Todos los pueblos tienen su día. El día donde decir ¡hasta aquí! Los pueblos, a diferencia de los individuos, tardan en reaccionar ante los atropellos, pero cuando reaccionan lo hacen con la contundencia suficiente. La Historia está llena de hechos en los que los pueblos encuentran un nexo que les aúna y les invita a participar, o bien para exaltación de sus virtudes o bien para exaltación de sus hartazgos. Un evento deportivo puede ser ejemplo de lo primero y la revolución francesa de lo segundo.
En democracia, los pueblos delegan su poder en aquellos que considera “los mejores” para la tarea de proveerles de dignas condiciones de vida y de progreso. No debe ser otro el objetivo. Ocurre, sin embargo, que algunos de esos que son llamados, por el pueblo, a tan ardua tarea, traicionan la confianza de la que han sido depositarios y olvidan rápidamente cuál era y es su obligación. Y se auto-convencen de que ellos son los ungidos por el destino y nada es posible sin su consentimiento. Craso error.
En el transcurso del tiempo, algunos utilizan todo tipo de estrategias con el único fin de asegurarse la permanencia. Para ello no dudan en montar estructuras, necesarias o no, que posibiliten el aumento de sus acólitos incondicionales, necesarios o no. No dudan en facilitar a los sectores empresariales y, dentro de ellos a determinadas personalidades, todo tipo de privilegios informativos, ayudas y subvenciones. No dudan en la gestación de campañas publicitarias que, a la nada conducen, salvo al engaño y a la manipulación del receptor de los mensajes; además de los pingües beneficios que reportan a los medios que olvidaron su honorable función de informar, dejando secuestrar su libertad por unos euros.
Y llega un día en que el pueblo, ese pueblo que ha permanecido acallado y dócilmente adormilado, despierta y abre los ojos. Y ve que no vive mejor. Que lejos de conseguir el acercamiento a otros pueblos con mayor bienestar, sólo ve alejamiento y diferencias irrazonables. Que tantos años confiados a “esos mejores” no han servido más que para el beneficio de estos. Ellos si han prosperado considerablemente en su nivel de vida. ¡Hasta en las bolsas de basura guardaban los billetes de 500€! ¡Cuánta soberbia y prepotencia en tan pocas manos! No como el pueblo que ajeno a estas gobernanzas es quién soporta las decenas y decenas de miles de desempleados, los salarios más bajos y los más injustos recortes. El Pueblo que ve cómo el dinero de sus impuestos ha sido malgastado, dilapidado en caprichosas construcciones innecesarias, en alardes de cultura para imbéciles y en cómo todos los presupuestos de obras o de servicios son sobrepasados sin escrúpulos. En cómo “esos mejores” se han estado dando la vida loca en tantos años, mientras al pueblo, engañado, se le dirigía a la ruina que hoy, ya, palpa y que se aventura aún peor.
El Pueblo, ya con los ojos bien abiertos, descubre que es más pobre que hace 16 años. Innumerables son los disparates cometidos, año tras año. Dirigentes que han demostrando su incompetencia para la buena administración de nuestros recursos. Ni siquiera los reiterados cambios de rostros sirvieron en la mejora de la gestión. Nunca fueron los mejores, ¿cómo iban a serlo ahora? Sólo son unos excelentes embaucadores, eso es lo único cierto.
Ni siquiera la justicia ha sabido estar a la altura de las circunstancias, ¿incompetencia obligada? Y es entonces cuando El Pueblo ha de proclamarlo a los mil vientos y necesita ser oído. Para eso toma lo que es suyo, la calle y no en despachos enmoquetados en los que tanto se han reído y ríen de Él.
Mañana día 12 El Pueblo de la Región de Murcia tiene la palabra. Y nos la jugamos todos como Pueblo. Porque la caótica situación de la Región de Murcia ya no es cosa de los funcionarios, ni de los embargados, ni de los que no llegan a final de mes, ni de los ahora defenestrados inmigrantes, ni tan siquiera de los desempleados, ni de los proveedores que no cobran, ni de los autónomos, como tampoco de los jóvenes sin futuro. Es de todos nosotros, los murcianos que ya estamos hartos y hartos de tanta y tanta mentira y de sentirnos utilizados para intereses que nunca fueron los nuestros ni como Región ni como Pueblo.
