domingo, 2 de marzo de 2014

UNA ESPAÑA SIN REVOLUCIÓN HISTÓRICA

Pueblos cercanos al nuestro supieron sacudirse de aquellos viejos sistemas, políticos y económicos, que los mantenían esclavizados. Llegado su momento de indignación y hartazgo, no tuvieron otra que iniciar las revoluciones más o menos sangrientas y cortaron, incluso, las cabezas más insignes de sus condados, baronías, marquesados y reinos. Fueron esos pueblos los que ganaron y los que, gracias a su valentía y firmeza, hoy, mantienen unos niveles de libertad, de riqueza y de igualdad sociales envidiables, además de un sentimiento de dignidad y de honorabilidad de su sentimiento nacional, que apreciamos en las inmediatas dimisiones de sus políticos, banqueros y empresarios, a la más mínima falta y que demuestran así, el mayor de los respetos hacía la ciudadanía, hacia la sociedad de la que no son dueños y de la que sí han obtenido lo que son. Supusieron aquellas revoluciones la ruptura con los viejos modelos del medievo y el nacimiento de los nuevos, donde un hombre nuevo, más libre y formado tomaba las riendas de su destino.

Mientras, aquí en España, la cosa siempre fue bien distinta: Las revoluciones que se intentaron fracasaron y en vez de ganarlas el pueblo, las ganaba siempre la oligarquía o la conjunción, que es lo mismo, de la iglesia católica, militares, reyes, terratenientes, banqueros y grandes empresas. Así que el pueblo español, en cada una de esas intentonas lo único que conseguía era que lo jodieran bastante más que la vez anterior y, además, en cada una de sus viles victorias, le inoculaban una mayor dosis de miedos y terrores, gracias a las represalias que tomaban con aquellos que perdían. No les bastaba con haber ganado, seguían asesinando tras la impunidad de su nueva legalidad, seguían encarcelando y ajusticiando bajo el poder de su indignidad. Seguían pensando como en los siglos de la Inquisición, donde todo era supeditado al poder del terror y de la violencia, a la subyugación de una sola idea maniquea y abominable.

El último intento popular fue la instauración de la II República. Tentativa que lo fue desde las elecciones democráticas y no desde las guillotinas de otros lares. Quizás el resultado posterior hubiera sido otro distinto al que fue, si aquellas cuchillas hubieran funcionado y el miedo hubiera cambiado de bando. Pero no. Así, aquellos intentos por facilitar la educación al pueblo, el reparto de las tierras a los trabajadores, el alejamiento de la religión católica de la vida política y social, no fueron del agrado de aquella oligarquía que veía en peligro sus status, riquezas y privilegios de siglos y siglos. De tal forma, que lo que tuvo que ser un saneamiento moderno y pacífico de las viejas estructuras, se convirtió en un jarabe de palo con sabor a odio putrefacto y aquellas oligarquías, remisas a cambio alguno que modificara su situación de preeminencia, dieron el golpe de Estado por las armas y por la gracia de su dios, dando comienzo, así,  al mayor horror que una Nación puede permitirse: La execrable y deplorable, triste y vergonzosa, indigna e injusta guerra civil española. Todo, con tal de mantener sus privilegios y riquezas, sus prerrogativas y boatos, sus ¡Sí señor! Y sus bien diferenciadas clases sociales: Los ricos y los pobres, cuanto más pobres e ignorantes, mejor.

Y así, continuamos. Pues esta pseudo democracia siempre ha estado velada por los mismos que posibilitaron aquella guerra civil y sus cuarenta años de intolerancia y terror y de la imposición de una fe que les conviene. Ellos, los descendientes de aquellos ganadores fascistas y retrógrados, siguen teniendo el poder y la fuerza y el valor que la prepotencia más antisocial y primitiva les anima en el sinsentido. Nunca aprendieron que ya no pueden seguir anclados en el medievo, ni en el feudalismo. Una sociedad moderna ha de estar cohesionada e igualada en unos mínimos, dignos y proporcionados a la riqueza nacional que todos producen y no solo ellos. Hemos descubierto que en todos estos años han continuado con sus prácticas de saqueo y repartiéndose sobres y evadiendo nuestro dinero a paraísos fiscales en cuentas a su nombre. Y ante verse pillados “In fraganti” manipulan la justicia, que también controlan, a su antojo y sin el menor sonrojo. Mala gente, pues para una democracia real.

Nosotros, en cambio, los desgraciados ciudadanos, ni el poder, ni la fuerza, ni el valor. Así nos va. Con la estafa de esta crisis, ellos aumentan sus riquezas mientras nos las arrebatan a nosotros y, las miles de manifestaciones pacíficas en todas las ciudades del viejo País, se las pasan por el forro y como no les gusta ni eso, están preparándonos una nueva “ley de seguridad ciudadana” para que no las hagamos nunca más. E impiden la educación y la investigación y la libertad de la mujer sobre su cuerpo, y la sanidad universal y gratuita, y el trabajo. Siguen anclados en lo que a ellos conviene. Utilizan la mentira como el instrumento más eficaz contra la pasividad e ignorancia de la mayoría que se deja engañar y que les votan. Manipulan a los contrarios y a la verdad la disfrazan para su propio y particular interés. Reinstauran a su iglesia y condecoran a sus vírgenes, mientras disparan balas de goma sobre seres humanos sumergidos en el agua, en vez de socorrerles y prestarles el auxilio que requieren. Es su hipocresía. La de siempre. En el último debate sobre la Nación y el seno de la voluntad popular, mienten sobre la situación real del conjunto de la ciudadanía. Intentan vender una imagen de mejora cuando ésta ni está, ni se la espera en muchos años. Ellos, instaurados en la reinstalación de sus credos e ideologías, piensan que, de repetirlas una y mil veces las mentiras, se harán verdad. Y eso no es cierto, nada cierto.

Yo, lo que humildemente les pido es que, ante cualquier proceso electoral:

1º No se dejen engañar.

2º Estudien las propuestas que se les hagan.

3º Sepan quiénes son quienes las cuentan y cuál el interés que les mueve.

4º Piensen en lo que es mejor para el País y para ustedes mismos.

5º No se queden en casa cuando hallan votaciones.

6º La abstención solo les conviene a ellos, ellos no fallan en ninguna.

7º Cualquiera de los dioses son, por esencia, de izquierdas.

8º VOTEN.


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