martes, 28 de mayo de 2013

NÁUSEAS DE ESTA ESPAÑA

Me dan asco estas gentes que se sirven del poder y de sus aledaños para su enriquecimiento personal. Me repugnan sus discursos, sus peroratas para tontos e imbéciles. Me hastían con sus mediocridades y desvergüenzas. Me acongojan cuando desprecian a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos y los arrastran a la miseria y a la pobreza, siempre atacan y se ceban con los más indefensos. Me duelen sus muertos, los que provocan con sus políticas de mierda al servicio de un capital salvaje, avaro y codicioso; especulador, estafador, robador de las miserias de años y años de esfuerzo, ahorro y renuncia. Se me revuelven las entrañas, las vísceras más profundas, cuando engañan a los ignorantes y carentes de crítica, a los sumisos de convicción, a los que incluso piensan que nunca alcanzarán sus despolíticas, que hasta a eso llegan en su ignorancia y candidez éstos despreocupados de su responsabilidad personal y social. 

Me revienta cuando hacen uso de las creencias en una fe que sólo busca a los dóciles y siempre conformes con un: “Dios lo quiera”, “Dios te lo pague”, “La voluntad de Dios” y el “Hasta que Dios quiera”, mientras ellos “Viven como Dios” o mejor, rodeados de riquezas y tesoros del engaño, de la artimaña, de toda exención por parte del poder que ellos contaminan. Cercanos al poder que les exime y permite, en connivencia y mutuo apoyo, para dominar a las gentes y a las masas crédulas de cuantas hipocresías les cuenten. Mis neuronas se alteran cuando elevan peticiones milagrosas a santos y vírgenes ante su incapacidad e incompetencia. ¡Poca vergüenza y mucha paranoia!

Mi flujo gástrico es incapaz de digerir que los corruptos, lícitos o ilícitos, gobiernen España. No consigo hacer tal digestión porque, lícitos o ilícitos, para mí todos ellos son la corrupción misma, les conozco. Ni la sal de fruta, ni el bicarbonato sódico son capaces de equilibrar la bilis porque son malos. Malos “per se” de una naturaleza tergiversada y amparada por los pactos de rituales demoníacos que nos llegan desde la vieja Babilonia. Ellos son sus incondicionales aliados y, nacidos con el pacto bajo el brazo, se piensan “superiores” a los demás hombres y mujeres.

Hasta el alma se me parte en trozos de ver tanto mal de quienes gobiernan en contra de sus gobernados. Como siempre en la vieja Historia de este mundo dominado por esas fuerzas del mal que nunca son vencidas. Sólo buscan nuestro enfrentamiento, les gusta ver cómo nos hacemos daño y nos matamos. Para eso utilizan lo peor de la política, para exasperarnos, para arrastrarnos a lo más bajo y vil del animal que llevamos dentro y que ellos bien conocen y espolean día tras día con sus decretos sin parlamento. Y, en el cinismo que les caracteriza, para salir después ellos con las soluciones al problema que ellos mismos crearon y desarrollaron. Manipuladores de realidades, de conceptos y de tiempos que confunden a la mayoría y de los que salen victoriosos como si la bondad y generosidad tuvieran algo que ver con su maléfico espíritu.
 
Ellos crean el problema pero culpabilizando siempre a los demás. Ellos llevan el problema a cotas insoportables pero culpabilizando siempre a los demás. Ellos hacen que el problema estalle pero culpabilizando siempre a los demás. Ellos dan una salida, la que a ellos siempre interesó, y ya no culpan a los demás. Ahora son ellos todo el poder y a nadie se le ocurre contradecirles, ya no. Ahora somos, de nuevo, una dictadura.

Náuseas me da esta España que se ha dejado y deja despojar. Náuseas me da esta España llena de demonios que sólo buscan nuestra aniquilación y vuelta a la oscuridad y a la miseria del medievo más inquisitorial.


Y me duele el alma porque aún la tengo, lo único que tengo. Lo demás me lo fueron robando todos esos demonios y los que como ellos son. Pero no me la robaran, ni me la falsearan por que mi alma es sólo mía y del gran Espíritu Universal y no de los sucedáneos a los que ellos tanto sirven y adoran. 

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