El buque que días atrás comenzó a escorar, hoy, se encuentra a punto del naufragio. Según fuentes muy bien informadas, El Capitán del barco, ha hecho la peor gestión posible. Dicen que no ha estado a la altura que de él se esperaba por parte de otros mandos de la naviera. Éstos han empezado a sentirse utilizados. Pasados los primeros días desde el escoramiento, las cosas comienzan a verse de otra forma muy distinta y él mismo va moderando los mensajes iniciales. La calma, que el tiempo transcurrido provee, deja paso a otros aires más limpios y claros.
Se vienen abajo las acusaciones, los insultos, las injurias, las palabras envenenadas que tan alto han sido pregonadas. Ya no es sostenible tanta mentira. Y cuanto más se ladre peor.
Comentaba un viejo capitán, ya retirado de estas lides, que así no, así no. Que no son estas las formas y las maneras de llevar una crisis. Que su experiencia le ha dejado claro, que las gaviotas siempre han sido aves depredadoras y que hay que extremar la precaución con ellas. Que una gaviota herida es tan peligrosa como cualquier animal de cuatro patas o de dos. Y que cuando se sienten heridas pueden picotear en todos los platos que se le pongan a juego, pierden el sentido y alguno de esos platos que picotean se le puede indigestar. Y esos platos, tan serviles siempre, habría que desinfectarlos mediante los usos normales. Que la justicia es igual para todos, aunque algunos tengan línea directa. Decía el viejo capitán que no es bueno que las flotas mantengan tanto tiempo a estos capitanes, porque al final se creen que todo es suyo y que pueden hacer lo que les de la gana, olvidándose de que su única tarea es la de hacer llegar el buque a buen puerto, para que todo el pasaje haya disfrutado de un placentero viaje y sus anhelos hayan sido cubiertos. Aunque, en esta travesía, el viaje no ha sido placentero y los anhelos cubiertos han sido sólo para cuatro privilegiados (entre la tripulación y algún pasajero determinado) Ahora, como siempre ellos, quieren socializar las pérdidas, manteniendo la privatización de los beneficios. ¡Menuda es la Naviera!
Pero volviendo al escoramiento. En el fragor de esta crisis, El Capitán, toda la tripulación, los familiares y allegados, los clientes más adeptos y hasta los viajeros sin criterio, han lanzado espumarajos culpatorios a los de babor. Tomaron a un joven de los motores de babor y lo culpabilizaron de ser el causante del herido. Primero dijeron que eran tres, después que dos, se queda en uno y el herido, a una foto presentada, identifica al joven. Aunque los de seguridad no han podido encontrar culpabilidad alguna y de seguro, el juez, lo librará tras las 72 horas preceptivas. Sus fotos están en todas las prensas, su nombre completo, su dirección y hasta la talla de sus calzoncillos por los siete mares andan. Así funcionan, preservando la inocencia del presunto. Le quedará al joven la posibilidad de encontrar buen abogado que sepa restaurarle el mancillamiento del que ha sido objeto. Y los jueces que resuelvan sus querellas, no olviden los hechos y hagan que, por lo menos, las carteras de algunos se tambaleen y sea ejemplar y disuasorio para tanta gaviota carroñera que anda suelta. A pesar de todo, no será el mismo chaval de antes, que por nadie pase.
Con todo esto el pasaje se encuentra más alterado que antes. Los que confiaban en El Capitán, ya dudan y se preguntan, qué hace él aún al mando del buque. Gentes que hasta ahora nunca cuestionaron las instrucciones y directrices de la naviera comienzan a ver. No saben lo que les queda por ver y saber, ni se lo pueden imaginar. Al Capitán ya no le quedan recursos, ni siquiera los económicos, de los que tanto abusó para sus prebendas y correrías. Y aquellos que salieron en su ayuda tampoco; hoy forman parte de otras estructuras mayores y donde su capacidad de decisión no controlan. El Capitán está desesperado y tiene una angustia que le corroe por dentro. Afloran las cizañas sembradas durante tanto tiempo. Y aún cabe la aparición de algún cardo borriquero que con sus finas espinas ayude en la vendimia que se avecina.
Lo grave, dicen algunos del pasaje, es que el incidente de este buque puede traer mayores y peores consecuencias para la Naviera Gaviotera, que aquellas que le trajo aquel (aún pendientes) otro capitán vecino del mismo mar. Coinciden en que pasaron a comandar buques modernos sin haber modificado sus manuales y así les está yendo. La gente ya no es la del carbón que alimentaba las calderas. Hoy la gente sabe más y comprende fácilmente cuando les están engañando. Las estrategias peliculeras ya se las van conociendo y saben quién es el culpable a mitad de la película o en sus inicios. Y los pasajes siempre son dóciles, hasta que descubren el engaño y no hay cosa peor que le mientan a uno. Y aquí, ¡han mentido siempre!
El buque ha escorado tanto que su enderezamiento va a ser imposible y sólo se espera el hundimiento. Ni Paramounts, ni Contentpolis, ni Aeropuertos, ni Aguas, ni Circuitos, ni Corredores, ni la madre que los parió serán capaces de su reflote. El pasaje lo tiene claro, ha visto la luz entre tanta niebla. Y saben que esta Naviera Gaviotera es lo peor de lo peor, les vendieron unos pasajes que sólo han traído miseria, mezquindad, soberbia y mucha ira.
Que son como la curia vaticana que cuando le interesa actúa y cuando no se calla, camaleones de la vida que se enfrascan el disfraz que corresponde, hasta que se descubre que, dentro, siempre están los mismos sinvergüenzas de siempre.
