martes, 21 de junio de 2011

EL CENTRIFUGADO DE LA IZQUIERDA

Según el Real Diccionario de nuestra maravillosa lengua, dícese que centrifugado es: “Aprovechar la fuerza centrífuga para secar ciertas sustancias o para separar los componentes de una masa o mezcla según sus distintas densidades”

Hace 37 días que nació una fuerza centrífuga, el 15-M, que, despertada de un sueño vigilado, ha provocado el despertar de otros muchos durmientes. Hoy, mañana, serán más. Esa fuerza centrífuga, auto-alimentada por las conciencias que emergen, supone una gran oportunidad para todos los ciudadanos, no sólo españoles, sino europeos.

Unos 35 años atrás, esa misma fuerza centrífuga tomó la calle como ahora en España. Éramos los jóvenes de la izquierda progresista de este viejo país. La cercanía de la muerte del viejo y asesino dictador propiciaba el despertar de una sociedad chantajeada y pisoteada bajo la fuerza de las pistolas y del orden establecido. La cruzada llegaba a su fin. Las ansías de libertad, de igualdad y de fraternidad rebosaban en las calles y avenidas. Romper y acabar con la dictadura era el objetivo. 42 años, sin derechos y libertades, eran muchos años. Las calles eran el ágora de tantas voces tanto tiempo acalladas. Esa fuerza centrífuga nos alejaba del centro donde residían los miedos, los uniformes y las sotanas. El cordón umbilical ya estaba roto. Y queríamos recuperar nuestro espacio, el de todos y el de un país social y democrático.

Hubo que hacer concesiones, creo que demasiadas, si se pretendía hacer el cambio a la democracia. Los partidos, ya legalizados, fueron generosos renunciando a muchas cosas que sus vísceras no llegaban a entender. Se impuso la inteligencia y la cordura, “el consenso” triunfó. Nos dimos “La Constitución

33 son los años transcurridos desde entonces. Hoy las calles vuelven a llenarse de las mismas voces, de las mismas gentes; aunque sean otras sus apariencias. ¿Qué se ha hecho mal? Quizás encontremos respuesta en que aquellos en los que confiamos no han cumplido bien la misión. El sistema del capitalismo salvaje los abdujo. ¡Qué fácil es sucumbir al poder del dinero! Olvidaron, casi por completo, cuál era su trabajo. Las parafernalias del poder y sus boatos los encandilaron y dejaron de ver las realidades del día a día. En cada proceso democrático, en cada proceso electoral, las voces mudas vertían su opinión. Votando en contra o simplemente no votando. Los votados no lo veían y lógicamente no iba con ellos, respondía a no se qué, de qué. ¡Cuán importante les era, a los mediocres, no perder su sillón! A eso reducían su visión de la política. Hasta perder el pulso social de las gentes. Ya casi nadie los reconoce. La prepotencia de sus míseros y falsos poderes los fue transformando en minúsculos recuerdos de un pasado no tan lejano. ¡Qué flaco favor se hace a la izquierda y al progresismo! Me queda la esperanza de que aún haya gente leal, consecuente y con las ideas claras, dispuesta a dar la batalla. En las calles y en los despachos. ¡Qué importante es recomponer a la izquierda que nunca tuvo que flaquear!

Estamos presenciando momentos cruciales en el devenir de nuestras sociedades. Hablo también de las europeas. Europa, abandonada de la socialdemocracia, avanza hacia el más puro mercantilismo. ¡Y no somos mercancías! ¡Somos personas! Y como tales debemos tener unos derechos mínimos que no puedan ser objeto de transacciones. Ni laborales, ni financieras. Éstas han de estar supeditadas a los intereses de las personas, no a los intereses de las grandes corporaciones. Mientras esto no sea entendido no podremos avanzar. Seremos, una vez más, objeto de las mayores atrocidades. ¿Nos dejaremos?

La mercantilista idea de la globalización, ¿ha beneficiado a las personas o a las corporaciones multinacionales? ¿Hemos erradicado el hambre de los 1.000 millones de seres humanos que la padecen? ¿Hemos erradicado la esclavitud de otros tantos? ¿Acaso curamos a los enfermos que no tienen recursos? Eso sí, sólo aumentan los porcentajes de nuevos millonarios, en América, en Europa y en Asia. Cada vez son más. Y no pagan impuestos. Mantienen sus paraísos fiscales donde perpetran sus artimañas con total impunidad. ¿Nuestros? Bancos nacionales les venden al 1% nuestro dinero y ese mismo dinero nos lo traen de vuelta con el 5% o más de interés. Más las tasas y costes de todo tipo que se inventan y que les son autorizadas. Todo el mundo trabaja para ellos, esa es la realidad. ¡Un poco de orden, por favor! No todo tiene que ser siempre para el mismo. Esta es la realidad de este mundo. Un mundo mercantilizado donde las personas somos sólo una herramienta más. ¿Y para esto tardó 7 días Dios? Se los podía haber ahorrado y, como mucho, en el tercer día, haber puesto la más grande multinacional. O, pensando mejor, ¿no fue eso lo que hizo?

El mundo ha dejado de ser cuerdo o, mejor, quiero pensar que esa fuerza centrífuga nos traerá la sensatez y la cordura que perdimos. La clave que hace funcionar al mundo, parece, es la producción por la producción. Y no somos conscientes de que este mundo tiene sus limitaciones. El mundo, la mayoría de las veces, es un trasiego innecesario al que hay que poner límites. No ha de ser válido aquello de que el negocio es el negocio esté donde esté. El negocio ha de ser para todos, si lo es sólo para unos pocos, mal asunto. Este maravilloso mundo se ha convertido en un puro negocio. El valor de este mundo se mide por el beneficio que reporta a sus negociantes, dejando fuera cualquier otra consideración. ¡Mal vamos!  

¡El mundo no es privado, es de todos!
¿Acaso nació alguien con la titularidad bajo el brazo? ¿No será más bien que a través de la fuerza o del dinero (artificio donde los haya) algunos se apropian de lo que no es suyo? ¡Olvidemos la economía de mercado! ¡Recuperemos la economía social!

Europa es, ha de ser la única esperanza para el mundo. Los alemanes y franceses, contagiados de esta fuerza centrífuga, han de tomar conciencia socialdemócrata con los griegos. De no hacerlo, éstos serán sólo los primeros y al final ellos también caerán, o ¿se creen a salvo? Europa ha de recuperar la socialdemocracia antes de que el neoliberalismo del capitalismo mundial más salvaje acabe con todos nosotros. El abandono de las políticas de la socialdemocracia en Europa nos está llevando a un caos que lo único que pretende es la división de la misma. El sueño del bienestar europeo y la exportación del mismo al resto del mundo están en peligro. ¿Somos conscientes de ello? ¿Lo deseamos?

Es por eso que reclamo que ésta fuerza centrífuga popular y ciudadana les atraiga y los recoloque en las posiciones de las que nunca tuvieron que alejarse. ¡Recuperemos la izquierda, la socialdemocracia! La izquierda de las libertades, de la igualdad y de la fraternidad entre todos los que conformamos esta sociedad llamada España, Europa, América, África y Asia. ¿Tan difícil es?

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