No hay cosa con mayor valor que el suelo que pisamos y
algunos lo utilizan exclusivamente para su propio beneficio, sin darle la
importancia que realmente tiene. Así es como se cometen las mayores atrocidades
urbanísticas en nuestras inhabitables ciudades. Llegado el fin de semana, todos
huyen a los espacios abiertos donde respirar algo de aire limpio y alejados de
los ruidos de las grandes concentraciones urbanas. Uno de los sin sentidos de
nuestra modernidad mal entendida y sujeta a los intereses de empresarios y
políticos –comprados en la mayoría de los casos, como bien hemos aprendido en
estos años de burbuja inmobiliaria-. Lecciones que debemos haber aprendido ya.
Hay que hacer urbanismo y ciudades habitables, no cárceles de las que huir.
Cualquier ciudad tiene derecho a crecer y expandirse cuando
realmente lo necesite, pero no por los intereses particulares del promotor de
turno. Así, los responsables máximos del urbanismo de esas ciudades han de
cuidar ese patrimonio y no permitir edificar por edificar en nuevos espacios
que no son necesarios.
En el caso de Cartagena lo tenemos claro: La propuesta de
trasladar la vieja estación de Adif a los terrenos municipales de Mandarache,
lo que realmente esconde es servir de aliciente a la construcción de miles de
viviendas en una nueva zona de expansión urbana que no es necesaria. La
ocupación por Adif de los terrenos municipales de este ensanche urbano,
implicará la falta de suelo para acometer las infraestructuras de jardines,
centros escolares y de salud, entre otros. Infraestructuras que, de serlo, pagaríamos entre todos y que, a día de hoy, no
son necesarias.
Una ciudad ha de tener zonas reservadas para su posible y
futuro crecimiento, eso es lo adecuado en toda planificación urbana, pero, para
cuando no tenga otros espacios disponibles. Cosa que, en Cartagena, aún no se
da. El Casco Histórico de la ciudad cuenta con miles de metros cuadrados donde
sus infraestructuras de servicios ya están realizadas: Monte Sacro, Molinete y
la infinidad de solares y de edificios completamente vacíos. Este Casco
Histórico está prácticamente vacío, donde antes vivían 50 ó 60 mil almas, hoy,
apenas sin llegan a los 15.000. Se remodelan plazas donde apenas viven gentes,
se peatonalizan calles donde no hay niños que jueguen ni corran. Se ha
invertido mucho dinero público –Planes E del injustamente defenestrado
Zapatero- en todos esos arreglos y del impuesto revolucionario que pagamos a través
del recibo del agua. Están convirtiendo a ese casco en una zona administrativa
y turística, no residencial. ¿Dónde han previsto colegios, por ejemplo? Quizás
sea un error de la planificación urbanística de su alcaldesa Pilar, que así lo
creo. Se abrió la ciudad al mar con la eliminación del puerto comercial y lo
volvieron a colmatar con edificaciones gratuitas –Cámara de Comercio,
Resturante que nunca abrió, kioskos imposibles e incapaces de dar el servicio
al que se dedicaba y auditorio, carísimo capricho de la alcaldesa y en el que
incurrió en un posible indicio de prevaricación, que nos quitó el poco espacio
que quedaba para disfrutar de las vistas y de los paseos junto a nuestro Mar Mediterráneo. Un desastre que
ahora volverán a intentar reconducir (Imposible) con nuevas inversiones de
nuestro dinero. Chapuzas de la pésima gestión de nuestra alcaldesa, a la que
nunca preocupó Cartagena. Como también de incompetencia y de plegarse a los
intereses de unos pocos promotores urbanísticos. Alguien, Pilar Barreiro, que
ha dispuesto de dos décadas, no ha sido capaz de recuperar el centro histórico
para hacerlo habitable y digno.
Ella apuesta por hacer más grande, urbanísticamente hablando,
esta ciudad y quiere hacerlo por una zona que no es conveniente bajo la mirada
de la sostenibilidad urbana, ni de su necesidad por crecimiento de la población.
Los vecinos, que próximamente mantendrán una asamblea para
decidir qué opción defienden, no han de caer en los oscuros y opacos intereses
de unos pocos promotores que controlan, en este caso, la acción política y
urbanística del Ayuntamiento de Cartagena. Las ciudades no son suyas, son de
los vecinos que las mantienen con sus impuestos y tasas y las sufren en
distancias forzadas e innecesarias.
Mientras, en la ciudad de Murcia, su alcalde, sí defiende el
convenio de 2006 firmado por las partes involucradas –Ayto, CC.AA., Adif-
Fomento- en el que se defiende el soterramiento de las líneas para llegar al
emplazamiento que siempre fue. Sin
embargo, Pilar Barreiro, insta al traslado argumentando su menor coste y su
llegada en el 2016. Que sepan los vecinos que jamás llegará ningún tren en esa
fecha, miente de forma descarada. Y, en cuanto, al menor coste, que no se
preocupe, que si Cartagena ha de esperar 2 ó 3 años más los esperará, llevamos
más de 20 esperando y no ha pasado nada.
Antes de pensar en ampliar la casa con otra habitación, hemos
de pensar si las habitaciones de las que ya disponemos están bien aprovechadas.
Nos ahorraremos mucho dinero y nuestra casa no será más grande de lo necesario.
Limpiemos y arreglemos lo que ya tenemos y disfrutémoslo. Dentro de 60 u 80
años ya veremos qué necesitamos.
Y si algunos-as se han equivocado en plantear unos
desarrollos urbanísticos antes de tiempo, pues que se la envainen y no nos
hagan tragar y pagar con aquello que no nos interesa como ciudad sostenible.
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