La pactada invasión Napoleónica fue una oportunidad perdida
del pueblo español. Si bien supo enfrentarse y ganar al mayor y mejor ejército
de la época, no pudo o supo vencer a la reinstauración del feudalismo del
repuesto rey.
En estos años de pseudo democracia, el franquismo continúa
vivo. El partido, hoy en el poder del Estado y aún, veinte años después,
empoderado en la mayoría de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, sigue sin
renegar de aquel régimen dictatorial, fascista y feudal. La Ley de la Memoria
Histórica la han rebajado a panfleto zapateril y aún continúan los cadáveres de
los verdaderos patriotas en las cunetas, 79 años después del fin de la
contienda fraternal entre españoles y 36 años desde que se aprobara esa
Constitución del “CONSENSO”. Antes, en las últimas Cortes franquistas aprobaron
una Ley de Auto amnistía. En un solo folio –Ninguna Ley que se precie tiene un
folio- aprueban que nadie podrá pedir cuentas de todo lo anterior. Para eso les
sirvió el CONSENSO, para perpetuarse en el poder en lo que no iba a ser ninguna
DEMOCRACIA sino, más bien, una PSEUDO-DEMOCRACIA. El engaño y el chantaje
encima de la mesa. Eso es lo que saben hacer a la perfección: ENGAÑAR Y
CHANTAJEAR. Por algo son más bien una MAFIA.
Han recibido reprobaciones internacionales que les entra y
les sale por el mismo sitio y, en cada oportunidad, hacen honor, con misas
incluidas, a aquellos tiempos infames e indignos. Se sienten orgullosos de
aquel pasado, tan triste y tan trágico, para la Nación que quisimos ser y que
no nos dejaron.
Ganaron aquella guerra, pero perdieron la gloria y el honor,
esto también lo saben. La iglesia católica y la oligarquía financiera,
industrial y agraria fueron sus grandes aliados, entonces, como hoy. Bajo
ningún concepto estaban dispuestos a perder sus privilegios heredados del
feudalismo y del señorío. ¿Para qué entrar en la modernidad del siglo XX si tan
bien nos ha ido y va? Mantengamos nuestros estatus al precio que sea y que lo
paguen los que siempre pagaron en estas tierras nuestras, que para algo son los
vasallos y sirvientes.
Pues ya ven qué pocas cosas han cambiado en estos
descendientes de aquellos:
La iglesia católica sigue cobrando de nuestro erario y sigue
siendo la propietaria del mayor número de bienes muebles e inmuebles de España,
así como la que mejor maneja el dinero negro sin que suponga delito alguno. Y
sus hombres y mujeres son tan sagrados que no dudan en traerlos, aunque ello
pueda suponer un gravísimo error que suponga la muerte de muchos miles de
ciudadanos inocentes. Hombres y mujeres que pertenecen más al Estado Vaticano
que al nuestro, pues, ¿A quién obedecen? ¿A quién sirven?...
Los oligarcas siguen haciéndose de oro a nuestra costa, que
para eso Aznar les privatizó todas las empresas públicas. Los banqueros ya ven
que no tenían bastante con los espléndidos salarios, bonus, beneficios,
liquidaciones contractuales y privilegios de su puesto. Necesitaban esas
tarjetitas del “Ta to pagao”. Y, encima, los rescatamos con miles y miles de
millones de euros que seguirán pagando nuestros nietos y bisnietos...
Luego están una gran parte de la judicatura, que, como antaño
y bien se sabe, no movía un dedo sin tener claro las indicaciones de cuál debía
ser el movido y a quién debía de señalar como culpable, aunque no lo fuera y
ellos mismos supieran de lo injusto de
tal sentencia. Muy por encima estaba medrar en tan alta magistratura y adquirir
más y más privilegios y poder codearse, de tú a tú, con los de arriba…
Y los políticos, bueno, los vividores de la política. Los que
nacen en un ministerio y tras recorrer varios más, acaban recolocados en
instituciones mil, con, incluso, mejores salarios y menores obligaciones e
iguales privilegios o más. Pseudo políticos que tan solo atienden al bienestar
propio y al de los amigos y allegados. Que para eso el pseudo Estado cuenta con
miles y miles de rincones donde pasar desapercibidos. Y si, a pesar de todo no
hubiera lugar, ni momento, están nuestros oligarcas empresariales a los que
tanto ayudamos en sus intereses, aunque, ahora, esta CC.EE., nos diga que esos
miles de millones que les dimos en subvenciones, nos las tienen que devolver
por injustas y no a derecho. ¡Qué falta nos haría esto de la CC.EE.!, pensará
más de uno. Pero otros saben que es mejor buscarse un disfraz para estar a la
altura de la vecindad y no nos restrieguen nuestro, aún vigente, ancestral
feudalismo. Además, contamos con los otros a los que damos licitaciones,
concesiones y obras, aunque ni unas ni otras sean necesarias para nadie y
siempre resulten ser las más caras del mundo mundial...
Ellos continúan saqueando a los vasallos y sirvientes,
mientras nuevos millonarios afloran sin dolor para la miseria que está
instalada en la inmensa mayoría de la gente. Nuevos impuestos y tasas,
reformas, recortes de derechos, pagos y más pagos, todo con tal de que nuestros
amigos no tengan que rascarse los bolsillos y puedan seguir evadiendo y
eludiendo al fisco que solo está para los vasallos y gentiles hombres del
pueblo llano. “¡Que muerdan la tierra, que se suiciden, que se vayan de sus
casas! ¡Que se mueran! ¿A quién de nosotros le importa? Nosotros, nuestros
gobiernos, nunca estuvieron dirigidos para conseguir su bienestar, sino, el
nuestro. O, ¿Dónde estamos, sino en España, en nuestra España secular?
Y llegados al pueblo llano, diré que es el verdadero y único
culpable de esta situación de feudalismo ancestral en los inicios del siglo
XXI. Son ellos quienes se creen todo lo que estos señoritos les dicen y van y
los votan con mayorías absolutas, para que tengan toda la legitimidad de unos
votos cautivos por las mentiras. Que ese feudalismo perviva solo se debe a que
el pueblo sigue siendo un pueblo de vasallos y así lo quiere. El pueblo quiere
seguir siendo vasallo y sirviente del señorito feudal.
Habrá, quizás, que cambiar el chip y dejar de ser una mosca
cojonera y volver a ser vasallo. Aunque, estoy convencido, hay cosas que uno ha
aprendido con esfuerzo y estoy seguro de que no se desaprenderá ni se podrá
olvidar así como así, que más vale mi honra que la de todos ellos juntos…
Moriré pobre y dios (No al que ellos sirven, que más se parece a un demonio)
sabe que jamás tomé lo que no era mío. A mí, eso me vale…
Pero lo más importante es que este pueblo tome conciencia y
verdad de lo que le sucede a este País desde hace siglos y despierte y los
abandone y no les vote en la vida y los deje, para siempre, en la cuneta de las
urnas.
Esa ha de ser nuestra revolución: ¡Echarlos con los votos!
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