Piense por un momento sobre lo que pudieron hacer los
ascendientes de los que hoy son, cuando las leyes les amparaban y el régimen de
la dictadura los alentaba, cuidaba y mimaba. Ni tan siquiera había prensa que
contara sus tropelías ni sus robos a los españolitos, ni redes sociales que
difundieran sus arbitrariedades, ni colectivos vecinales, ni plataforma de tipo
alguno. Eran los ganadores de la guerra y todo cuanto hicieran esos ganadores
lo tenían por bien merecido y ganado. Era el botín de una guerra fratricida,
era la imposición de sus reglas, ideologías y leyes. El País era suyo y, ya
sabe, que, con lo que es de uno, uno hace lo que quiere. Muchos de los
apellidos más “Ilustres” de nuestra actualidad, se forjaron durante esos más de
40 años. Por eso se cuidaron de hacer “su ilícita ley de amnistía” elaborada en
sus últimas cortes franquistas y garantizarse que esta pseudo-democracia no
tuviera la más mínima ocasión ni tentación de revisar la mala y pésima historia
que ellos habían protagonizado y que tanto les benefició en todos los aspectos.
El caso, es que los descendientes directos e indirectos de
todos aquellos “Salvapatrias” no tardaron mucho en ocupar los puestos políticos,
si es que alguna vez los abandonaron, del nuevo régimen tutelado y ya en 1995
llenaron los ayuntamientos y las comunidades autónomas y desde entonces han conducido
a este maltratado País a la situación en la que nos encontramos: RUINA
ECONÓMICA Y SOCIAL TOTAL. Pero solo las nuestras, las del sufrido pueblo
español, al que siempre maltrataron. Que ellos, bien pertrechadas tienen sus
cuentas aquí y fuera de aquí.
Hoy, cuando, además, llevan tres años gobernando el Estado,
lo podemos objetivar: Modifican todas las leyes que no les convienen ni gustan
a ellos ni a su amada iglesia –cómplice necesaria de tanta injusticia en
nuestra historia- para que esta pseudo-democracia se parezca más a aquel
régimen dictatorial de sus padres y abuelos. Que en él, sí que daba gusto hacer
negocios sin tanta mosca cojonera, ni tanto inconveniente legislativo, ni tanto
ecosistema ni tanta lagartija por proteger, ni tantos derechos sociales. Pretenden,
están llevando a cabo, una nueva cruzada que elimine los derechos conseguidos
después de mucho y de mucha sangre inocente derramada por su culpa. Se creen
seres superiores por hacer lo que hacen, nacer donde nacen y salir indemnes de
todo juicio y no son más que escoria de un sistema más que viejo y obsoleto y
de unas creencias injustas, imperfectas, tergiversadas en su verdad más
profunda y, todo, para mantenerlos a ellos en un estado de supremacía social
que nunca merecieron por sus cualidades naturales, sino por la fuerza de las
armas, del terror y del engaño.
Allá donde han gobernado y gobiernan solo han traído la
pobreza y la miseria a los mismos de siempre, a los que no son como ellos, ni
piensan, ni comulgan como ellos. Sin embargo sí han sabido, eternamente,
llenarse sus propios bolsillos a costa de los demás y eludir la mano de la
justicia o, cuando menos, de aquella justicia que aún continúan controlando.
Son ellos, los de esta casposa casta, los únicos que nos han
traído las mayores tragedias y las mayores desesperanzas a los españoles.
Escriben la historia como a ellos conviene y nunca cuentan la verdad de los
hechos. Hasta las cosas más sagradas son manipuladas en su favor. Mala gente.
Mucho le queda a este País para recuperar tantas décadas
perdidas y tantos billetes robados, eludidos y evadidos y tantas y tantas obras
innecesarias y que tan buenos beneficios y comisiones reportó a sus
particulares arcas. Mucho le queda por que aún les siguen votando y dándoles su
confianza y eso demuestra la inmadurez y el desconocimiento de las buenas y
crédulas gentes, que han de espabilar de una vez, si quieren que sus hijos vuelvan
y los que aún quedan, tengan un futuro en la tierra que les vio nacer.
Hay buenos jueces y jueces buenos que han de intentar poner
el orden a las cosas. Ellos tienen una grandísima responsabilidad que ejercer y
no han de eludirla. ¡Que ya está bien! Que, aquellos que se llaman caballeros,
en verdad, no lo son. Estrujar las leyes no ha de ser suficiente para eludir
las elementales responsabilidades en las que incurren. Aquellos que hunden una
caja no pueden llevarse millones en concepto de indemnización. Esto no es
legal, ni lícito, ni comprensible y ningún ordenamiento ser paraguas para tal
expoliación que otros pagamos con desahucios, desempleo y hambre. Todos estos
jueces tienen una ardua tarea: Desenmascarar a tanto bandido disfrazado de
caballero y señor, de respetable dignidad, pues ya no hay ni señores, ni
caballeros, ni dignidad. Han sido descubiertos. Solo ciudadanos que cumplan con
su responsabilidad social para conseguir una nación mejor para todos. Que no
dejen, ni cesen estos jueces de hacer la justicia que este País necesita. Esa
es su labor, su tarea más loable y necesaria para la cohesión de esta nación.
Apartar las malas hierbas que ocultan el verdadero sentir de este viejo pueblo.
Estos defensores y descendientes directos e indirectos de
aquel sistema dictatorial han de ser relegados de sus responsabilidades
políticas, bancarias, empresariales y religiosas. Esta es la otra función que
nos corresponde a los ciudadanos de a pie.
¡Empecemos no dándoles nuestros votos! Así, conseguiremos que
Valcárcel y los de su lista no vayan a Bruselas, que no lo merecen y que
pertenecen a esa casta de desaprensivos y malos ciudadanos que los españoles no
nos merecemos en lo más mínimo.
No les voten. Que, con gesto tan fácil, ayudaran a eliminar la
cizaña de la era.
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