jueves, 7 de julio de 2011

BALAMIDOS

Hay que poner orden en estos mercados. Exportar lo que nos sobre e importar lo que necesitemos y no tengamos. Ha de ser fácil. Ahorraríamos mucho combustible que no tenemos. ¿Es tan difícil aplicar el sentido común? Todos los días en este mundo se mueven millones y millones de toneladas de productos entre los países. Barcos, trenes, camiones, aviones. La mayoría llevan los mismos productos de un lado a otro. Llevamos, por ejemplo, patatas a Francia y Francia nos manda patatas a nosotros y éstas son de Marruecos. ¿A qué responde esta práctica? Por encima del sentido común se hallan los intereses económicos que no son, en nada, “económicos” para nuestro país y tampoco, lógicamente para los demás. Podré venderle a Francia patatas, si las necesitan y a cambio traeré aquello que ellos hagan y nosotros no. Éste creo era el principio básico del mercado, pero los negocios están por encima y ese principio básico del comercio se ha olvidado en pro del negocio por el negocio; aunque éste no lo sea para el país en cuestión, ni para la mayoría de los ciudadanos. ¡Sentido común! ¡Reivindiquemos el sentido común, nos hará ahorrar mucho dinero y no sólo a nosotros, a los otros también! Sólo lo notarían los bolsillos de los especuladores de mercancías.


El caso es que desde que quedaron desregulados, esto de los mercados, es un verdadero cachondeo. No pretendo hacer ninguna tesina al respecto. Pero, tras todos estos alocados mercados, existe una estructura que los defiende y alienta: El sistema financiero y bancario. Las pretendidas y conseguidas consignas del “mercado libre” y de la libre economía de estas últimas décadas, han dado como resultado el mundo actual.

Un mundo endeudado hasta las cejas. EE.UU., el primero. Un mundo donde el número de millonarios asciende, todos los años y en cantidades insultantes, a costa de millones y millones de personas que se empobrecen. Los de a pie pagamos todo y por todo; incluido aquello de lo que no hemos sido autores. Los Estados miran para otro lado, al fin y al cabo, los elegidos por el pueblo también han sabido situarse en el pelotón de los millonarios.

La consigna era clara: apoderarse y atesorar de todo lo posible. Y permitir que grandes empresas lo fueran aún más. Y que pudieran tocar de todas las mieles. Corporaciones y Multinacionales son los verdaderos dueños de este pequeñísimo planeta. ¡Viva la desregulación!

Hoy, con lo que estamos presenciando, sólo cabe una solución: El Orden. Poner orden en este caos. Y no me refiero, precisamente, al orden que nos quieren imponer (miseria, desordenes sociales, guerras) sino al orden que mana del pueblo. ¡Los pueblos son los soberanos, no los bancos ni los mercados!

La vuelta a la regulación es nuestra única solución, pacífica, y  como sociedades civilizadas. El único interés viable y sostenible es el interés social, no el individual. En vez de privatizar, nacionalizar. El Estado no es más que la suma de toda la sociedad. Si permitimos que el Estado sea nada, la sociedad será nada. Quedaremos a disposición de lo que unos individuos superpoderosos, quieran. Y sus intereses nunca coincidirán con los de todos.

Hemos creado un mundo desnaturalizado, totalmente artificial, donde la competición se antepone a la colaboración y donde ganar es lo importante, no el participar. No hay ni una sola especie en el mundo natural que prime al individuo por encima del resto. Sólo la especie humana. Quizás por ello tengamos que enfrentarnos a más guerras. Sólo somos dinero. El dinero es nuestro Dios. Satán es nuestro Dios: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás, se transfigura en ángel de luz” (II Corintios 11:14) Si esto que se dice en la Carta a los Corintios es verdad, ¿cuántas serían las cosas a plantearnos? Este mundo, moldeado por los poderosos de la economía, de la política y de las religiones está haciendo aguas por todos sus poros.

