En el milenario juego del ajedrez, cuando uno se enroca es
porque ve, peligrosamente amenazada, la partida. El rey se ayuda de una torre
buscando el refugio tras las murallas de esta. Pero el enroque no es una jugada
más sobre el tablero, porque, o aciertas el momento más adecuado, o te puedes
dar por muerto. Esto es lo que parece haber hecho nuestra supuesta prevaricadora
alcaldesa, al afirmar a través de los medios de comunicación, y no a través de
la reunión que tiene solicitada por los vecinos, de que “La decisión del
traslado de la actual estación ferroviaria a Mandarache es absolutamente definitiva” No hay más argumentos. No los tiene,
nunca los tuvo.
Por fin reconoce no contar con el apoyo de alguien en ese
traslado. Ni vecinos, ni partidos políticos, ni sectores hosteleros, ni
empresariales, ni educativos, ni universitarios. Nadie la apoya en el traslado.
Así, se enroca para hacerse fuerte tras las murallas de la torre. No le queda
otra a tanta unilateralidad. Es, de este modo como entiende la política
municipal. Así la lleva entendiendo 19 años: Como una “dictadura democrática”
que ella se ha forjado durante tanto tiempo y olvidándose de los principios
básicos de la democracia y del respeto a los ciudadanos que son los verdaderos
soberanos del poder que le traspasaron de forma temporal.
Olvida quién la puso donde está y olvida a quién se debe.
Quizás ya no le importe mucho todo eso, sabedora que su tiempo ha terminado,
que los cartageneros ya han llegado a colmatar el vaso de la paciencia y de la
inoperancia. Sea y quiera que, con sus dos últimas actuaciones, (Importantísimas
para la ciudad) y que son este falseado traslado y la apertura del Palacio de
Deportes, dejarlos en las buenas manos de sus amigos del alma y que éstos
obtengan el futuro que sin ella no tienen.
Se firmó un convenio con todas las partes involucradas en 2006, que dejaba las cosas donde deben
estar y era bueno, pues en nada se parece al que pretende llevar a Mandarache y
contemplaba la regeneración de los terrenos contaminados de la antigua Potasas –ahora
públicos- y el desarrollo sostenible de la que hoy y tantos años ha sido, y
continúa siendo, la peor estampa que Cartagena ofrece a su entrada. Pero nada
se hizo por su parte. Ocho años después, le vienen unas prisas que nadie
entiende, o sí, por aquello de seguir
ayudando a los amigos y allegados hasta la extenuación, pierda Cartagena lo que
pierda. Y con ella, todos los cartageneros que le han dicho “No al traslado de
la Estación”. Pero, ¿Qué le importa a su excelentísima e ilustrísima? ¡NADA!
Si los cartageneros han de esperar otros 8 años más, los
esperaremos con gusto. Lo que no queremos son chapuzas de las que ni se
obtengan los beneficios esperados, ni sirva de chanza nacional, ni de los que
tengamos que arrepentirnos “Per tutta la vita”.
Piensa que enrocándose todo se va a terminar y está muy
equivocada. No conoce la capacidad real de los cartageneros cuando se lo
proponen. La historia está llena de actos que ennoblecen a este pueblo nuestro.
Usted puede haber puesto en marcha el despertador a tanta pesadilla, sin darse
cuenta.
Si usted, señora alcaldesa y diputada, no tiene el apoyo de
sus vecinos, usted no debe, ni puede ir contra su voluntad y mucho menos cuando
sus argumentaciones están vacías y carentes de una verdadera justificación. Ha
sido descubierta en sus verdaderas intenciones y no gustan a nadie.
Y sin aún le quedara algo de la dignidad presumible a un
servidor público, le rogaría presentara su dimisión de forma inmediata. Le
haría un gran favor a la Justicia y otro enorme a los ciudadanos de Cartagena y
su Comarca. Y le aseguro que la alegría volvería a lucir en esta maltratada
tierra por todos los años de su nefasta gestión.
Ya pagaremos, como podamos,
los 150 millones de euros o los 25 mil millones de las antiguas pesetas que nos
deja de recuerdo.
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