lunes, 13 de febrero de 2012

DAME PAN Y DIME TONTO

Este País nuestro se constituyó bajo la tutela de la Iglesia Católica (1496) y desde entonces ésta ha sido quien lo ha dirigido y tutelado. Jamás ha permitido que sus ciudadanos tomen las riendas de este caballo que más bien se parece, cada vez más, al famélico Rocinante de El Quijote.

En el Nuevo Café de Levante de Madrid, en una tarde de mayo de 1904, la habitual tertulia entre intelectuales de todas las ramas del saber, ha dado comienzo. Pío Baroja, cuando surge el tema de los españoles, comenta que hay 7 clases de ellos:

1º Los que no saben.
2º Los que no quieren saber.
3º Los que odian el saber.
4º Los que sufren por no saber.
5º Los que aparentan saber que saben.
6º Los que triunfan sin saber.
7º Y los que viven gracias a lo que los demás no saben.

En esa época también estaban en crisis económica, social y sin norte alguno. Como hoy en el 2012. Pero, al menos, contaban con un numerosísimo grupo de intelectuales, de verdaderos intelectuales y humanistas. Y a pesar de que no había radio, ni televisión, ni Internet, sus opiniones eran más conocidas, que hoy, las de nuestros pocos intelectuales, a pesar de contar con todos los medios de comunicación imaginables en aquel principio del siglo XX.

De los siete tipos de españoles descritos por Baroja hay que deducir que el español es tendente al desconocimiento y, por tanto, a la ignorancia. Hay un refrán español que dice: “Dame pan y dime tonto” El español es un personaje cómodo y que no quiere muchas complicaciones en su cabeza. El ejercicio intelectual significa la búsqueda de información lo más variada posible y, tras la digestión oportuna, la síntesis. Una síntesis que requiere de preguntas y del olvido de los prejuicios de partida. Mejor “Dame pan y dime tonto”, dice el refrán y ponme un cerveza bien fría, que tengo sed.

Así se entiende mejor lo que le pasa a este País. El español actúa más por cuestiones viscerales que mentales. Y si se calienta un poco y lo sacas de sus casillas, ¡a hostias! Suele suceder que aquellos que recurren a las mismas son los que, faltos de razonamientos y argumentaciones, encuentran refugio en la fuerza de sus armas, sean éstas las que sean y hagan falta y según el momento. Así fue como ocurrió el desastre de nuestra guerra civil. La España del conocimiento, del progreso, de la igualdad social y de la libertad para todos, frente a los retrógrados del refrán y los cerebros caciquíles y oligárquicos. Nunca han sido conscientes de la manipulación en la que están éstos del pan. El cacique del pueblo sigue ampliando sus fincas, mientras a ti te deja justo el chusco, hoy la baguette, para tu subsistencia; todo lo demás es suyo, incluso tú que eres su esclavo y tus hijos y tus nietos y el vecino de al lado.

Aquí los tenemos de nuevo al mando del Estado. Siempre fue suyo. Los entresijos siempre fueron suyos. “Atado y bien atado”. Desde la economía, las empresas, los bancos, los tribunales, las universidades, las iglesias, los medios de comunicación. Todo ha estado siempre bajo su mando. “El Consenso” no era otra cosa que la puerta para seguir mangoneando a este País de analfabetos.

Aquí están en toda su salsa y no han cumplido ni los cien días. Despojando al pueblo, a los ciudadanos que se pensaban libres y democráticos, cuando sólo son lo que siempre han sido, analfabetos, carne de cañón y labriegos para el campo. De sus votos se han valido, de su ignorancia, de su “dame pan y dime tonto” Aquí están defendiendo a su Iglesia, a sus empresas, a sus bancos, a sus negocios, a sus rapiñas, a sus comisiones, a sus paraísos fiscales. A su enriquecimiento absoluto. ¡Al pueblo, al pueblo que le den! ¡Vasallos, que eso es lo que sois, vasallos!

Y los que viven gracias a lo que los demás no saben.

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