Los humanos tenemos mucha facilidad para reducir los conceptos e ideas a situaciones del día a día. Los ejemplos y paralelismos con cuanto nos rodea, nos clarifican aquellos y aquellas haciéndolos más sencillos y comprensibles.
Cualquiera de ustedes que haga, sólo un somero paseo por la Historia , coincidirá
conmigo en el total desconocimiento que tenemos de la misma. ¿Qué es lo que
conocemos de nuestro pasado? Prácticamente nada. Parece que sólo el presente es
lo único importante. Para empezar, diré
que nuestra existencia como seres “algo inteligentes” de este planeta, es de
cientos de miles de años y sólo alcanzamos a saber algo de los últimos 10 ó 12
mil años. Además, de éstos, sabemos demasiado poco e intuimos que lo que
sabemos ni siquiera se corresponde con la verdad.
De las escrituras más antiguas se deduce que no fuimos creados por
ningún Dios, si no por otros seres inteligentes y extraterrestres que nos
llevan miles de años de adelanto y que no son, en nada, bondadosos, ni siquiera
piadosos. Que fuimos creados para ser sus esclavos y que dejaron a una casta
que es la que nos ha dirigido hasta la fecha y de la que, lógicamente, también
somos sus esclavos y sirvientes.
El ser humano no es más que un puto esclavo, que desconoce toda la
verdad de su origen y pasado y al que le han contado y cuentan todos los
cuentos necesarios para mantenerlo en la mayor de las ignorancias con el único
fin de mantener su control.
Es también muy posible, que el avance de nuestro desarrollo tecnológico
nunca haya sido propio, si no apuntado por aquellas inteligencias maléficas. Yo
nunca entenderé cómo el hombre, en un momento determinado, mira una charca de
petróleo y piensa: “Voy a construir una refinería y transformar eso en un
montón de productos” que llenarán de mierda las aguas, las tierras y los cielos.
Como tampoco que una mañana de un caluroso día, junto al Nilo, al faraón de
turno se le ocurriera: “Voy a construir una pirámide con las herramientas de
bronce que tengo y con la plomada para que me salgan perfectas y voy a inventar
el número PI”. Me mosquea también saber que hay pirámides en todo el mundo,
desde la China
hasta Sudamérica y muchas de ellas sumergidas en los mares. Que la pirámide fuera
la construcción preferida y que todo el mundo quería tener las suyas (Como en
España con los campos de golf y los grandes complejos urbanísticos, etc., etc.)
como si fuera pan comido y en donde, además, nunca se enterraba a quienes
decían que enterrarían, o, en nuestro caso español, nadie habitaría o jugaría.
Es posible que cada 5.125 años nuestro planeta sea parcialmente
destruido y que siempre estemos en las mismas: Sobreviven unos pocos que
vuelven a empezar como el hámster que no para de rodar en el mundo de su
particular noria y otros, desde fuera, sacian su apetito de la malévola
diversión. Es muy posible que estemos asistiendo, que nos haya tocado por el
azar de los tiempos, vivir y padecer un nuevo final.
Y si eso fuera así, si cada 5.125 años el planeta tierra es casi destruido,
¿Qué somos nosotros? ¿Qué Dios, crea a su imagen y semejanza, una criatura
destinada a tan fatídico final? ¿Qué Dios es ese que, entre intervalo e
intervalo, sólo permite guerras y odios entre nosotros y que lleguemos a hacer
insostenible el planeta? ¿Es posible que este mundo sólo sea un infierno y el
modo de expurgar nuestra imperfección a base de jodernos los unos a los otros?
O todo sean meros cuentos para mantenernos siempre en la miseria y en la
esclavitud que produce la ignorancia que nos imponen aquellos que nos
consideran sus juguetitos de quita y pon. ¿No hacemos nosotros igual con los
gallos, perros, toros y demás animales de pelea? Así, a todos aquellos hámsters
de la jaula y de marcado y sobresaliente carácter criminal, son ascendidos, aplaudidos,
jaleados. Cuánto más jodas a los otros hámsters, mayores serán tus premios y
mejores tus condiciones de vida. Tú eliges tú destino en la jaula, o, quizás,
no. Porque entiendo que este mundo ha sido eso hasta ahora. Una jaula llena de
hámsters en donde los gángsteres, los mafiosos y los criminales, son los únicos
triunfadores.
Esas castas depositarias de esotéricos conocimientos jamás han
permitido que los conozcamos. ¿Cuál es la razón? La ignorancia y la sumisión
son las grandes cualidades que han estimado en nosotros esas castas, porque si
no fuera así, no tendrían diversión esos maléficos dioses caídos. ¡Siempre
esclavos! ¿Cuáles son esos conocimientos tan celosamente guardados? ¿Cuáles
serían los cambios en nuestra aptitud hacia la mísera vida que nos hacen
llevar? ¿Seríamos mejores, nos amaríamos más? ¿Es ahí donde estaría su miedo
para no desvelarnos las verdades que ocultan? Hasta ahora este mundo ha estado
y está gobernado por el odio, la avaricia y codicia, la competición desmedida y
la envidia. Siglo tras siglo. Esas son sus enseñanzas, las de los dioses impuros
que nos crearon y la de las castas que siempre nos gobernaron y gobiernan bajo
su atenta mirada. Castas reflejadas en las grandes religiones, en las grandes
corporaciones y multinacionales, en las grandes instituciones bancarias y
financieras, en las grandes sociedades secretas. Precisamente los que han
estado, en los últimos años, construyéndose grandes refugios por todo el mundo,
incluidos los graneros donde guardan las simientes que pueden hacerles falta
para el después de este nuevo cataclismo. Por que si alguien ha de salvarse
parece que serán ellos, las castas. Son los guardianes del conocimiento, los más
bravos y fuertes, los elegidos por esos indeseables y caídos dioses.
O, quizás estén equivocados por esta vez y no haya refugio suficiente
para soportar lo que ha de acontecer y que sean ellos los únicos a eliminar.
Es posible, así lo creo, que la
diversidad de “dioses extraterrestes” en el universo sea muy variada. “Lo que
es arriba es abajo”, es una máxima filosófica que también, en la dualidad
universal, puede hablarnos de amor, generosidad, colaboración y respeto hacia
el otro y lo otro. También la
Naturaleza nos habla de muerte y de renovación, pues todo
cuanto nace lo hace para morir en una transformación que parece eterna. Sólo el
Espíritu es el que permanece siempre y depende de su pureza el que pueda
elevarse de esta cárcel, de esta ruleta llamada Tierra. En eso siempre creí y
siento no haber podido crecer más en esa dirección.
En mi consciencia encuentro una esperanza: que todos los velos caigan y
la verdad se imponga. Que la gran catarsis humana tenga lugar y se enjuaguen a
tanto demonio disfrazado de negro. Que aquellos que llevaron a Enoch a los
siete cielos, vuelvan a imponer la razón y el sentido común a un pueblo que no
sale de lo ancho, largo y alto, como los hámsters enjaulados.
En la inmensidad del Universo, ¿No habrá alguien que salve al hámster?
Que se den prisa, por favor, que esto no aguanta mucho más.
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