viernes, 1 de marzo de 2013

LAS COMPAÑÍAS


Desde pequeños, nuestras madres –que siempre fueron ellas las más preocupadas por nuestra educación- nos insistían un montón en que eligiéramos muy bien a nuestros acompañantes: Que nuestras compañías podían hacernos mucho bien y también mucho mal, que supiéramos quién o quiénes nos beneficiaban y nos cuidáramos de las malas compañías. Que era muy importante para nuestro futuro y para ser personas, simplemente, buenas (No confundir con tontas). O aprenderíamos cosas malas que nos llevarían al infierno. Ese era y no otro el dilema: El Bien o El Mal.

No me cabe duda de que yo intenté siempre ir bien acompañado, aunque en algunas ocasiones de mi vida, erré de lleno y pagué también por ello. Los demonios saben y conocen de buenos disfraces y los utilizan para ganarse tu cara confianza y que, en el momento más adecuado para ellos, usan en tu contra. No tienen reparo alguno en traicionarte, si con ello, ganan un poco más en su ambición de ser un poco más demonio. Su mezquindad y codicia colaboran juntas en alcanzar ese objetivo. ¡Allá ellos con sus hazañas y victorias!

Sucede que mientras unos hemos estado luchando por encontrar esas buenas compañías, otros, de lo único que se han preocupado es de buscar precisamente a las peores. Porque también hay grados en la maldad. El refinamiento de la maldad es embaucador y pocos son los que se retraen ante él. Sucumben ante la opulencia del mal, porque el mal es, también, opulento. No es una escalera fácil y cada peldaño del mal ha de ser escalado con mucho esfuerzo y tesón. Es muy fácil alcanzar los primeros escalones, pues son dispuestos a tus píes, como si de una alfombra mullida y roja se tratara y aquellos que los suben, lo hacen sin ser conscientes de que una vez los pisas, es imposible el retorno.

En el transcurso de ese ascenso hacia el mal más puro, van adquiriendo, por cada peldaño escalado, un poco más de poder. La vanidad y la autocomplacencia se enaltecen y se van creyendo ser un poco más divino. Están por encima del resto de esa masa que han dejado atrás y con la que, cada vez menos, se sienten unidos. Es el camino elegido libremente y no hay vuelta. Quizás, incluso, no haya ni justicia terrenal que les alcance y se sientan crecer más, subir unos peldaños hacia lo más oprobio.

Lo peor es cuando esos demonios se unen y sueltan aquello de: ¡Qué se jodan! Que es lo mismo que decir que se mueran. Y así hacen las políticas que hacen, políticas que sólo les benefician a ellos y a los otros demonios que son como ellos. Mienten más que hablan, de sus bocas y lenguas viperinas jamás saldrá verdad alguna porque, no olvidemos, son demonios en ascenso. Entre ellos se justifican, se esconden e intentan la salvación que jamás tendrán por más eones que pasen. Nunca verán la luz a la que ellos mismos se negaron. Porque la Justicia no es esta que nos hemos dado bajo los demonios. Hay una Justicia más Soberana que ninguna sombra puede ocultar y que siempre llega, tarde lo que tarde y sea donde sea.

Los que siempre nos jodemos, o mejor, a los que siempre nos joden debemos ser más exquisitos a la hora de elegir a nuestras compañías. Esa ha de ser nuestra preparación, saber distinguir qué compañías nos merecen o no la confianza. Dejar solos a los demonios para que entre ellos se jueguen su grado de maldad. Desenmascararlos no es tarea fácil, porque además de su gran número, utilizan la falsa palabra y el encantamiento como elixires de nuestra confusión.

Entre las compañías siempre suele haber un buen amigo que, en determinados momentos, aparece y nos hace ver nuestra equivocación con tal o cual postura, con tal o cual compañía. A veces, le hacemos caso y otras lo ignoramos. Es nuestra libre decisión.

La cantidad de demonios en este mundo ya se hace insoportable e incluso hace inviable la pervivencia de nuestra propia especie. ¿Será el momento determinado en que “Ese amigo” aparezca de nuevo? Eso espero porque, no es por nada, pero entre unos y otros nunca llegamos a aprender bien la lección y siempre andamos repitiendo la asignatura de LA VIDA.

Y no tiene que ser tan difícil si elimináramos a tanto demonio suelto que anda por aquí haciéndonos imposible nuestra obligación de VIVIR. Aunque sea con la ayuda de ese amigo que siempre está, que nunca nos abandona y que bien conoce a todos.

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