El habernos considerado más como individuos que como seres sociales nos ha dirigido a esta situación. Ganado el individuo, ganada la masa. En todos estos años ha sido premiado el individualismo y el cuerpo social apenas resiste. Intentos como el 15-M son cortocircuitados y anulados, dejados a un mero testimonio. Eso es un error que permitimos. He leído que, a propuesta de la intersindical Valenciana en la administración de Justicia, los funcionarios demandan la paralización de los desahucios mientras dure la crisis para las personas sin trabajo o el derecho a la dación en pago con la cancelación de la deuda para las personas paradas o sin recursos. Nuestro gobierno ha sido incapaz de solucionar este sangrante tema. Miles y miles de personas se han visto en la calle y con la deuda correspondiente. Miles y miles de personas que no pueden hacer frente a sus compromisos, sencillamente por que no tienen trabajo. El mercado a esto le da “su solución” La política intenta alguna otra alternativa que nunca será coherente. Y el cuerpo social ataja: Las plataformas creadas contra estos desmanes y ahora estos funcionarios que apoyan lo que tiene coherencia. El trabajo es un derecho constitucional, la vivienda también y debiera considerarse como esencial. Pero hemos hecho de la vivienda otro buen negocio. El mercado se impone y pretende ganar. Al final si tienes trabajo podrás vivir…El trabajo que queramos darte y cuando queramos.

Es posible que la revolución esté a las puertas y no queramos verla. O también es posible que no le hayamos abierto. Si así hubiera sido, no abrirle las puertas, es muy posible que responda al hastío y a la desgana y al egoísmo de nuestra propia miseria. No han sido pocas las ocasiones que como seres humanos se nos dieron. Todas las perdimos. Y si hemos perdido la capacidad de ruptura, la capacidad de sublevarnos ante tanto crimen perpetrado contra nosotros mismos, será que hemos llegado a nuestro final como seres casi divinos (hechos a imagen y semejanza de aquellos que nos crearon) Nuestro espíritu, falto de desarrollo, es tan pobre y mísero que callamos y consentimos. A nuestro espíritu lo han ido anulando siglo tras siglo. Hoy no somos más que meros autómatas que obedecen, sólo y exclusivamente, a los mercados y a su dios, Satán. 
Seguirá, él y sus acólitos, haciendo con nosotros lo que quiera. Nos destruirá por enésima vez. Aquí siempre es el mismo el que gana. El que tiene el dinero y el poder. Recuerde Corintios.

Desde la serpiente, este mundo es suyo. Desde entonces, borreguitos que balamos y balamos. En todos los hemisferios.

¿A dónde se fue nuestra sabiduría? Nos quedamos con el conocimiento justo para el trabajo que ellos quieran que hagamos. No necesitamos más, somos autómatas.

Si formáramos parte de un todo, así lo creo, este todo estaría cojo. Dicen los astrónomos que el Universo está formado igual que nuestro cerebro. Todo lo que en él existe está conectado. Nuestro cerebro es reflejo del Universo. Pero no somos Universo, alguien se ha encargado de que no lo fuéramos. Nuestras sinapsis con él fueron cortocircuitadas.

Demasiados son los secretos de este mundo. Demasiadas las sociedades ocultas. Pocos los que nos dirigen a su antojo y conveniencia. Y lo permitimos, llevamos siglos permitiéndolo. Tenemos miedo a la revolución y a la verdad.

Cuando ambas, revolución y verdad se reducen sólo a: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”

¿Permitiremos que la manipulación de nuestra verdad de seres humanos y divinos continúe? ¿Permitiremos que el engaño siga siendo el eje al que damos y damos vueltas sin sentido? ¿Permitiremos que la maldad siga reinando en este paraíso?

¿Será posible nuestra reconciliación, nuestra reconexión con el Universo?

¿Estaremos aún a tiempo? Está en nuestros espíritus… Busquemos, actuemos y anulemos.

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