sábado, 5 de febrero de 2011

YA ESTÁ EN MARCHA LA REVOLUCIÓN DE LOS PUEBLOS

Estamos presenciando las contundentes y ejemplarizantes manifestaciones de los pueblos del norte africano. Ni los más avezados especialistas, ni los agentes secretos más espabilados, ni los diplomáticos más aventajados olieron la movida. Las gentes que conforman los pueblos no necesitan de anuncios ni de propagandas, tampoco de salas perfectamente decoradas con grandes mesas al centro. Las gentes, un día se levantan y dicen hasta aquí. No necesitan de sindicatos, de partidos ni de asociaciones ecologistas que los defiendan. Las gentes, después de todo, tienen un poso, un subconsciente común que los une. Ahí está la historia para ser consultada.

Se toman su tiempo, el que haga falta. Pero una vez que el camino es visto, lo siguen con determinación. Tienen claro lo que quieren. Siempre suelen ser los mismos caminos, los que unos y otros emprendemos. Y no es otro que el de la DIGNIDAD. Asistimos a momentos cruciales de nuestro futuro y el de nuestros hijos. Las gentes comienzan a andar y no estamos dispuestos a seguir el camino de la miseria obligada por el que nos quieren conducir. Hemos de tomar el camino que nos devuelva la DIGNIDAD a todos los habitantes de este maravilloso planeta.

¿No es el ser humano, solo por el hecho de serlo, merecedor de tal dignidad? Creo que sí. Y tendría que ser de obligado cumplimiento por todos aquellos que son, por las propias gentes, elevados a su gobierno y sin barreras fronterizas que lo impidan.

Y cuando se le van recortando sus derechos –comer, vestir, vivienda, educación, sanidad y trabajo- los más básicos para no perder la dignidad, ¿no tienen las gentes motivo suficiente para exigirlos? ¿Puede alguien negar estos principios básicos? Bajo qué principio unos pocos acaparan las riquezas que al resto nos hacen nadar en la miseria.

¿Por qué siguen muriendo las gentes de hambre? ¿Por qué no pueden ir vestidos, cobijarse entre cuatro paredes con techo, acudir a que les enseñen el conocimiento que no es de nadie, sino de todos? ¿Por qué no pueden ser curados y acudir a sus trabajos?

¿Quién o quienes de este mundo tienen la potestad para que los pueblos del mundo sigan siendo igual de pobres y míseros que en las centurias pretéritas? ¿En qué se basan nuestros avances tecnológicos y para qué han sido y servido?

No hemos conseguido eliminar a las oligarquías (conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio –los mercados-), estos son el problema y nuestro gran error, permitirlas. La riqueza de este mundo no pertenece sólo a unos pocos. La riqueza ha de ser redistribuida.

Las democracias (donde tanto nos costó conseguir) dependen de sus decisiones y nos dan (buscando nuestra conformidad y silencio) para quitarnos más después. Siempre me he preguntado qué harán con sus fortunas y palacios, ¿se los llevarán a su tumba como los antiguos faraones? ¿Desconocen, acaso, que se irán con la misma desnudez con la que vinimos todos, ellos también, a este mundo? Y sólo subirá el espíritu que los alienta, un espíritu manchado de inequidad y de ángeles caídos. Que ellos, en vida –dirán-, han disfrutado de sus lujos y placeres, comido delicatessen y bebido hasta el oro en escenarios casi divinos (que piensan ellos). Que ellos han navegado por los siete mares y gozado la vida como los pocos elegidos que han sido y son. Nunca permitirán que se diga que simplemente son unos ladrones, a pesar de que su riqueza sea la miseria de los demás.

Con su dinero han hecho las leyes que les favorecen y que les permiten continuar con los saqueos a nuestra dignidad. Con su dinero disponen quiénes darán la cara por ellos y les rendirán cuentas. Con su dinero retuercen hasta las leyes naturales. Con su dinero piensan que son como dioses. ¡Pobres gentes, sin espíritu! (Aunque rían)

Nuestras socialdemocracias están perdiendo la batalla. Estamos asistiendo al mayor ataque de estos oligarcas. Primero se hicieron con los gobiernos neoliberales y ahora nos están atacando directamente a los ciudadanos. Nosotros, las gentes, estamos pagando sus líos de faldas.

