domingo, 15 de julio de 2012

SUPONGAMOS


Que hace unos cientos de miles de años unos seres mucho más inteligentes y avanzados que nosotros fueran nuestros creadores. Hoy lo podemos plantear puesto que nosotros mismos ya somos capaces de actuar a través de la ingeniería genética y lo que nos falte sólo sería cuestión de tiempo. Tiempo que ha habido y hay de sobra en el Universo.

La primera consecuencia sería preguntarse qué y para qué son las religiones. Y quiénes son o han sido esos dioses que con tanto ahínco han defendido en los últimos miles de años. De aceptarse la primera premisa habría de concluir que esos dioses no son tales. Seres inteligentes y miles de años más avanzados, sólo eso. En estos últimos miles de años, también nosotros hemos avanzado y puede sernos más fácil entender esta cuestión que podría ser sólo una cuestión de tiempo. Por que, de seguir por donde vamos, ¿Qué no seríamos capaces de hacer dentro de 2000 años? Fijémonos en que el avance tecnológico y de conocimiento general adquirido ha sido realizado prácticamente en sólo 200 años.

Todos conocemos que existen innumerables objetos, construcciones, leyendas, ritos y grabados que nos advierten muy claramente de su imposibilidad en el tiempo. Sólo un ejemplo: las milenarias pirámides de Egipto son irrealizables hoy día. Y además de éstas existen otras en todos los continentes y en los fondos marinos. Si hoy no somos capaces de su construcción, ¿Cómo pudieron aquellos construirlas? Hay cientos de miles, millones de enigmas sobre las culturas y las civilizaciones de nos precedieron.

Cada una de esas incógnitas apunta irremediablemente a nuestro origen y a nuestro creador, o más bien a nuestros creadores. Fuimos hechos a su imagen y a su semejanza, dicen las escrituras más antiguas. Así también ellos luchan contra la dualidad del Mal y del Bien.

Observando a un recién nacido sabemos que es un ser inteligente y que con sólo escuchar nuestras voces, aprenderá el lenguaje y articulará las palabras. Pero a pesar de esa inteligencia es del todo necesario que escuche las voces. Si no las escucha, simplemente no podrá hablar. Su inteligencia necesita de los otros para su desarrollo, es así de fácil.

¿Quién o quienes hablaron a los primeros bebés? Además ese bebé seguirá creciendo y aprendiendo de su observancia del alrededor. Sus padres son sus primeros y más cercanos maestros. Ese niño, en sus inicios, contemplará a sus padres como seres superiores e invencibles, los idolatrará. Llegará, incluso, el momento en el que su propia naturaleza le haga revelarse contra ellos y ya habrán dejado de ser sus únicos y verdaderos referentes. Y aprenderá a tomar sus propias decisiones con las consecuencias inherentes a las mismas. Sus padres sólo serán meros espectadores y habrán aprendido a respetarlo, incluso con todo el dolor de sus adentros. Es su libertad, sólo suya.

Aquellos padres que le cuidaron y posibilitaron todas sus necesidades de la forma más generosa posible siempre estarán ahí. Les seguirán ayudando cada vez que fuera necesario, nunca preguntarán. Y siempre que todo sea dentro de los límites de la decencia. Los distanciamientos serán obligados o no, pero unos padres siempre recibirán con alegría a sus hijos y compartirán la esencia de sus espíritus. Todos han sido actos de amor, de entrega al hijo y de éste a aquellos. Es la relación normal entre aquellos que comparten la misma sangre.

Me pregunto yo si los hijos terrestres que somos, no hemos sido separados casi del todo de nuestros padres del universo. ¿Qué ha sucedido durante nuestra niñez y nuestra adolescencia como Humanos, para que esa separación tan brusca fuera realizada?     

¿Fuimos deliberadamente abandonados por nuestros padres? O ¿Fuimos nosotros los que rompimos esa relación?

En nuestra madurez estamos contemplando nuestra más absoluta soledad y abandono. Por que, a pesar de los contactos secretos que puedan haberse producido, la mayoría carecemos de la verdad de nuestra existencia. De la verdad de nuestro sentido. Vemos como esa madurez no nos satisface y no encontramos la posibilidad de compartir nuestra común esencia de espíritus. Son las fuerzas de la separación y de la dispersión las que nos dominan en estos tiempos de zozobra.

Y ésta soledad de una civilización que se derrumba, clama al cielo nuestra necesidad de abrazar a nuestros padres. De sentir su cariño por estas pobres criaturas que siguen dando tumbos entre tanta y tanta mentira.

Por que unos padres mantienen hasta el final su poder para hacernos despertar y poder pedirles todo el perdón posible.

Sólo pido eso.


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