miércoles, 1 de febrero de 2012

POR EL NUEVO RENACIMIENTO

Diecisiete cumbres de los jefes de Estado europeos desde el inicio de la crisis y sólo han servido para que la banca se llene de cientos y cientos de miles de millones de euros, que, lógicamente, pagamos los ciudadanos europeos. La vieja Europa ha entrado, vía Alemania, en una espiral que la conduce al desastre económico y social. La banca mira por sus intereses y pretende, siempre, obtener las mayores ganancias en cualquier negocio. Es su maléfica misión. Lo que no veo bien es que los políticos europeos se plieguen a los dictados de una política, la Merkel, que no sirve ni a sus ciudadanos alemanes ni al resto de europeos. La misión de un buen político ha de ser, por encima de todo, la defensa de los intereses de sus ciudadanos, no la defensa del sector bancario ni de las grandes multinacionales. El mundo al revés.

Esta espiral pretende solucionar el problema de los especuladores sin darse cuenta del lugar al que están destinando al ciudadano. En el desarrollo de esta espiral, los países europeos están siendo saqueados y empobrecidos y esto significa el sacrificio de millones y millones de ciudadanos. La situación ya queda reflejada en los últimos estudios que titularizan y dramatizan las portadas de la prensa, la radio y la televisión. Y la indignidad crece y crece al mismo tiempo que la miseria ciudadana.

Y tienen la desfachatez de avisar que lo más duro está por llegar. ¿A quién están defendiendo estos políticos? Hace veinte años que permitieron la deslocalización de las empresas europeas. ¿Desconocían cuáles serían las consecuencias veinte años después? El desempleo cabalga libremente por la vieja Europa y no hacen nada para solucionarlo. Sólo les interesa la contención del déficit y la subida de impuestos y tasas, que junto con la desaparición del empleo conforman un cóctel de peligrosísima mezcla. ¿Están locos estos políticos? ¿Es tan corta su perspectiva? ¿Quién les paga? ¿A quién obedecen? Lamentaciones que van llegando y que tornaran en conflictos sociales graves. Ellos, esos políticos asalariados del gran capital, serán los culpables. Pero ellos, tan inmaculados siempre, ni siquiera se lamentarán, jamás reconocerán que se podía haber hecho de otra forma. Y amparados en sus pequeñas fortunas, dormirán plácidamente.

¿Qué culpa tenemos los ciudadanos europeos de que alguien decidiera eso de la globalización sin orden? ¿Por qué nos han puesto del lado sionista, inglés y americano en relación a Irán? ¿Quién manda en la OTAN? ¿Tanta locura es admisible?

Mas pronto que tarde vendrán los conflictos. En primavera, a más tardar, quizás en el tercer mes del año y, como le ocurriera, a Julio César, los idus de  marzo no nos sean tan benignos. Los ciudadanos europeos tendremos que repetir La Historia, no en vano, fue siempre Europa la cuna de los grandes procesos sociales y culturales. Hoy, más que nunca, Europa ha de dar respuesta a las grandes tribulaciones que dominan al mundo. Europa tendría sentido si demostrara su capacidad de introducir los cambios que esta sociedad del siglo XXI necesita. Es hora de poner en valor los grandes inventos que andan escondidos. Nuevas tecnologías que harían posible el cambio a otros paradigmas sociales y económicos. Llevamos más de dos siglos con una revolución industrial que ha supuesto la eliminación del hombre de los procesos productivos (desempleo). Es hora ya de que se produzca una nueva pos-revolución industrial que posibilite la liberación del hombre de la esclavitud que le domina desde el comienzo de los tiempos (trabajo).
Las máquinas y ordenadores han de ser los nuevos esclavos. El hombre no se ha de expulsar y abandonar, el hombre ha de beneficiarse de ellos. El asalariado es quien ha hecho realidad esas máquinas, él las ha ideado y construido. El capitalista es quien puso el dinero necesario en todo el proceso, sólo el dinero. Los puestos de trabajo que la máquina elimina no han de dejarse fuera del sistema. La máquina termina por amortizarse y los beneficios que reporta van íntegros al capitalista. ¿Es justo? Creo que no. Estos procesos son los que hay que modificar en beneficio de todos. Todos los hombres han de ser beneficiados, todos somos uno. Esas máquinas han de liberarnos del trabajo y hay que prohibir la obsolescencia programada. Ésta es nuestra esclavitud y va siendo el tiempo de romper con ella. Romper con el pecado. Estamos preparados y queremos un nuevo mundo porque, sencillamente, ya es posible.

Esa nueva realidad hará que nazca un hombre nuevo, un hombre que descubra cuáles son sus verdaderas potencialidades, un hombre al que nadie limite su capacidad. Un hombre informado desde la libertad; un hombre educado en la diversidad; un hombre libre de cadenas, fuerte y sano; un hombre y un espíritu cósmico y universal que pueda hablar y aprehender con los otros de arriba y llegar, juntos, a La Luz.

No hay partos sin dolor, esos son los auténticos. Esos, donde el dolor da paso a un nuevo SER SUPERIOR Y SEMEJANTE A LOS DIOSES. Consciencia y sabiduría. Que no nos la arrebaten más.

En el siglo XV tuvo lugar el Renacimiento, el protestantismo, la imprenta, el ansia de conocimiento y de cultura, el comercio, fueron motores claves en esta revolución social. Seiscientos años después, se impone la necesidad de un nuevo Renacimiento. El hombre ha de rescatar el centro del que ha sido alejado. El hombre es el centro de la creación, es el ser superior de este planeta y ha de prepararse para el encuentro con las realidades que le han sido ocultadas y con las nuevas del futuro inmediato.

Hay que reordenar los cánones que nos encorsetan. Hay que eliminar este capitalismo salvaje y especulativo. Hay que eliminar las religiones hipócritas y falsas (todas) que limitan el espíritu y lo empobrecen. Deseemos, exijamos nuestro segundo Renacimiento. Ha de nacer el NUEVO HOMBRE, la NUEVA HUMANIDAD. Y los demonios a la hoguera.

Los astros nos guían, ya es el momento de acabar con tanta miseria y con tanto cuento. El ser humano ha de ponerse en pie y tomar su nuevo camino. ¡Hagámoslo!



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