perdiendo así las enseñanzas derivadas de los mismos. Por el contrario, os dedicasteis a la guerra. Os habéis pasado todos estos miles de años batallando los unos con los otros, sin más horizonte que obtener una riqueza mundana sin transcendencia ni sentido alguno. De nada os han servido las enseñanzas que os hemos estado enviando. A los pocos supervivientes del último ciclo les dimos claves claras de cuáles debían ser los caminos de vuestro desarrollo y progreso, sin obtener complacencia alguna por su cumplimiento. La codicia y avaricia de vuestras clases dirigentes, incluidas las religiosas, se impusieron a las bases sociales de colaboración y solidaridad de toda nación, por encima, incluso, de los verdaderos valores de vuestra propia especie y a las potencialidades que os son inherentes y que no habéis despertado. Habéis estado perdiendo un precioso tiempo y pronto, antes de lo que os podáis imaginar, sucederá lo que ha de suceder, sin que lleguéis a ser conscientes de vuestra propia verdad. Habéis fracasado nuevamente como civilización y por ello pereceréis.

Sin embargo, hemos sido enviados por la máxima autoridad galáctica para que vuestra especie no se pierda, porque a pesar de vuestra mezquindad y mediocridad, hay entre vosotros miembros íntegros y válidos para ser salvados.

Nuestros sistemas de baremación nos dieron el número total de los dignos de vuestra raza y en las próximas horas comenzaremos a su embarque en nuestras naves. Todos aquellos que no han pervertido su esencia natural, no han de preocuparse de nada, pues somos nosotros los que les invitaremos a venir. Sabemos donde están y, cada uno de ellos, recibirá nuestra señal. A nadie se impondrá su embarque, serán libres de aceptar o no, a nadie se le obligará a hacer algo que no deseen. Siempre ha sido nuestra máxima, dar libertad de elección.
Lo importante es la rapidez a la que nos vemos obligados a efectuar los embarques y por ello no tendrán mucho tiempo para aceptar nuestra proposición, tan sólo unos pocos minutos es el tiempo disponible para aceptar o no nuestra invitación. Lo que ha de venir está de camino y contamos con un espacio cósmico limitado para que nuestras naves inicien su viaje sin contratiempos.

Nos queda pedir a las autoridades terrestres su no intervención en este proceso, pues podrían ponerlo en peligro y no estamos dispuestos a que se vea alterado, seremos beligerantes si nos obligan a ello. Nuestro mandato es claro y a nadie se obligará. Dejen, pues, que los propios individuos seleccionados, sean los que decidan su salvación o no. Las posibilidades de supervivencia a lo que viene son muy pocas y eso es algo que han de tener en cuenta todos aquellos a los que se les envíe la señal.

El proceso tendrá una duración de 24 horas terrestres y una vez concluido, todas nuestras naves iniciarán su salida de forma inmediata, sin excepción. A todos aquellos que han de quedarse en la tierra les deseamos toda la suerte posible y si consiguen iniciar una nueva Historia, que nunca olviden lo que han vivido porque todo es una cadencia en el tiempo y, como tal, volverá a repetirse. No vuelvan a olvidar ni a cometer los mismos errores, no olviden la tragedia a la que se van a enfrentar y trabajen en vez de pelear y luchar. Ninguna lucha entre iguales les ayudará a solucionar los verdaderos problemas a los que están sujetos por la cadencia cósmica de la física universal. A ésta solo es posible vencer con el conocimiento y la unidad en el amor. El Universo es variado, pero es Uno, y vosotros sois también variados y, por el contrario, nunca habéis alcanzado la unidad. Vuestra Unidad es lo más poderoso y contra ella nada ni nadie puede enfrentarse. Ese es vuestro único destino, ser UNO y mientras no seáis capaces de alcanzar esa Unidad, seréis víctimas de los poderes de la física y de los demonios que os dominan. Es la elevación sobre lo material y caduco lo que os acercará a la ESENCIA DEL COSMOS. Ese debe ser vuestro único empeño y no otro, no lo vuelvan a olvidar. Estáis dotados con el mayor de los prodigios: una mente capaz de conseguir, tanto la elevación a los poderes más allá de la física, como el descender a los poderes más bajos de la mezquindad y podredumbre. Y sois vosotros los únicos que deciden el camino a seguir.

Aquellos que han sido elegidos y que libremente decidirán venir con nosotros, sentirán el esplendor y las maravillas de un mundo donde los viejos demonios fueron expulsados de sus mentes y cuerpos. Vivirán una felicidad superior a la que sus espíritus habían previsto y tendrán todas las posibilidades de seguir avanzando en el desarrollo de sus potenciales ocultos. No encontrarán dificultad alguna en su tarea y, antes de lo que ellos pudieran imaginar, alcanzarán una nueva mentalidad más abierta, más humana y más libre que les ayudará a deshacerse de los residuos ancestrales que aún perduran en su interior. El mundo al que los llevaremos es parecido al Edén que en sus mentes siempre existió. Será, para ellos y por fin, el momento de alcanzar esa realidad. El inicio de una nueva etapa en su avance por conseguir la comunión de todas las mentes y de todos los espíritus que las animan. Conocerán que todo ello sólo será un paso más en su viaje hacia la plenitud total con el verdadero y Único Creador.”    


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