En democracia, los pueblos delegan su poder en aquellos que considera “los mejores” para la tarea de proveerles de dignas condiciones de vida y de progreso. No debe ser otro el objetivo. Ocurre, sin embargo, que algunos de esos que son llamados, por el pueblo, a tan ardua tarea, traicionan la confianza de la que han sido depositarios y olvidan rápidamente cuál era y es su obligación. Y se auto-convencen de que ellos son los ungidos por el destino y nada es posible sin su consentimiento. Craso error.
En el transcurso del tiempo, algunos utilizan todo tipo de estrategias con el único fin de asegurarse la permanencia. Para ello no dudan en montar estructuras, necesarias o no, que posibiliten el aumento de sus acólitos incondicionales, necesarios o no. No dudan en facilitar a los sectores empresariales y, dentro de ellos a determinadas personalidades, todo tipo de privilegios informativos, ayudas y subvenciones. No dudan en la gestación de campañas publicitarias que, a la nada conducen, salvo al engaño y a la manipulación del receptor de los mensajes; además de los pingües beneficios que reportan a los medios que olvidaron su honorable función de informar, dejando secuestrar su libertad por unos euros.
Y llega un día en que el pueblo, ese pueblo que ha permanecido acallado y dócilmente adormilado, despierta y abre los ojos. Y ve que no vive mejor. Que lejos de conseguir el acercamiento a otros pueblos con mayor bienestar, sólo ve alejamiento y diferencias irrazonables. Que tantos años confiados a “esos mejores” no han servido más que para el beneficio de estos. Ellos si han prosperado considerablemente en su nivel de vida. ¡Hasta en las bolsas de basura guardaban los billetes de 500€! ¡Cuánta soberbia y prepotencia en tan pocas manos! No como el pueblo que ajeno a estas gobernanzas es quién soporta las decenas y decenas de miles de desempleados, los salarios más bajos y los más injustos recortes. El Pueblo que ve cómo el dinero de sus impuestos ha sido malgastado, dilapidado en caprichosas construcciones innecesarias, en alardes de cultura para imbéciles y en cómo todos los presupuestos de obras o de servicios son sobrepasados sin escrúpulos. En cómo “esos mejores” se han estado dando la vida loca en tantos años, mientras al pueblo, engañado, se le dirigía a la ruina que hoy, ya, palpa y que se aventura aún peor.
El Pueblo, ya con los ojos bien abiertos, descubre que es más pobre que hace 16 años. Innumerables son los disparates cometidos, año tras año. Dirigentes que han demostrando su incompetencia para la buena administración de nuestros recursos. Ni siquiera los reiterados cambios de rostros sirvieron en la mejora de la gestión. Nunca fueron los mejores, ¿cómo iban a serlo ahora? Sólo son unos excelentes embaucadores, eso es lo único cierto.
Ni siquiera la justicia ha sabido estar a la altura de las circunstancias, ¿incompetencia obligada? Y es entonces cuando El Pueblo ha de proclamarlo a los mil vientos y necesita ser oído. Para eso toma lo que es suyo, la calle y no en despachos enmoquetados en los que tanto se han reído y ríen de Él.
Mañana día 12 El Pueblo de la Región de Murcia tiene la palabra. Y nos la jugamos todos como Pueblo. Porque la caótica situación de la Región de Murcia ya no es cosa de los funcionarios, ni de los embargados, ni de los que no llegan a final de mes, ni de los ahora defenestrados inmigrantes, ni tan siquiera de los desempleados, ni de los proveedores que no cobran, ni de los autónomos, como tampoco de los jóvenes sin futuro. Es de todos nosotros, los murcianos que ya estamos hartos y hartos de tanta y tanta mentira y de sentirnos utilizados para intereses que nunca fueron los nuestros ni como Región ni como Pueblo.
¡A LA CALLE, que es NUESTRA!
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