miércoles, 22 de octubre de 2014

EL FEUDALISMO-FRANQUISMO QUE AÚN PERDURA

La pactada invasión Napoleónica fue una oportunidad perdida del pueblo español. Si bien supo enfrentarse y ganar al mayor y mejor ejército de la época, no pudo o supo vencer a la reinstauración del feudalismo del repuesto rey. 

En estos años de pseudo democracia, el franquismo continúa vivo. El partido, hoy en el poder del Estado y aún, veinte años después, empoderado en la mayoría de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, sigue sin renegar de aquel régimen dictatorial, fascista y feudal. La Ley de la Memoria Histórica la han rebajado a panfleto zapateril y aún continúan los cadáveres de los verdaderos patriotas en las cunetas, 79 años después del fin de la contienda fraternal entre españoles y 36 años desde que se aprobara esa Constitución del “CONSENSO”. Antes, en las últimas Cortes franquistas aprobaron una Ley de Auto amnistía. En un solo folio –Ninguna Ley que se precie tiene un folio- aprueban que nadie podrá pedir cuentas de todo lo anterior. Para eso les sirvió el CONSENSO, para perpetuarse en el poder en lo que no iba a ser ninguna DEMOCRACIA sino, más bien, una PSEUDO-DEMOCRACIA. El engaño y el chantaje encima de la mesa. Eso es lo que saben hacer a la perfección: ENGAÑAR Y CHANTAJEAR. Por algo son más bien una MAFIA.

Han recibido reprobaciones internacionales que les entra y les sale por el mismo sitio y, en cada oportunidad, hacen honor, con misas incluidas, a aquellos tiempos infames e indignos. Se sienten orgullosos de aquel pasado, tan triste y tan trágico, para la Nación que quisimos ser y que no nos dejaron.

Ganaron aquella guerra, pero perdieron la gloria y el honor, esto también lo saben. La iglesia católica y la oligarquía financiera, industrial y agraria fueron sus grandes aliados, entonces, como hoy. Bajo ningún concepto estaban dispuestos a perder sus privilegios heredados del feudalismo y del señorío. ¿Para qué entrar en la modernidad del siglo XX si tan bien nos ha ido y va? Mantengamos nuestros estatus al precio que sea y que lo paguen los que siempre pagaron en estas tierras nuestras, que para algo son los vasallos y sirvientes.

Pues ya ven qué pocas cosas han cambiado en estos descendientes de aquellos:
La iglesia católica sigue cobrando de nuestro erario y sigue siendo la propietaria del mayor número de bienes muebles e inmuebles de España, así como la que mejor maneja el dinero negro sin que suponga delito alguno. Y sus hombres y mujeres son tan sagrados que no dudan en traerlos, aunque ello pueda suponer un gravísimo error que suponga la muerte de muchos miles de ciudadanos inocentes. Hombres y mujeres que pertenecen más al Estado Vaticano que al nuestro, pues, ¿A quién obedecen? ¿A quién sirven?...

Los oligarcas siguen haciéndose de oro a nuestra costa, que para eso Aznar les privatizó todas las empresas públicas. Los banqueros ya ven que no tenían bastante con los espléndidos salarios, bonus, beneficios, liquidaciones contractuales y privilegios de su puesto. Necesitaban esas tarjetitas del “Ta to pagao”. Y, encima, los rescatamos con miles y miles de millones de euros que seguirán pagando nuestros nietos y bisnietos...

Luego están una gran parte de la judicatura, que, como antaño y bien se sabe, no movía un dedo sin tener claro las indicaciones de cuál debía ser el movido y a quién debía de señalar como culpable, aunque no lo fuera y ellos mismos  supieran de lo injusto de tal sentencia. Muy por encima estaba medrar en tan alta magistratura y adquirir más y más privilegios y poder codearse, de tú a tú, con los de arriba…

Y los políticos, bueno, los vividores de la política. Los que nacen en un ministerio y tras recorrer varios más, acaban recolocados en instituciones mil, con, incluso, mejores salarios y menores obligaciones e iguales privilegios o más. Pseudo políticos que tan solo atienden al bienestar propio y al de los amigos y allegados. Que para eso el pseudo Estado cuenta con miles y miles de rincones donde pasar desapercibidos. Y si, a pesar de todo no hubiera lugar, ni momento, están nuestros oligarcas empresariales a los que tanto ayudamos en sus intereses, aunque, ahora, esta CC.EE., nos diga que esos miles de millones que les dimos en subvenciones, nos las tienen que devolver por injustas y no a derecho. ¡Qué falta nos haría esto de la CC.EE.!, pensará más de uno. Pero otros saben que es mejor buscarse un disfraz para estar a la altura de la vecindad y no nos restrieguen nuestro, aún vigente, ancestral feudalismo. Además, contamos con los otros a los que damos licitaciones, concesiones y obras, aunque ni unas ni otras sean necesarias para nadie y siempre resulten ser las más caras del mundo mundial...

Ellos continúan saqueando a los vasallos y sirvientes, mientras nuevos millonarios afloran sin dolor para la miseria que está instalada en la inmensa mayoría de la gente. Nuevos impuestos y tasas, reformas, recortes de derechos, pagos y más pagos, todo con tal de que nuestros amigos no tengan que rascarse los bolsillos y puedan seguir evadiendo y eludiendo al fisco que solo está para los vasallos y gentiles hombres del pueblo llano. “¡Que muerdan la tierra, que se suiciden, que se vayan de sus casas! ¡Que se mueran! ¿A quién de nosotros le importa? Nosotros, nuestros gobiernos, nunca estuvieron dirigidos para conseguir su bienestar, sino, el nuestro. O, ¿Dónde estamos, sino en España, en nuestra España secular?

Y llegados al pueblo llano, diré que es el verdadero y único culpable de esta situación de feudalismo ancestral en los inicios del siglo XXI. Son ellos quienes se creen todo lo que estos señoritos les dicen y van y los votan con mayorías absolutas, para que tengan toda la legitimidad de unos votos cautivos por las mentiras. Que ese feudalismo perviva solo se debe a que el pueblo sigue siendo un pueblo de vasallos y así lo quiere. El pueblo quiere seguir siendo vasallo y sirviente del señorito feudal.

Habrá, quizás, que cambiar el chip y dejar de ser una mosca cojonera y volver a ser vasallo. Aunque, estoy convencido, hay cosas que uno ha aprendido con esfuerzo y estoy seguro de que no se desaprenderá ni se podrá olvidar así como así, que más vale mi honra que la de todos ellos juntos… Moriré pobre y dios (No al que ellos sirven, que más se parece a un demonio) sabe que jamás tomé lo que no era mío. A mí, eso me vale…

Pero lo más importante es que este pueblo tome conciencia y verdad de lo que le sucede a este País desde hace siglos y despierte y los abandone y no les vote en la vida y los deje, para siempre, en la cuneta de las urnas.


Esa ha de ser nuestra revolución: ¡Echarlos con los votos!

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