Hay tres animales que me producen verdadero asco, el escorpión, que se retuerce cuando se siente herido con la única pretensión de matar muriendo; la cucaracha, que explota cuando es pisada y la rata, que vive en las alcantarillas, que contagia las peores enfermedades y que come hasta el plástico y el hormigón cuando no tiene otra cosa. Los tres viven a escondidas, no les gusta la luz y mucho menos los taquígrafos…
SE VENDE NAVIERA
Se vienen abajo las acusaciones, los insultos, las injurias, las palabras envenenadas que tan alto han sido pregonadas. Ya no es sostenible tanta mentira. Y cuanto más se ladre peor.
Comentaba un viejo capitán, ya retirado de estas lides, que así no, así no. Que no son estas las formas y las maneras de llevar una crisis. Que su experiencia le ha dejado claro, que las gaviotas siempre han sido aves depredadoras y que hay que extremar la precaución con ellas. Que una gaviota herida es tan peligrosa como cualquier animal de cuatro patas o de dos. Y que cuando se sienten heridas pueden picotear en todos los platos que se le pongan a juego, pierden el sentido y alguno de esos platos que picotean se le puede indigestar. Y esos platos, tan serviles siempre, habría que desinfectarlos mediante los usos normales. Que la justicia es igual para todos, aunque algunos tengan línea directa. Decía el viejo capitán que no es bueno que las flotas mantengan tanto tiempo a estos capitanes, porque al final se creen que todo es suyo y que pueden hacer lo que les de la gana, olvidándose de que su única tarea es la de hacer llegar el buque a buen puerto, para que todo el pasaje haya disfrutado de un placentero viaje y sus anhelos hayan sido cubiertos. Aunque, en esta travesía, el viaje no ha sido placentero y los anhelos cubiertos han sido sólo para cuatro privilegiados (entre la tripulación y algún pasajero determinado) Ahora, como siempre ellos, quieren socializar las pérdidas, manteniendo la privatización de los beneficios. ¡Menuda es la Naviera!
Pero volviendo al escoramiento. En el fragor de esta crisis, El Capitán, toda la tripulación, los familiares y allegados, los clientes más adeptos y hasta los viajeros sin criterio, han lanzado espumarajos culpatorios a los de babor. Tomaron a un joven de los motores de babor y lo culpabilizaron de ser el causante del herido. Primero dijeron que eran tres, después que dos, se queda en uno y el herido, a una foto presentada, identifica al joven. Aunque los de seguridad no han podido encontrar culpabilidad alguna y de seguro, el juez, lo librará tras las 72 horas preceptivas. Sus fotos están en todas las prensas, su nombre completo, su dirección y hasta la talla de sus calzoncillos por los siete mares andan. Así funcionan, preservando la inocencia del presunto. Le quedará al joven la posibilidad de encontrar buen abogado que sepa restaurarle el mancillamiento del que ha sido objeto. Y los jueces que resuelvan sus querellas, no olviden los hechos y hagan que, por lo menos, las carteras de algunos se tambaleen y sea ejemplar y disuasorio para tanta gaviota carroñera que anda suelta. A pesar de todo, no será el mismo chaval de antes, que por nadie pase.
Con todo esto el pasaje se encuentra más alterado que antes. Los que confiaban en El Capitán, ya dudan y se preguntan, qué hace él aún al mando del buque. Gentes que hasta ahora nunca cuestionaron las instrucciones y directrices de la naviera comienzan a ver. No saben lo que les queda por ver y saber, ni se lo pueden imaginar. Al Capitán ya no le quedan recursos, ni siquiera los económicos, de los que tanto abusó para sus prebendas y correrías. Y aquellos que salieron en su ayuda tampoco; hoy forman parte de otras estructuras mayores y donde su capacidad de decisión no controlan. El Capitán está desesperado y tiene una angustia que le corroe por dentro. Afloran las cizañas sembradas durante tanto tiempo. Y aún cabe la aparición de algún cardo borriquero que con sus finas espinas ayude en la vendimia que se avecina.
Lo grave, dicen algunos del pasaje, es que el incidente de este buque puede traer mayores y peores consecuencias para la Naviera Gaviotera, que aquellas que le trajo aquel (aún pendientes) otro capitán vecino del mismo mar. Coinciden en que pasaron a comandar buques modernos sin haber modificado sus manuales y así les está yendo. La gente ya no es la del carbón que alimentaba las calderas. Hoy la gente sabe más y comprende fácilmente cuando les están engañando. Las estrategias peliculeras ya se las van conociendo y saben quién es el culpable a mitad de la película o en sus inicios. Y los pasajes siempre son dóciles, hasta que descubren el engaño y no hay cosa peor que le mientan a uno. Y aquí, ¡han mentido siempre!
El buque ha escorado tanto que su enderezamiento va a ser imposible y sólo se espera el hundimiento. Ni Paramounts, ni Contentpolis, ni Aeropuertos, ni Aguas, ni Circuitos, ni Corredores, ni la madre que los parió serán capaces de su reflote. El pasaje lo tiene claro, ha visto la luz entre tanta niebla. Y saben que esta Naviera Gaviotera es lo peor de lo peor, les vendieron unos pasajes que sólo han traído miseria, mezquindad, soberbia y mucha ira.
Que son como la curia vaticana que cuando le interesa actúa y cuando no se calla, camaleones de la vida que se enfrascan el disfraz que corresponde, hasta que se descubre que, dentro, siempre están los mismos sinvergüenzas de siempre.
Hay tres animales que me producen verdadero asco, el escorpión, que se retuerce cuando se siente herido con la única pretensión de matar muriendo; la cucaracha, que explota cuando es pisada y la rata, que vive en las alcantarillas, que contagia las peores enfermedades y que come hasta el plástico y el hormigón cuando no tiene otra cosa. Los tres viven a escondidas, no les gusta la luz y mucho menos los taquígrafos…
SE VENDE NAVIERA
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