¿Por qué se permiten los paraísos fiscales? ¿Por qué se permiten las especulaciones? Sólo con cambiar los colores de los billetes en curso bastaría. Que pasaran, de uno en uno, a cambiarlos por los nuevos. Sólo serán unas preguntas, sin más. Que la verdad aflore. Bastaría con esto para que la economía volviera a su sitio y el dinero a los ciudadanos, que son sus verdaderos dueños y es donde debe estar.

Nuestro desarrollo tecnológico, incluidos aquellos que aún no permiten, posibilitaría que esos derechos inherentes e indelegables fueran cubiertos para todos los seres humanos. Nuestra tecnología y nuestros conocimientos son más que suficientes para dar cobertura a los 7.000 millones de personas y a 14.000 millones más. Además, sin necesidad de acabar con el planeta. Sólo esas oligarquías lo impiden. ¡Qué inmundicia de gente, estos oligarcas! No están a nuestro servicio sino al de ellos y al de sus más directos siervos.

Crearon el dinero y lo controlan. Y con él infectaron al mundo de inmundicias, de odios, de crímenes y de guerras. De desigualdades, de preeminencias, boatos y falsas apariencias. De bosques desertizados, de aguas y de aires sucios. Cortocircuitan aquello que, siendo bueno para todos, no les reporta a ellos “sus ganancias”. Como si el mundo fuera de su propiedad, eso creen.

Y por que el mundo no es eso y por que nos asiste el
derecho a vivir dignamente y en libertad, hemos de seguir manifestando nuestro descontento y nuestro hartazgo. Uniendo y cargando todas nuestras energías positivas. Somos más y hemos despertado. Cada uno en su parcela, en la más cercana. Y cuando veamos a otras gentes defendiendo su dignidad, que también es la nuestra, unámonos a ellos. Su espíritu y el nuestro en uno.

Este mundo, no pertenece a nadie y es de todos. Nadie tiene, en él, más derecho que otros a disfrutarlo. El mundo aún es bello, la vida es bella y lo ha de ser para todos y no han de ser ellos (los inmundos oligarcas) los que jueguen a destruir esta casa. No queremos esa economía que ellos han montado. Estamos ya hartos. La vida es algo más que gráficas y porcentajes. Esa economía ha de estar a nuestro servicio y no sólo para unos pocos. Esa economía ha de servir para que todos los seres humanos, sin distinción, puedan vivir con dignidad y les permita su desarrollo como seres humanos y no como máquinas de un engranaje. Y será posible si estamos decididos a que así sea.

Hay suficiente energía y además gratuita. ¿A qué entonces tanto engaño? Estas oligarquías, con la única misión de permanecer, son capaces de procurar la muerte de este planeta. Sus balances, su poder, no pueden ponerse en riesgo. ¿Qué sería de ellos? No saben hacer otra cosa que procurarse su riqueza, que bien pagamos nosotros; hasta con nuestras vidas.

El clamor de nuestras voces ha de ser tan intenso y fuerte, que será oído más allá de estos cielos. Que sepa el Universo que nuestro único deseo es vivir en paz y en armonía con cuanto nos rodea. Que sepa el Universo que estamos ya dispuestos a acabar con el ultraje y la mentira de unos pocos. Que deseamos libertad. Que ansiamos elevarnos hacia la verdad. Que no vamos a permitir que este mundo sea destruido. Es nuestro mundo, el de todos y además sabemos que nosotros lo hacemos único.

Hemos de acabar con estas oligarquías, con las sociedades secretas, con los medios informativos intervenidos, con las sotanas alienantes. Con LA MENTIRA.

Es nuestra obligación natural impedirlo ahora y para que nuestros hijos y nietos tengan la posibilidad de continuar sanando a este mundo. Habrá otros mundos, ¿quién lo duda?, pero nuestro mundo es excepcional y además es el nuestro. Si no somos capaces de entenderlo es que no lo merecemos. Si no sabemos apreciar los mensajes que nos transmite, por ejemplo, una pequeña flor del campo, es porque
la oligarquía ha vencido. Y hemos perdido nuestra esencia y la del mundo. El mundo no es de plástico. El mundo es de vida. Y el hombre su máximo exponente. Todo sea por alcanzar al HOMBRE LIBRE Y DIGNO, por encima de ideologías o credos que lo único que hacen es dividirnos de nuestra unidad.

De momento nuestra parcela se llama Murcia. Así que, a acabar con las oligarquías más cercanas. El día 10 todos a la calle.

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