sábado, 23 de noviembre de 2013

LA DELEGACIÓN DE GRANDES CONTRIBUYENTES

Este es el nombre de un departamento de la Hacienda Pública –somos todos- que intenta –si lo dejan- que esos grandes contribuyentes cumplan con sus obligaciones fiscales para con el Estado, que también es cosa de todos. Ya sabrán lo ocurrido con uno de estos grandes contribuyentes o habría que decir, mejor, “Grandes delincuentes” y yo no les voy a repetir lo que los medios de comunicación ya se han encargado de informar.

Pero, hechos como este de la cementera, nos abren los ojos sobre lo que ocurre en las altas esferas de las grandes empresas y fortunas y su estrecho vínculo con los poderes políticos: Altos funcionarios y políticos que son “retirados” para el servicio de estas grandes empresas, ya que “sus conocimientos” de la cosa pública les serán de inestimable ayuda para soslayar toda chinita que se cuele dentro del zapato empresarial. También para que les instruyan de los recovecos que las leyes siempre dejan abiertos para ser incumplidas dentro de la legalidad más retorcida. Nunca entendí y siempre rechace que funcionarios –de todos los niveles de la administración pública- entren y salgan, mediante las eternas y oportunas excedencias, de su funcionariado, para servir, también fielmente, a la siempre “pujante iniciativa privada”. Con ventajas de este tipo ni la Hacienda Pública, ni el Estado que la cobija, son cosas de todos.

Todo ese entramado solo tiene un objetivo: Que la mercantil pague lo menos posible y gane el máximo imposible; aunque eso suponga dimisiones propias u obligadas de los pocos íntegros que van quedando por acullá. Así, lo eludido y perdido por tan grandes estructuras de mercantiles y de fortunas personales, se divide entre los de abajo y que lo paguen en cómodos plazos.

De esta forma, toda gran empresa o fortuna que se precie cuenta con Lobbys propios –los funcionarios y políticos en excedencia o ya retirados- y otros externos de abogados, ex jueces, economistas, ingenieros informáticos, sociólogos, psicólogos y toda una ristra de excelentes profesionales que no dudaran en indicar los mejores caminos para que esa gran empresa –que buen dinero va a pagarles- no colabore con el resto de la sociedad a sufragar los gastos del Estado.

El buen político, el buen partido que gobierna, debieran ejercer como bisagras y amortiguadores de aquellas aviesas intenciones de esos conglomerados, que nada tienen de sociales. Sin embargo, a ellos, a determinados políticos nada les importa la sociedad y a los ejecutivos de esos conglomerados empresariales,  eso de la sociedad, como que no va con ellos. Ellos ya tienen su propio mundo ajeno al de esa sociedad tan mísera y mal educada, ¡vamos que les importa un rábano! ¿Qué necesitan de ella? Si a ellos no les falta de nada y cuentan con todos los recursos posibles. Bien resueltas que tienen sus necesidades personales: Dinero en abundancia; seguros y primas de las más altas; urbanizaciones privadas y seguras; los mejores autos con chófer o sin él; los comercios más exclusivos, los mejores Liceos para sus hijos-as; las mejores clínicas con habitación suite individual o doble; las mejores entradas de palcos para presenciar los espectáculos que más les guste o no, según quien vaya. En fin a ellos la sociedad no les hace mucha falta, más bien es un poco molesto, exasperante y hasta mal oliente, porque, a veces, te cortan las calles con manifestaciones –siempre se está quejando esta pobre gente que vive en sociedad-, o hacen huelgas y dejan de trabajar y la basura no se recoge y da mal aspecto esas calles tan sucias. “Será cuestión de pasar unos días de vacaciones lejos de tanta inmundicia hasta que lo arreglen” Todas las cosas de ese mundo privado que ellos manejan tienen un alto coste que lógicamente no pueden eludir tan fácilmente como eluden el gasto social, pues una parte de trabajadores de esa sociedad, que les trabajan directamente, podrían hacer de brazos caídos y entonces, ¡Oh!, entonces la desesperación y el caos se apoderaría de su particular edén. Por eso necesitan de esos buenos profesionales, para que les indiquen cómo pagar lo menos posible e incluso la nada más absoluta a la Hacienda Pública, al Estado, a la Sociedad. Y cuando no hay políticos buenos que hagan de bisagra y amortiguación, la cosa se dispara terriblemente a su favor. Así, cada año aparecen miles de nuevos millonarios, porque ellos saben bien cómo aprovecharse incluso cuando una gran crisis está amenazando a toda la sociedad. Saben y conocen cómo trasvasar el dinero de unas manos –de la sociedad-, a otras, –las suyas-

Llegado al poder un partido, un gobierno que ideológicamente parte de que no todos somos iguales y de que el ser el más listo (Por lo que le estoy contando) tiene sus privilegios y recompensas, entonces, la sociedad sufre lo indecible, como está hoy sucediendo. Y, si además, resulta que ese partido es más corrupto que todos esos de los conglomerados empresariales y eclesiásticos –también muy peligrosos para cualquier sociedad cohesionada-, resulta más que peligroso para la propia supervivencia de los desgraciados seres que conforman las bases más amplias de lo que entendemos por sociedad. En estos años lo estamos sufriendo: nos roban todo lo que conseguimos con mucho esfuerzo en décadas pasadas y se lo meten en sus bolsillos.

Su obcecación ideológica es tal, que cambian todas las leyes que vayan contra sus intereses y hacen las nuevas para que les beneficien aún más. Pronto veremos las cuchillas no solo en la frontera con Marruecos, si no en nuestras propias ciudades y pueblos. ¿Quién se lo va a impedir? Si ellos han instaurado el miedo y las multas supermillonarias como medios de disuasión social.

Para ellos lo único válido es aquello que es privado porque siendo privado el control es solo suyo. Así quieren que todo lo que era social sea privado y trabajan con denuedo en su consecución. A ellos nunca les interesó tener que dar cuentas de lo que hacen o de lo que dejan de hacer, son como los señoritos de antaño, los feudales de la historia que nunca desaparecieron.

Aunque la cuestión fundamental, ya en estos tiempos, es que la culpa no es suya, es de aquellos sociales que les votan porque no tienen ni la más remota idea de lo que se está tramando por ser tanta su ignorancia política y social. Caen en sus mentiras y engaños como inocentes ovejitas y, como tales, son incapaces de reacción alguna. Todos ellos son los verdaderos conseguidores de esas mayorías absolutas y absolutistas que gobernaran, siempre, en su contra.

Les aventuro un trágico final, porque no hay ninguna luz al final de este espantoso túnel, solo una narcisista concepción de la vida por parte de unos pocos enfermos mentales, que arrastran a todo el “Cuerpo social” hacia la destrucción.

Y la vida, la de todos, no es eso… 

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